Los protestantes no solo recordaron el incidente de Floyd, también de otros casos de brutalidad policial sobre la población negra, como lo fueron los de Briona Taylor o Eric Garner, este último neoyorquino y fallecido en un arresto desproporcionado en 2014 cuyo escándalo aún resuena en Nueva York.
Por Carles Escolà
Nueva York, 7 jun (EFE).- Ya sin la espada de Damocles del toque de queda, miles de neoyorquinos salieron este domingo y por undécimo día consecutivo a protestar en contra del racismo y, en las múltiples marchas que recorrieron los barrios de la Gran Manzana, los manifestantes tenían claro cuál era el objetivo principal de sus críticas: la policía.
“¿Cómo se escribe racista? NYPD (siglas de la policía de Nueva York)”, “Estos policías racistas se tienen que ir”, “Manos arriba, no dispares”, “No puedo respirar”. Son muchas las consignas que los manifestantes, en riadas multirraciales pero en su mayoría jóvenes blancos, coreaban por las avenidas y plazas de Manhattan o Brooklyn, en protesta por la muerte con tintes racistas del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Mineápolis (Minesota).
No solo se acordaron de Floyd, también de otros casos de brutalidad policial sobre la población negra, como lo fueron los de Briona Taylor o Eric Garner, este último neoyorquino y fallecido en un arresto desproporcionado en 2014 cuyo escándalo aún resuena en Nueva York.
Los manifestantes no se olvidan de ellos, incluso el cineasta Spike Lee, al que se pudo ver participar en una marcha en Brooklyn en su bicicleta azul y naranja, los colores de su querido New York Knicks de baloncesto.
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La ciudad que nunca duerme -así era al menos conocida antes de la pandemia del coronavirus- tampoco descansa jamás cuando se propone protestar por algo. Y es que, tras la multitudinaria manifestación de este mediodía en Times Square, una nueva riada de personas se congregó en Union Square a primera hora de la tarde para subir por la Sexta Avenida hasta cerca de la residencia del Alcalde, la conocida como Gracie Mansion.
En Union Square se reunieron de nuevo miles de manifestantes con ganas de hacer escuchar su voz. Allí estaban dos médicos blancos del hospital Montefiore, Liam y Ethan, que con sus uniformes sanitarios verdes y blancos portaban dos pancartas que rezaban: “Batas blancas para vidas negras” y “El racismo es un problema de salud pública”.
Es un ejemplo del alto compromiso de los blancos estadounidenses estos días, que no solo se ha notado en las calles, sino también en las redes sociales.
Los neoyorquinos son grandes expertos en crear sus pancartas, habitualmente confeccionadas con los cartones de las cajas con las que Amazon les hace llegar sus compras online.
Otras dos jóvenes universitarias con skate portaban su propio lema: “Si tú eres neutral en situaciones de injusticia, tú has escogido el lado del opresor”. Frente a ellas, dos mujeres vestidas con prendas deportivas exhibían su consignas: “El racismo es una pandemia” y “El supremacismo blanco es la auténtica pandemia”.
También hubo acento latino gracias a una pancarta de fondo rojo que llevaba una muchacha: “Latinx For #BlackLivesMatter (Latinos con Las Vidas Negras Importan)”.
Pero realmente los que más gritaban durante la manifestación en Manhattan eran los jóvenes negros, los grandes damnificados de la brutalidad policial en Nueva York y en tantas ciudades y pueblos de Estados Unidos.
Muchos de ellos, al pasar delante de un grupo de policías, se dirigían a los agentes agitando sus pancartas y coreando lemas como “Si no hay justicia, no hay paz”, “No puedo respirar” (las últimas palabras de Floyd antes de morir) o “Las vidas negras importan”.
La policía de Nueva York está en el punto de mira, hoy más que nunca. No se va a desmantelar como la de Mineápolis, pero su actuación está en entredicho y el Ayuntamiento ya ha decidido quitarle fondos para financiar servicios para la juventud y retirar a los agentes la responsabilidad de controlar el comercio callejero.
En unos días habrá que ver la reacción del cuerpo, con un poderoso sindicato y una tradición muy arraigada de corporativismo y lealtades.