Diego Petersen Farah
07/06/2024 - 12:03 am
Una democracia sin demócratas
Lo primero que se requiere para que tengamos democracia es demócratas. Ciudadanos y partidos que crean en la democracia. Políticos que respeten a los ciudadanos que votan, a los ciudadanos que organizan la elección, a los ciudadanos que cuentan los votos y que piensan y deciden, cada uno por sus razones, todas igualmente válidas, por quién votar.
Los que salieron a las calles a defender al Instituto Nacional Electoral (INE) acusan a ese mismo INE de haberse prestado a un fraude electoral. Morena, el partido ganador de casi todas las elecciones, protesta a gritos y sombrerazos porque no ganaron en Jalisco. Uno de los primeros beneficiados del voto diferenciado, Pedro Kumamoto, ahora sospecha del voto diferenciado porque esta vez no le favoreció.
Lo primero que se requiere para que tengamos democracia es demócratas. Ciudadanos y partidos que crean en la democracia. Políticos que respeten a los ciudadanos que votan, a los ciudadanos que organizan la elección, a los ciudadanos que cuentan los votos y que piensan y deciden, cada uno por sus razones, todas igualmente válidas, por quién votar.
Los partidos y candidatos derrotados (los del Frente en lo nacional; Morena en Jalisco) buscan desesperadamente dónde quedaron los votos que se imaginaron iban a tener, pero ninguno piensa en lo que ellos hicieron mal o dejaron de hacer.
El arrollador triunfo de Claudia Sheinbaum no se explica sólo por los programas sociales, ni siquiera por la indebida intervención presidencial. En los distritos más antilopezobradoristas del país, como el I de Nuevo León (Garza García), el VIII de Guadalajara (las colonias del poniente de clase media alta y alta), el X de Ciudad de México (Miguel Hidalgo) o en el XI de Guanajuato (la ciudad de León) Claudia Sheinbaum tiene entre 35 y 40 por ciento de los votos.
Claudia Delgadillo tuvo en Jalisco cerca de medio millón de votos menos que la candidata de su partido a la Presidencia. Nadie le robó esos votos, los perdió solita, no convenció ni a los de Morena de votar por ella, pues nunca dejaron de verla como una priista advenediza. Lo mismo podemos decir de Xóchitl Gálvez, quien sacó exactamente los mismos 15 millones de votos que obtuvieron en suma PAN, PRI y PRD hace seis años. Gálvez fue incapaz de sumar un voto más a los que ya tenían los partidos. Antes de pensar en fraude y culpar al INE o al Organismo Local (que depende del INE), los partidarios de Xóchitl Gálvez y Claudia Delgadillo deberían revisar lo que tienen en común: más allá de sus cualidades personales, ambas fueron muy malas candidatas.
El INE tiene muchísimos defectos, pero es nuestro INE. Nuestro significa eso, que somos nosotros los ciudadanos y no los partidos quienes organizamos la elección. Nos pueden caer mejor o peor unos consejeros o consejeras que otros, podemos estar de acuerdo o no con ciertas actitudes personales, pero eso no cambia lo esencial: nuestros votos se cuentan y se cuentan bien, porque los contamos los ciudadanos.
Si nuestro sistema electoral es caro; si cada boleta cuesta un peso con ochenta centavos porque se requieren seis sistemas de seguridad en su impresión; si tenemos conteos rápidos, PREP y recuentos; si necesitamos órganos electorales en cada estado, cada municipio y cada distrito; es justamente por actitudes como las que estamos viendo de un lado y de otros, porque tenemos una democracia sin demócratas.
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