La escritora mexicana Évolet Aceves habló con SinEmbargo sobre los elementos autobiográficos contenidos en su novela al tiempo que comentó “que falta mucho por avanzar en esta cuestión de aceptar y avanzar las identidades de género disidentes” en el país.
Ciudad de México, 7 de julio (SinEmbargo).– La historia inicia hace 100 años. En un México que sale de la Revolución. Pero el relato no se centra en este hecho histórico, sino en el encuentro de Leonardo con el tocador de su madre, con la búsqueda de un reflejo que no corresponde a su identidad de género. Tiempo después ya como Cayetana de la Cruz y Schneider, ella hará un recorrido por ese pasado en una entrevista con el periodista Juventino, junto al eco de su obra poética.
La trama corresponde a la novela Tapizado corazón de orquídeas negra (Tusquets) de la escritora mexicana Évolet Aceves, para quien esta novela se conforma de una manera cubista precisamente por los distintos géneros de los que se alimenta, aunque ella reconoce que todo gira en torno a los reflejos.
“Todo gira en torno a los reflejos, a una imagen, que de alguna manera Leonardo veía, pero al mismo tiempo no veíamos y estaba escindida por algo que se llama en realidad o que se llama biología y que generaba una frustración en él, que más bien, pues nos daríamos cuenta que no era él, sino que era ella”, comentó Aveces.
La autora escribió que su personaje Cayetana es en ese sentido un reflejo muy fuerte de ella, que está situado en en el México posrevolucionario por su predilección por la Cultura y las Artes que se fueron dando a raíz de este evento: “esa época posrevolucionaria dio frutos en las artes en México pues creo que tengo mucho gusto por la literatura y por las bellas artes en general y quise retratar a Cayetana como una de las artistas a las que yo admiro de todas las artes y aquellos artistas que me gustaban a mí, ahí puse eso de aquello que yo admiraba y pues también una identidad muy propia muy personal”.
Évolet Aceves ahondó que la cosmovisión de Cayetana es la de ella al igual que su infancia. “Sí es muy autobiográfico, pero yo no quería que fuera algo completamente testimonial. Yo quise pasarlo por el filtro de ficción y por esa lente de la fantasía. Entonces es algo, que quería hacer a toda costa, evadir por completo una cuestión realista, aunque sí hay mucho autobiografía, pero sí quería que fuera ficcionado”.
—¿El situarlo en esta época te dio esa distancia necesaria? —se le preguntó.
—Sí, sí, creo que fue en parte lo que me dio esa distancia, pero también en el jugar con hechos fantásticos que desde la imaginación de la voz narradora del infante y pues de alguna manera un poco son los temores de ese niño que era yo, pues de alguna manera ahí están vertidos, su imaginación estaba plagada de cuestionamientos y plagada de imaginación, de fantasías. Entonces creo que eso fue lo que también me permitió hacer esa distancia entre la realidad y la ficción.
Un punto en el que se centra la autora es en el juego de espejos, donde se da una especie de choque “porque el cuerpo de alguna manera funge como ese canal o ese puente ese medio entre el cuerpo y entre el ambiente, el cuerpo es ese canal. Entonces, la protagonista de alguna manera vive sus prisiones y al mismo tiempo la liberación de esas prisiones a partir de la interacción de su cuerpo con la vestimenta que al mismo tiempo es el medio con el que te comunica con el ambiente y con los escenarios”.
La novela va acompañada además con una serie de fotografías y pinturas, que tienen su propia narrativa y cuya autora es la misma Évolet Aceves. “Se complementan de alguna manera hablando de una estética femenina y de una estética al mismo tiempo también de imaginación, de infantilización. Eso a mí me encanta, la voz infantil está llena de ilusiones, eso a mí me gusta mucho, se complementan mucho con la pintura y la fotografía que incluí, y que de hecho fue de lo último que incluí porque inicialmente no estaba planeado hacerlo, pero pues decidí incluirlo, creo que iba complementando muy bien la novela”.
En relación a si considera que persisten las mismas reticencias y prejuicios de la sociedad en cuanto a la identidad de género, ella señaló que aunque no fue su intención dar ese mensaje con su novela, se trata de una lectura válida.
“Sí creo que falta mucho por avanzar en esta cuestión de aceptar y avanzar las identidades de género disidentes. Realmente no estamos tan separados a lo que sucedía en aquel entonces. Las mujeres aún no tenemos por completo nuestros derechos humanos, en aquel entonces claro que estaba más drástico”.