Gustavo Sosa Núñez
07/06/2020 - 12:00 am
Normalidad post-pandémica digital
La pandemia ocasionada por la COVID-19 está fungiendo como catalizador de cambios económicos, sociales, y personales no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. El confinamiento y el cuidado a la salud han dejado al descubierto el incremento de la presencia de la digitalización en la cotidianeidad. Hay varios ejemplos de esto. El sector académico hace […]
La pandemia ocasionada por la COVID-19 está fungiendo como catalizador de cambios económicos, sociales, y personales no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. El confinamiento y el cuidado a la salud han dejado al descubierto el incremento de la presencia de la digitalización en la cotidianeidad.
Hay varios ejemplos de esto. El sector académico hace uso de televisión e internet para que los estudiantes continúen con sus procesos educativos, el trabajo de oficina en casa (“home office”) ha ido en aumento, la digitalización de trámites gubernamentales se ha enfatizado, el uso de la banca electrónica por parte de quien no la frecuentaba, el aumento de ventas de productos en línea (incluida despensa), y el fomento al uso de tarjetas bancarias en lugar del dinero en efectivo (para minimizar contacto físico) son sólo algunos aspectos que son observables en este tiempo turbulento.
Esto empata con la tendencia mundial hacia el desarrollo y el creciente uso de tecnología. La velocidad con la cual esto sucede permite pensar que el futuro es digital. Sin embargo, transitar en esa dirección infiere el rezago de quienes no tienen acceso a estas tecnologías por razones socio-económicas. La brecha de ingreso significa una diferencia de educación digital, oportunidad laboral, desarrollo personal, e incluso de calidad de conectividad. Esto se entiende desde el plano global, en el que Naciones Unidas considera que la cooperación es esencial para fomentar el acceso universal a la digitalización. ¿Cómo debe ser este acceso en los planos nacionales y locales? ¿Hasta dónde permeará la digitalización en un mundo post-pandemia, cuando la cotidianeidad retome su rumbo?
Sin duda, algunos cambios llegaron para quedarse. Hay nuevos segmentos de mercado por digitalizar. Las expectativas de productores y consumidores por aumentar la presencia digital en sus acciones y productos conllevarán el desarrollo y mejora de procesos de calidad. Además, hay quienes abogan por una aceleración de estrategias de digitalización para incrementar la resiliencia y optimizar procesos de negocio ante futuros desastres. Esto no debe ser sólo desde el aspecto comercial, el uso de la digitalización también debe considerarse para protección civil y estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático, por citar ejemplos del uso científico de la digitalización.
Los viajes de trabajo pueden ser cosa del pasado, al tener herramientas digitales para incrementar la interacción entre contrapartes se ahorra recurso económico. Webinars, teleconferencias, exposiciones y exhibiciones en línea dejarán de ser complementarias y serán consideradas como mecanismos básicos de interacción y cooperación, tal como sucede en estos momentos. Asimismo, habrá inversión en infraestructura para trabajo remoto, como ancho de banda, equipo físico, capacidad en la nube y licencias para software; lo que implica el desarrollo de capacidades de personal de tecnologías de la información para el seguimiento correspondiente.
Procesos gubernamentales, empresariales y sociales continuarán digitalizándose, y la seguridad, privacidad y protección de datos es otro tema que requiere observancia. Esto implica el fomento a la ciber-seguridad y combatirse el crimen digital, mismo que se incrementa debido al aumento en el uso de tecnologías de la información.
Gobiernos y empresas de diversa índole y tamaño continuarán transitando a la digitalización. La educación también experimentará cambios tomando en cuenta la viabilidad de que cursos, seminarios, talleres y demás formatos de aprendizaje puedan llegar a un mayor número de estudiantes o audiencia.
Esta transición que enmarca un mundo posterior a la pandemia debe tener un componente social que permita combatir el rezago digital en aras de crear sociedades más equitativas. Pero esto no refiere únicamente al acceso a redes sociales, sino a contenidos relevantes e importantes de información (aunque la digitalización también asiste a la diseminación de noticias falsas). En la nueva normalidad se requiere de una inclusión digital que no deje a nadie atrás. Esto se había visualizado previamente, y el contexto de la COVID-19 permite profundizar en ello.
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