Antonio Salgado Borge
07/06/2019 - 12:05 am
“Heterofobia”
Es importante hacer un par de aclaraciones sobre nuestras definiciones. Aunque puede ser considerado indicativo de la reacción del lenguaje ante hechos en el mundo, no vale la pena detenernos aquí a polemizar sobre el hecho de que “heterofobia” no es un término reconocido por la RAE, mientras que “homofobia”, sí lo es. Por otra parte, es importante señalar el sentido original de “homofobia” claramente no incluye la aversión o miedo hacia personas transexuales, bisexuales, intersexuales… Sin embargo, dado que la intención de este texto es mostrar que el término “heterofobia” no tiene referente y por qué implica homofobia, por motivos de simpleza su comparación con “homofobia” será suficiente.
Confamilia, una organización ultraconservadora mexicana, escogió el 27 de mayo para “conmemorar” algo que llamó el “Día Internacional contra la Heterofobia”. Esta “conmemoración internacional”, que en su primera ocurrió exclusivamente en México, fue acompañada por varios de los usuales tropos ultraconservadores -como “no a la perversión de los niños con la agenda LGBTTTQ”-. Un tweet de Confamilia captura a la perfección el espíritu de este proyecto: “El lobby LGBTTTIQ+ pasó de pedir respeto a imponer una dictadura ideológica a través de leyes falaces, donde difundir la verdad y disentir de ellos representa un discurso de odio…#27M-HeterofobiaNO. #AmoSerHetero”.
Sin ánimos de ser aguafiestas, la mala noticia para Confamilia y similares es que el uso del término “heterofobia” implica, cuando menos, dos grandes problemas. El primero es que estamos ante una quimera o que el término no tiene referente o no aplica a nada en el mundo. El segundo, para fines prácticos mucho más relevante que el primero, es que la lucha contra la “heterofobia” implica homofobia.
Para ver por qué estos problemas son relevantes, vale la pena iniciar reconociendo que en toda discusión es indispensable dejar en claro, de antemano, lo que se entenderá por los términos que se emplearán en la disputa. Mucho tiempo y tecleos se habrían ahorrado si esto fuera la norma en foros virtuales o en las redes sociales. En este sentido, me parece seguro afirmar que por “fobia” es seguro entender aquí “aversión” o “temor” hacia algo. Considerando el contexto, por “hetero” debemos entender “heterosexualidad” o instancias de esta -es decir, individuos heterosexuales-, mientras que por “homo” deberíamos entender “homosexualidad” o sus instancias. Así, podemos tomar como el punto de partida que necesitamos las siguientes definiciones:
Heterofobia: aversión o miedo hacia la heterosexualidad o los individuos heterosexuales
Homofobia: aversión o miedo hacia la homosexualidad o los individuos homosexuales.
Es importante hacer un par de aclaraciones sobre nuestras definiciones. Aunque puede ser considerado indicativo de la reacción del lenguaje ante hechos en el mundo, no vale la pena detenernos aquí a polemizar sobre el hecho de que “heterofobia” no es un término reconocido por la RAE, mientras que “homofobia”, sí lo es. Por otra parte, es importante señalar el sentido original de “homofobia” claramente no incluye la aversión o miedo hacia personas transexuales, bisexuales, intersexuales… Sin embargo, dado que la intención de este texto es mostrar que el término “heterofobia” no tiene referente y por qué implica homofobia, por motivos de simpleza su comparación con “homofobia” será suficiente.
Regresemos entonces a nuestras definiciones. Quienes creen que existe la “heterofobia” y celebran la lucha en su contra afirman entonces que hay personas que padecen, por ser heterosexuales, una aversión o un rechazo análogos a los que padecen las personas homosexuales por el hecho de ser homosexuales. Por ende, la pregunta obligada es ¿rechazo de quién? Y es que, en caso de existir, esta aversión hacia los individuos heterosexuales claramente no sería estructural ni vendría del Estado. Esto contrasta con el rechazo contra las personas homosexuales, suele ser un hecho perfectamente identificable a través de sus manifestaciones estructurales. Por ejemplo, en algunos países la homosexualidad sigue siendo castigada con pena de muerte; en otros, las personas homosexuales no tienen los mismos derechos.
Es fácil ver que este tipo de manifestaciones estructurales no existen contra las personas heterosexuales: en ninguna parte del mundo una persona heterosexual es encarcelada o condenada a muerte por el hecho de ser heterosexual. Tampoco se niega la posibilidad de casarse a heterosexuales por el hecho de ser heterosexuales. Para ser claro, los individuos heterosexuales pueden ser sujetos de sanciones legales por motivos diversos o pueden ser restringidos de la posibilidad de casarse -por ejemplo, en casos de pretender casarse con una persona menor de edad-; pero ello es ortogonal para efectos de este análisis, pues este rechazo no se origina a partir de su condición de heterosexuales. No hay rechazo estructural hacia las personas heterosexuales; por ende, quienes quieran hablar de “heterofobia”, tendrían que buscar en otra parte.
Una alternativa sería postular que el rechazo contra las personas heterosexuales proviene no del Estado o de estructuras, sino de otros individuos. Esto podría manifestarse de diversas formas que van desde rechazo velado hasta agresiones físicas o verbales. Por ejemplo, la aversión o miedo contra las personas homosexuales se manifiesta en ataques físicos en su contra; en nuestro país entre 6 y 7 personas son asesinadas mensualmente por el sólo hecho de ser LGBTI. El problema para quienes encabezan la “lucha contra la heterofobia” es que no hay registro de casos de personas rechazadas, golpeadas o asesinadas por otras por el simple hecho de ser heterosexuales. De nuevo, si quienes hablan de “heterofobia” van a utilizar un término adecuadamente, tendrán que buscar su referente en otro lado.
