La obra premiada es una imagen de Sandra Monroy, paciente de cáncer sometida a una mastectomía bilateral que le salvó la vida, una imagen, que según el jurado, captura un momento de máximo dolor, en el que la herida es todavía reciente, y aún así logra transmitir esperanza.
Por Gustavo Borges
Ciudad de México, 6 abr (EFE).- La mexicana Sáshenka Gutiérrez, ganadora este miércoles del premio Ortega y Gasset en la categoría de mejor fotografía, es una fotorreportera del otro lado de las mentiras, confiada en que la honestidad es la clave para lograr buenas imágenes.
“Para tomar una buena foto, lo primero es ser honesto con lo que estás haciendo, aunque, por supuesto, hay que dominar la técnica”, aseguró en entrevista a Efe la ganadora del prestigioso premio anual del diario El País.
La obra premiada es una imagen de Sandra Monroy, paciente de cáncer sometida a una mastectomía bilateral que le salvó la vida, una imagen, que según el jurado, captura un momento de máximo dolor, en el que la herida es todavía reciente, y aun así logra transmitir esperanza.
“La veo como una foto de valentía; conmovedora. Las mujeres que rodean a Sandra están llenas de amor y sororidad; más allá de la idea del terror al hablar del cáncer, esa foto habla de la vida”, señaló la fotógrafa de la oficina de la agencia Efe en México.
Sáshenka es una mujer menuda que asume su oficio como una deportista profesional. Antes de la pandemia corría más de una hora sin parar y aunque ya bajó la intensidad, lo compensa con entrenamientos de pesas para fortalecer su espalda y poder cargar equipos de hasta ocho kilos.
“Con el paso del tiempo me hice ordenada. Me levanto temprano, reviso las pilas de mis equipos, vacío las tarjetas y llego a tiempo a mis asignaciones; si no conozco bien al entrevistado, estudio cómo se comporta”, señala.
Entre sus colecciones de fotos más completas está la de la Premio Cervantes de literatura Elena Poniatowska. No es casual; como el personaje Lilus Kikus de la primera novela de la escritora, que mira por horas cómo un gato juega con su cola, Sáshenka está obsesionada con el arte de observar.
“La mirada se entrena, aprendí a ver detenidamente las cosas. Elena es una de las personas de las que más fotos tengo. A veces me pregunta para qué la busco tanto, otras se fija en mis botas o en mi pelo de colores”, dice la artista que hoy lleva el cabello de color violeta, combinado con el tono de sus uñas.
Hace un año, la policía la detuvo en el metro de la capital junto con otras compañeras horas antes de una protesta feminista. En vez de lamentarse, en el momento de apuro hizo lo que más la apasiona: tomar fotos a los agentes.
Sáshenka siente una seducción por el peligro, lo dicen su trabajo y lo atestiguan sus compañeros.
“Es una mujer sin miedo, si le digo que hay una cobertura en un foco de la COVID o dónde sea, ella siempre dice que sí”, asegura Alejandro Cruz, su editor en la delegación de México de Efe, donde también trabaja Francisco Guasco, quien en diciembre pasado ganó el Premio Jalisco de Periodismo.
“Es un orgullo que en tan poco tiempo dos de los fotógrafos de Efe México hayan obtenido sendos premios tan prestigiosos”, aseguró Cruz.
Un ejemplo de la profesionalidad de Sáshenka fue lo vivido en el terremoto de 2017 en Ciudad de México. Se fue al lugar de los derrumbes, sin saber si su casa seguía en pie y su familia viva.
“Con una foto que nos guste, ya todo valió la pena”, asegura con una pasión que roza la inconsciencia.
Sáshenka posee un estilo propio. Quien mira sus fotos sabe que ella es la autora porque, a diferencia de colegas que usan el photoshop para ajustar el brillo y cuestiones técnicas, sus obras quedan en el primer intento.
Siente devoción por el trabajo, pero reconoce que, como por guardametas del fútbol, un fotoperiodista necesita buena fortuna.
“Un fotógrafo sin suerte, pues no. Eso no es posible”, concluye.