Desde el arribo de López Obrador a la Presidencia de la República le ha tocado lidiar con dos Presidentes de Estados Unidos: Donald Trump y Joseph Biden.

Con Trump existió desde el principio una confluencia de personalidades y de estilos de gobernar. Dos biografías muy distintas, pues mientras López Obrador proviene del Estado de Tabasco y de la cultura priísta de su Estado natal y de la ciudad de México, Trump es hijo de un magnate de la industria mobiliaria neoyorquina.

No obstante, ambos hombres comparten (aunque Trump ya no está en el poder) su aversión a la democracia liberal, la idea de la separación de poderes y el Estado de Derecho. El acuerdo ostensible entre ambos mandatarios fue el siguiente: mientras López Obrador ayudaría al Gobierno trumpista a servir como contención al paso de migrantes hacia Estados Unidos, el Presidente Trump pasaría por alto el asalto del gobierno obradorista a la democracia en México e incluso su connivencia con capos del narcotráfico. Fue una luna de miel de dos líderes autoritarios.

Ahora sabemos cómo terminó el gobierno de Trump: con un intento de golpe de Estado que, afortunadamente, fracasó.

Con su sucesor, Joseph Biden, López Obrador comenzó con el pie izquierdo, al no reconocer su victoria sino mucho tiempo después de que se había anunciado. Pragmático, Biden ha decidido mantener el acuerdo de Trump con López Obrador. Hay una diferencia relevante, sin embargo: Biden no es un populista autoritario como lo fue Trump. De ahí que durante la relación entre los dos gobiernos, funcionarios estadounidenses hayan criticado abiertamente acciones realizadas por López Obrador.

Otra cosa, sin embargo, son las burocracias tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata y, por lo tanto, del Congreso estadounidense. Casi desde el principio, representantes de la Cámara baja de ambos partidos han signado cartas criticando diversas políticas del Gobierno de López Obrador.

El último episodio es una iniciativa de Ley por parte del Partido Republicano presentada oficialmente al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes que autorizaría a las fuerzas armadas estadounidenses realizar las acciones necesarias para combatir a los responsables de introducir fentanilo y otras sustancias a territorio estadounidense. Se trata, sin duda, de una iniciativa muy seria que parte de una realidad: el acercamiento del gobierno de López Obrador hacia el crimen organizado, y en particular hacia líderes de bandas de narcotraficantes.

Debido a que el Partido Republicano domina todos los Comités en la Cámara de Representantes, incluyendo al de Asuntos Exteriores, es muy posible que la iniciativa llegue al Senado, donde muy posiblemente será detenida por la mayoría demócrata.

Mientras esto sucede, la iniciativa indudablemente será discutida por los medios de comunicación estadounidenses, así como en el circo mediático mañanero de López Obrador. Veremos qué dice el Presidente ante esta iniciativa del poder legislativo de país vecino. No es descabellado pensar que el mandatario mexicano querrá envolverse en la bandera mexicana y utilizar esto para intentar ganar votos.

La oposición y el movimiento cívico que la acompaña deben ser muy inteligentes para enviar un mensaje sensato tanto a la ciudadanía mexicana como al gobierno de Estados Unidos. El tiempo de la diplomacia cívica ha comenzado.

Gustavo de Hoyos Walther

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Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).

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