#MeToo

07/04/2019 - 5:00 pm
“Estamos todos muy azorados por los sucesos recientes”. Foto. Especial

Decía Maquiavelo en una de sus más conocidas sentencias: “divide y vencerás” y, sin duda, era un buen consejo para el príncipe, pues al poderoso no le convienen las alianzas de sus subalternos; es mejor que todos los hilos de comunicación pendan de él, pues de ese modo cada uno sabe que le debe el puesto y la vida. También resultaban convenientes las guerras intestinas, pues esto hacía que las fuerzas se diezmaran entre ellas, en lugar de coaligadas irse contra él. La división es, maquiavélicamente, el mejor estado para conservar el poder que es, no lo olvidemos, la tarea principal del príncipe.

Hoy estamos en un estado de división -como yo, al menos, no recuerdo que se haya presentado nunca antes-, prácticamente es un estado de todos contra todos. Y estoy muy lejos de creer en la existencia de una consciente teoría del complot. No me pasa por la cabeza, más que como disparate, creer que haya alguien o muchos que de acuerdo con un plan estén intensificando la división en México.

Más bien creo que ha sido tan largo el proceso de descomposición del estado de derecho que todas las instancias formales y legales, eso que en general se llama “Las Instituciones”, han fracasado y no han dejado a la sociedad más salida que organizarse en autodefensas -y no estoy pensando únicamente en las autodefensas al estilo del doctor Mireles, sino en todas las instancias en las que los agraviados buscan una manera de hacerse justicia por mano propia.

En este sentido son autodefensas los recientes #MeToo que inundan las redes sociales, instancias virtuales a las que se han mudado los agraviados para ventilar en la Internet lo que no ha encontrado solución en el mundo real debido a la añosa ineptitud de las autoridades. Cuando la autoridad llega tarde, porque ya nadie la espera, y pregunta quién fue el autor del linchamiento, yo escucho el eco de una voz ancestral que dice: Fuente Ovejuna, o sea, el pueblo a una.

Estamos todos muy azorados por los sucesos recientes y, una vez más, no me refiero sólo a un caso, el del suicidio de Armando Vega-Gil, sino a los linchamientos cotidianos que ocurren en las redes sociales, que por virtuales no dejan de ser igual de mortíferos. Y a mí, lo que más azoro me causa es la virulencia que brota de una multitud que reacciona con inmediatez inusitada, y en la que cada participante solo frente a su pantalla responde con una psicología de masas. Pensamos tan mal unos de los otros, tenemos tal desconfianza de todos y de todo, que basta una acusación para que en el acto, sin mediación ninguna, sobre todo sin que medien la reflexión y la ponderación, reaccionamos ferozmente convencidos de que el señalado como culpable es culpable. Estamos en un estado de cacería de brujas y basta con que alguien diga “ese o esa es brujo o bruja” para que el inculpado arda al instante.

Ahora sí estamos divididos hasta la médula y no por un complot maquiavélico, sino por el hartazgo de la desesperanza; ya nadie espera a que se haga justicia por las vías formales. Y esto produce un problema gravísimo: no se mata al comendador, sino que Fuente Ovejuna ataca a Fuente Ovejuna.

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@oscardelaborbol

Óscar de la Borbolla
Escritor y filósofo, es originario de la Ciudad de México, aunque, como dijo el poeta Fargue: ha soñado tanto, ha soñado tanto que ya no es de aquí. Entre sus libros destacan: Las vocales malditas, Filosofía para inconformes, La libertad de ser distinto, El futuro no será de nadie, La rebeldía de pensar, Instrucciones para destruir la realidad, La vida de un muerto, Asalto al infierno, Nada es para tanto y Todo está permitido. Ha sido profesor de Ontología en la FES Acatlán por décadas y, eventualmente, se le puede ver en programas culturales de televisión en los que arma divertidas polémicas. Su frase emblemática es: "Los locos no somos lo morboso, solo somos lo no ortodoxo... Los locos somos otro cosmos."
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