El cambio climático reducirá el hábitat de estos animales en la alta montaña de Asia Central hasta en dos tercios en el próximo medio siglo, y a la vez el aumento de temperaturas forzará a los ganaderos a buscar pastos para sus rebaños cada vez a mayor altura, aumentando la competencia de ambos por la misma tierra.
Ginebra, 7 de junio (EFE).- El cambio climático ha reducido el hábitat del leopardo de las nieves, especie amenazada de Asia Central, y también los pastos de las comunidades ganaderas locales, lo que aboca a humanos y felinos a un conflicto en el que seguramente estos últimos acabarán perdiendo, advierte Naciones Unidas.
La oficina europea del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) presentó esta semana videos y fotografías que demuestran que los leopardos de las nieves, también conocidos como irbis, se están desplazando a zonas cercanas a grandes ciudades de la región, como Bishkek, la capital de Kirguizistán.
Hasta 15 ejemplares adultos y dos cachorros de este felino han sido fotografiados y filmados mediante cámaras activadas por movimiento en las montañas Ala Too, a unos 40 kilómetros de la ciudad, una proximidad que según el director de PNUMA Europa, Bruno Pozzi, indica futuros problemas de convivencia.
“Los conflictos entre los leopardos, las comunidades locales y el ganado serán seguramente cada vez más frecuentes, y esto también puede conllevar un incremento en la caza furtiva y el comercio ilegal de vida salvaje”, subraya Pozzi.
El irbis es presa de comerciantes ilegales por su exquisito pelaje y por sus huesos, utilizados en la medicina tradicional china.
El cambio climático reducirá el hábitat de estos animales en la alta montaña de Asia Central hasta en dos tercios en el próximo medio siglo, y a la vez el aumento de temperaturas forzará a los ganaderos a buscar pastos para sus rebaños cada vez a mayor altura, aumentando la competencia de ambos por la misma tierra.
“En los últimos tres o cuatro años hemos tenido mucha lluvia en primavera, lo que hace más difícil trabajar los campos, por lo que hemos tenido que retrasar el envío de nuestro ganado a las praderas”, explica Emilbek Dzhaparov, guardabosques de la zona donde habitan estos leopardos.
“Si pudiéramos llevar antes a nuestros animales (principalmente ovejas, cabras y vacas), sería menos probable que se encontraran con leopardos de las nieves”, añade, mientras su compañero Azim Sasykulov subraya que estos felinos “atacan al ganado porque su área de caza se ha reducido”.
PNUMA Europa ha puesto el foco en esta situación durante la semana en que se ha celebrado el Día Mundial del Medio Ambiente (5 de junio), este año dedicado a la biodiversidad y a la necesidad de protegerla.
La pandemia de COVID-19, una enfermedad transmitida de animales salvajes al hombre (aunque el origen exacto del coronavirus aún es estudiado por los científicos), ha recordado aún más esa necesidad de respetar la fauna y flora silvestres.
Un 70 por ciento de las nuevas enfermedades que han “atacado” al ser humano en las últimas décadas -incluyendo el SARS, el MERS y la COVID-19- han tenido origen animal.
“Una mayor interacción entre humanos y vida salvaje puede incrementar las posibilidades de enfermedades zoonóticas como la COVID-19”, destaca Pozzi.
En su intento de encontrar una solución, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente lidera un programa llamado “Tesoros en Desaparición” que busca diversificar los modos de vida de las comunidades locales en las montañas de Asia Central donde se encuentra el hábitat de los irbis.
Ecoturismo, apicultura y horticultura son promocionadas como posibles actividades económicas alternativas a la ganadería, con miras a una coexistencia más pacífica con la vida salvaje local.
El programa está financiado por el Gobierno de Luxemburgo y organizaciones dedicadas a la conservación del irbis, un animal apodado en Asia Central como el “fantasma de las montañas” por lo difícil que antaño era divisarlo, pero que está perdiendo ese carácter espectral por culpa del calentamiento global.
Este leopardo, también presente en el Himalaya y del que se calcula que hay menos de 10.000 ejemplares en libertad, está en situación “vulnerable” según la clasificación internacional de animales amenazados, tercera en gravedad e indicativa de que una especie podría extinguirse si no se toman medidas de protección.