A través de malabares retóricos, Confamilia y similares dicen haber encontrado el referente que necesitan: la lucha de las personas LGBTI contra la homofobia. Estos esfuerzos, según algunos grupos ultraconservadores, forman parte de un intento organizado de imponer una “dictadura ideológica a través de leyes falaces”; son estas leyes y esta “dictadura” las que implican “heterofobia”. Desde luego, la relación entre la “heterofobia” y la lucha proderechos LGBTI sólo podría establecerse si se construye un vínculo causal entre las supuestas “leyes falaces” y aversión contra las personas heterosexuales; es decir, si las modificaciones legales representan un riesgo de rechazo u odio para los individuos heterosexuales.
Para ver por qué este vínculo es inexistente, podemos asumir que una de las leyes a las que se refiere Confamilia es el matrimonio igualitario. Y es que no hay forma de establecer que el hecho de que las personas homosexuales puedan casarse contribuye a generar aversión contra las personas heterosexuales. Sin embargo, los mensajes que se utilizan para promover que la plena igualdad entre homosexuales y heterosexuales no sea reconocida legalmente sí que implica aversión hacia los homosexuales. Confamilia y compañía quieren cerrar la puerta del matrimonio a los homosexuales con el pretexto de que esto implicaría rechazo a los heterosexuales. En los hechos, el resultado es negar el reconocimiento de un derecho y rechazar públicamente a un grupo de personas a las que no se considera dignas de este derecho por ser homosexuales; es decir, homofobia. Por el contrario, la aprobación del matrimonio igualitario no implica rechazo alguno hacia los individuos heterosexuales, que seguirían siendo tan aceptados y respetados como siempre.
Hemos visto que la supuesta lucha contra la “heterofobia” implica, en los hechos, homofobia. Pero no hay que cavar muy profundo para notar que este es el caso. La homofobia de quienes se dicen preocupados por la heterofobia queda en evidencia cuando se consideran mensajes de Confamilia o sus aliados como, “no a la perversión de los niños con la agenda LGBTTTQ”. La idea aquí es que la materialización de la agenda proderechos de los colectivos LGTBI implicaría “pervertir” a las niñas y niños. Pero esta idea sólo aplica si se considera que ser una persona LGTBI es una instancia de perversión -eso es, de vicio o perturbación-. Y, claro está, lo perverso o viciado normalmente es rechazado u odiado. En contraste, la lucha contra la homofobia no parte de la base de que la heterosexualidad es una perversión. Su argumento central es que todas las personas, incluidas las heterosexuales, deben tener las mismas oportunidades y derechos.
Pero quienes afirman que existe la “heterofobia” creen tener un último as bajo la manga: la idea de que el discurso homofóbico es cada vez más penado socialmente y que, como suele venir de heterosexuales, el rechazo a este discurso implica “heterofobia”. Para ser claro, el argumento aquí es que, al paso que vamos, eventualmente no serán permitidos los comentarios que demuestren aversión contra la homosexualidad. Los creyentes en la “heterofobia” sostienen, a su vez, esto constituye una suerte de rechazo a la posición de algunas personas heterosexuales y que, por ende, implica aversión contra la heterosexualidad.
Es fácil ver que los creyentes de la “heterofobia” tendrían un argumento contra alguien que afirmara que su discurso que no incluye odio debe ser prohibido por el hecho de provenir de personas heterosexuales. Pero, es evidente que no estamos ante un caso de esta naturaleza; lo que se rechaza es el contenido del discurso y no a sus voceros. Por ponerlo de otra forma, el problema para los creyentes en la “heterofobia” es que rechazar el discurso discriminatorio o de odio de un grupo hacia otro no implica un rechazo hacia el grupo que esgrime ese discurso, sino a la naturaleza del discurso en cuestión. Por ejemplo, alguien puede rechazar el discurso de las personas blancas que afirman que las personas no blancas deben ser expulsadas de Estados Unidos -e incluso abogar para que ese discurso sea prohibido- sin rechazar a las personas blancas por ser blancas. Lo que se está rechazando, en este caso, es el discurso racista o xenófobo de algunas personas, sin importar el color de su piel. Esto es, el rechazo al discurso de odio no es necesariamente una instancia de discurso de odio.
Dado lo anterior, ¿qué ganaron quienes decidieron “conmemorar” la “lucha contra la “heterofobia”? ¿Qué les movió a promover una quimera? Hemos visto que el término “heterofobia” no se refiere a algo en el mundo; así que, al menos en este sentido, la respuesta a ambas preguntas, aunque poco satisfactoria, es una y la misma: nada. Pero también revisamos las razones por las que tanto la idea de la lucha contra la “heterofobia” como el discurso que la acompaña implican aversión o rechazo hacia las personas LGBTI. En este sentido, sí que hay una explicación muy real para la ocurrencia de Confamilia y sus aliados: al “conmemorar” el “Día Internacional contra la Heterofobia” celebraron públicamente, aunque con otro nombre, la primera edición de su muy particular “Día Internacional a favor de la Homofobia”.
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