La protagonista más reciente de la colección es la antiprincesa de la alegría y la música liberadora, Gilda.
Ciudad de México, 7 de octubre (SinEmbargo/Vice).- En estos relatos para “nenas” y “nenes”, los vestidos vaporosos y los destinos atados al rescate de un príncipe, las diademas de brillantes y los tacones de cristal, fueron desplazados por pinceles, guitarras, lápices y convicciones. Son las espadas que empuñaron las “antiprincesas” para romper los moldes de época. Sus historias reales se cuentan con ilustraciones coloridas, textos breves, información y un diseño inspirado en la identidad de cada protagonista.
La pintora mexicana Frida Kahlo fue la punta de lanza de la colección Antiprincesas, libros capaces de captar algo que flotaba en el aire del siglo veintiuno: una clase de incomodidad o un ruido de fondo que nos provocan las princesas modositas, frágiles, expectantes. La idea es proponer a las nuevas generaciones historias de mujeres alejadas de estereotipos. Audaces, autosuficientes, sabias y especialmente libres.
Después de Frida, la colección de la editorial argentina Chirimbote creció con la vida de la cantante chilena Violeta Parra, la antiprincesa más nómada. La tercera fue Juana Azurduy, heroína de las luchas de liberación de América del Sur, la más guerrera.
La colección también dedicó uno de sus primeros títulos a la vida de la brasilera Clarice Lispector, quien llegó a tener una auténtica vida de princesa en el hemisferio norte, cosa que la aburrió como un sapo. El libro la presenta como una trabajadora de las palabras. Una “antiescritora” capaz de rebelarse contra las reglas, de trascender los géneros literarios, de escribir la historia de un conejo para sus hijos o una novela que rompió con estereotipos masculinos.
La protagonista más reciente de la colección es la antiprincesa de la alegría y la música liberadora, Gilda, la argentina que impulsó un cambio en la imagen de la mujer en la cumbia y quien, tras su muerte, devino en santa popular.
La tríada emprendedora de la editorial Chirimbote está compuesta por Nadia Fink, editora y periodista; Emiliano “Pitu” Saá, ilustrador; y Martín Azcurra, diseñador. Nadia tiene 39 años, una hija de 21, un título de maestra de jardín de niños y experiencia en talleres de literatura infantil.
“Desde la infancia, me inquietaba que a nosotras nos tocaba jugar “tranquilas”. El otro día, una mujer lo planteaba en una charla. Decía: “yo no quería ser la princesa de Aladino, quería ser Aladino, el que se divertía”. La princesa estaba destinada a aburrirse, la acción parecía patrimonio masculino”, dice Fink, convencida de que esas ideas atravesaron infancias.
La matriz de la colección Antiprincesas no nació por oposición a las heroínas de Disney. Al principio, pensaban en biografías de mujeres reales para adultos. “Después, empezamos a ver en conjunto con el ilustrador y el diseñador que las elegidas se oponían a los modelos clásicos y a las princesas. Nos pareció piola dirigirlo a nenas y nenes. Vencer al machismo implica también que los varones puedan crecer de otra manera”, dice la editora.
Había una necesidad de algo distinto. De otras formas de pensarnos.
Los primeros 2000 ejemplares de Frida se imprimieron en mayo de 2015, con una advertencia en tapa: “para chicas y chicos”. Desde la página inicial, Kahlo incita: “Para jugar hay que ensuciarse”. Después, da paso a la historia de su vida y al contexto de sus batallas: el México revolucionario y machista, la enfermedad, los amores, el arte y la cultura originaria.
Los temas más densos están ahí, explícitos. “Hay que hablar. No hace falta una explicación compleja, ni llenar todo de palabras”, dice.
Los libros ofrecen diversos niveles de lectura: con fuerte apoyo visual para los más pequeños, con mayor carga informativa para los mayores. Hay fragmentos con humor, juegos y propuestas didácticas. Aunque los autores imaginaron que se dirigían a un público de 6 a 12 años, hoy saben que la colección se trabaja en nivel inicial y también con adolescentes.
En Argentina, Frida se reeditó tres veces en menos de un año. Las Antiprincesas se consiguen aquí y allá, a través de acuerdos con editores locales. En México, Colombia, Brasil, Italia, Chile… y sigue la lista.
En la librería porteña La gata y la luna —una de las más interesantes en propuestas de literatura infantil—las Antiprincesas se destacan en la vidriera. “Tienen mucha llegada. Madres, tías y abuelas suelen elegir a Frida. Las niñas más chicas buscan a Juana Azurduy, alentadas también por el canal Paka Paka. Es un momento interesante, libros y películas proponen nuevos modelos de poder femenino”, dice Verónica Catinari, quien está al frente de la librería.
Las anécdotas llegan de todas partes. Una niña a la que le preguntan: “¿De qué cuadro sos?”. “Soy de Frida”. Otra que pide un pastel de cumpleaños con la figura de Juana Azurduy. Una madre divorciada que se acerca a los autores en una presentación: la lectura junto a sus dos hijas del libro de Violeta Parra les cambió el modo de verse como familia de mujeres. Una niña que encontró a una cachorra en la calle: “Es nena y tiene bigotes. Llamémosla Frida”.
¿Por qué las antiprincesas se convirtieron en fenómeno sin fronteras? “Había una necesidad de algo distinto. De otras formas de pensarnos. Las mujeres siempre estamos queriendo encontrar un lugar donde sentirnos más activas, más libres, más cómodas. Son modelos que vemos menos. Más allá, las princesas van a seguir estando y las nenas también las aman”, dice Fink, la editora.
Y ya hay planes para las que vendrán: la cantante Mercedes Sosa, la luchadora colombiana Policarpa Salavarrieta y una de las antiprincesas míticas: Eva Perón.
El ida y vuelta entre Antiprincesas y lectores es tan vital como los proyectos que surgen a instancias de las personas movilizadas por la colección. En los próximos días, Frida se empezará a leer con niños hospitalizados en la provincia de Neuquén, para trabajar la enfermedad desde la historia de una mujer que la trascendió a través del arte. Y están los proyectos que llevan la colección a centros comunitarios donde niñas y niños de familias humildes toman la merienda.
“Excede lo que pensamos y nos emociona” dice Fink.