Aunado a la crisis de opioides que se vive en territorio norteamericano, las autoridades de este país alertan por otra problemática, que actúa de manera silenciosa, y que también cobra la vida de miles de personas al año: el consumo de bebida alcohólicas.
Ciudad de México, 7 de mayo (SinEmbargo).- Mientras el Gobierno de Estados Unidos lucha por controlar la actual crisis de fentanilo que se vive en el país, entre las sombras se desarrolla otra problemática que ha estado presente por muchos años. Se trata del alcohol, una sustancia de la cual está normalizado su consumo y que provoca 140 mil muertes al año, las cuales superan los 106 mil decesos registrados por el consumo del opioide, según cifras oficiales.
El tráfico de fentanilo, un opioide que cada día provoca la muerte de alrededor de 200 estadounidenses, ha generado una disputa entre el Gobierno de México y el sector político más conservador de Estados Unidos, quienes se señalan los unos a los otros tratando de encontrar a un culpable por la producción y distribución de este químico que ha desatado un problema de salud pública en la Unión Americana.
La realidad es que el producto primario llega desde Asia, vía marítima, a las costas mexicanas. Desde ahí, es enviado a los laboratorios clandestinos y luego, con las pastillas listas, empieza su camino hacia el norte: Estados Unidos. Se trata de los opioides sintéticos, específicamente el fentanilo, que mata a decenas de miles al año en aquel país.
México y Estados Unidos califican al fentanilo como un peligro para la seguridad nacional y la salud de las naciones, entre otros. La emergencia es evidente: Estados Unidos vive una “pandemia de opioides”, que provoca la mayoría de las muertes por sobredosis en la nación norteamericana. Se trata de una de las principales amenazas en la historia de la región.
En pastillas, el fentanilo, más poderoso que la heroína y que la morfina, captura rápidamente a sus consumidores. Ahora, el peligro agregado es que se combina con otras drogas más “convencionales”.
Aunado a esta crisis, las autoridades estadounidenses país alertan por otra problemática, que actúa de manera silenciosa, y que también cobra la vida de miles de personas al año, inclusive varias miles más: el consumo de bebidas alcohólicas.
El Instituto Nacional de la Salud (NIH por sus siglas en inglés) estima que aproximadamente 18 millones de estadounidenses tienen problemas con el consumo de alcohol. El consumo excesivo de alcohol aumenta el riesgo de sufrir lesiones y accidentes, enfermedades y otros problemas de salud. Beber en exceso es una de las principales causas de fatalidades evitables en los Estados Unidos.
Las fatalidades evitables son los casos de muerte por procesos que disponen de tratamiento o medidas de prevención y que podrían haberse evitado si el sistema sanitario hubiera actuado correctamente en todos sus pasos. Es decir, al año mueren aproximadamente 88 mil personas por esta causa derivado del consumo de alcohol.
Para muestra de lo dicho, el análisis de los datos de mortalidad nacionales y estatales de 2015 a 2019 que hizo un estudio publicado en la revista académica JAMA Network Open, calcula que una de cada cinco muertes de personas de entre 20 y 49 años en Estados Unidos es atribuible al consumo excesivo de alcohol. Además, cifras de la Encuesta Nacional sobre Salud y Consumo de Drogas señalan que en 2020, casi el 70 por ciento de las personas mayores de 18 años en territorio norteamericano afirmaron haber consumido una bebida alcohólica durante el año anterior.
Los datos de esta encuesta muestran que el 24 por ciento de las personas declararon haber bebido en exceso, es decir, cuatro o más bebidas en cada ocasión en el caso de las mujeres, y cinco o más bebidas por ocasión para los hombres, durante el mes anterior.
CONTRARRESTAR LOS DAÑOS
Estados Unidos podría tomar varias medidas en términos de políticas públicas para reducir el impacto por el consumo de alcohol en la sociedad. Una política que ha demostrado su eficacia incluye el aumento de los impuestos especiales al alcohol, que son impuestos selectivos a la venta de bebidas embriagantes.
Philip J. Cook, profesor emérito de la Universidad de Duke y experto en políticas sobre el alcohol indicó en entrevista con The New York Times que una posible solución para ponerle freno al consumo de bebidas embriagantes sería establecerles impuestos más altos.
El experto indicó que los legisladores estadounidenses deberían concentrarse en asuntos de mayor relevancia como el buscar alternativas para disminuir el daño que causas en las personas el consumo de alcohol.
A pesar de que esta no es una medida nueva, la realidad es que los impuestos al alcohol se han mantenido estancados.
Las autoridades de Estados Unidos han establecido límites sobre cómo, dónde, cuándo y a quién se puede vender alcohol. Pero existe otra medida altamente efectiva que los funcionarios han ignorado por años y que podría ayudar en gran medida: aumentar los impuestos a las bebidas embriagantes.
Otra medida que ha demostrado su eficacia es las restricción en el número de tiendas que venden alcohol, establecer horarios de venta e incrementar la edad legal mínima para consumir alcohol de los 18 a los 21 años.
Actualmente la edad legal mínima para consumir alcohol en Estados Unidos es de 21 años. Antes de 1984 la edad mínima para poder consumir bebidas alcohólicas podía variar de un estado a otro, y algunos entidades de la union americana permitían el consumo a partir de los 18 años.
De acuerdo con The Conversation, las políticas para el control del alcohol en Estados Unidos han ido en declive en las últimas décadas, y muchos estados han optado por privatizar la venta de bebidas alcohólicas, en oposición directa a lo que expertos saben que puede reducir los daños relacionados con el alcohol. La privatización, que elimina los monopolios estatales sobre las ventas de alcohol, aumenta enormemente las ventas y el consumo de alcohol per cápita.
-Con información de Obed Rosas