Su amor por el cine clásico viene de su infancia, cuando en una Corea bajo dictadura militar, la televisión tenía una buena programación de cine, con clásicos de Hollywood los sábados y películas de autor los domingos, de cineastas como Truffaut y Fellini.
Por Alicia García de Fracisco
Cannes (Francia), 7 de julio (EFE).- Bong Joon-ho creció viendo películas de Truffaut o Hitchcock en la televisión, porque su madre tenía miedo a los microbios del cine, y fue mal diagnosticado con daltonismo, lo que le hacía creer que veía mal los colores. Dos razones por las que siempre soñó con hacer filmes en blanco y negro.
Pequeños detalles personales del cineasta que hizo historia con Parásitos (Parasite), con la que ganó la Palma de Oro de Cannes y cuatro Óscar -entre ellos los de mejor película y mejor película internacional-, y que este miércoles ha contado en un encuentro con la audiencia en el Festival de Cannes, con la sala llena y sin entradas disponibles desde ayer.
“Cuando veo las películas de los grandes cineastas que respeto y admiro como Kubrick, Truffaut o Hitchcock, tuvieron un periodo en blanco y negro. Para mí era un sueño de infancia hacer una película en blanco y negro, por eso hice una versión de Parásitos gracias a las técnicas digitales. Pero lo hice para mí, no para los espectadores”, aseguraba.
Y añadía divertido: “Los productores no deberían saberlo pero cuando era pequeño me diagnosticaron un tipo de daltonismo que afectaba solo al rojo y al verde”, aunque ya de adulto se hizo pruebas más profundas y le dijeron que no lo tenía.
Su amor por el cine clásico viene de su infancia, cuando en una Corea bajo dictadura militar, la televisión tenía una buena programación de cine, con clásicos de Hollywood los sábados y películas de autor los domingos, de cineastas como Truffaut y Fellini.
Bong Joon-ho (Daegu, 1969) se pasaba mucho tiempo viendo la tele. “Era más difícil ir al cine porque mi madre decía que había microbios y bacterias y no me dejaba”, reconocía el realizador entre risas.
Y aunque fue precisamente con su madre con la que acudió por primera vez a la sala para ver un extraño documental en el que un grupo de burros se emborrachaba, el primer título que recuerda haber visto en cine fue Sonrisas y lágrimas (The Soud of the Music) y aún puede recuperar la extraña sensación que tuvo al entrar de día y pasar tantas horas dentro que al salir ya era de noche.
Pero fueron las películas de Alfred Hitchcock las que le impulsaron a convertirse en cineasta, explicaba Bong, que apuntaba a la fuerte influencia del cineasta británico en muchos autores.
“Creo que es la forma de tranquilizarme cuando me bloqueo, me encanta coger viejos libros de realizadores que me gustan, reviso su forma de montar escenas y funciona para mí como una especie de antidepresivo”, explicó.
Por esa razón se siente atado a las cosas materiales. “Me encantan mis dvds, cds, me gusta tenerlos en las manos, aunque vivamos en una sociedad dominada por el streaming”.
Una vía de producir películas que él exploró con Okja (2017) -solo Netflix aceptó hacerla y le dejó total libertad, al igual que pasaría posteriormente con The Irishman (El irlandés, 2019), de Martín Scorsese-.
“Las plataformas de streaming son buenas para descubrir el cine pero no podemos compararlas con lo que puede dar una sala de cine, el sonido potente, el tamaño de la pantalla, la relación entre los espectadores (…) Pero la gran diferencia es que en la sala de cine los espectadores no pueden darle a un botón y parar la proyección. En la sala estamos totalmente sumergidos, absortos, como si el tiempo se parara, algo que como realizador no podemos obviar”.
Pero pese a su clara preferencia por el cine, ha aceptado de buen grado que HBO haga una serie basada en Parásitos, una historia de diferencia entre clases sociales que cree que igual que se desarrolla en Corea, podría darse en cualquier parte del mundo.
“Participo como productor y creo que será genial. Estoy trabajando con Adam McKey, guionista de The Big Short (La gran apuesta) sobre el guión. Es el mismo concepto, aunque la historia se desarrolla en Estados Unidos”, señaló Bong.
Sociólogo de formación, decidió después estudiar cine, una decisión que llegó tras admirar primero a los actores y luego a los directores. Su familia le apoyó desde el principio, aunque contó divertido que su madre fue a ver Mother (2009) al estreno y nunca han vuelto a hablar del filme.
A su padre sí le gustó porque tiene un gran sentido del humor, algo que el cineasta siempre introduce en sus películas.
“No creo que lo haga de forma consciente, pero estamos rodeados de gente demasiado seria y hay un ambiente pesado, me cuesta soportar esa opresión. Y en el cine, si cuentas una historia muy difícil, logras una fuerza mucho mayor si utilizas un poco de humor”.
Es su experiencia tras 21 años como realizador, aunque asegura que cada uno de sus proyectos es el fruto de sus obsesiones, no busca atraer la atención de los espectadores.
“Yo soy espectador y cinéfilo y tengo ganas de satisfacerme a mí mismo. Creo que siempre tienes que hacer algo que realmente tú tengas ganas de ver”, precisó.
Sobre sus futuros proyectos y después de asegurar que el éxito de Parásitos no ha cambiado su vida -“miradme, visto igual que antes”-, habla con pasión de un filme de animación que prepara desde hace tiempo y que espera estrenar en 2025 o 2026.
Y cree que ningún realizador está totalmente satisfecho de toda su filmografía. Aunque añade pensativo: “Quizas Kubrick sí lo estaba”.