Marantz afirma que “las redes sociales han creado arquitecturas y han incentivado iniciativas que han permitido que surja la desinformación”.
Por Fernando Prieto Arellano
Madrid, 7 de marzo (EFE).- Millones de personas usan a diario las redes sociales desde y en las que se difunden otros tantos mensajes, muchas veces inocentes, pero otras cargados de un muy peligroso contenido que puede servir incluso para movilizar a una turba de ultraderechistas para que asalten el Capitolio de los Estados Unidos.
Este es el mensaje de fondo que encierra el libro recientemente publicado Antisocial. La extrema derecha y la ‘libertad de expresión’ en Internet” (Capitán Swing) del periodista estadounidense Andrew Marantz.
En su obra, Marantz pone de manifiesto que los mensajes de personajes como el expresidente de Estados Unidos Donald Trump han llegado a generar tal crispación en su país que han llevado incluso a algo tan impensable como el asalto al Capitolio, el pasado 6 de enero, mientras se estaba proclamando al demócrata Joe Biden como vencedor de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020.
En entrevista con Efe, Marantz afirma que “las redes sociales han creado arquitecturas y han incentivado iniciativas que han permitido que surja la desinformación, sin el menor resquicio de neutralidad”.
El más claro ejemplo de ello lo tenemos en los mensajes que Trump lanzó en las redes (y también en los medios) en los que denunciaba sin pruebas que las elecciones presidenciales fueron un fraude.
A tal extremo llegó la virulencia de los mensajes de Trump en Twitter que esta red social decidió cancelar su cuenta, algo que generó una notable polémica sobre si se había producido una extralimitación.
En opinión de Marantz no hubo tal, pues “Donald Trump vulneró las normas de Twitter de manera flagrante y repetida durante muchos años. Y esta estaba en su perfecto derecho de cancelar su cuenta, a mi modo de ver quizá tendrían que haberlo hecho antes.”
A juicio de Marantz, ese comportamiento mendaz y crispador se puede encontrar igual en la ultraderecha estadounidense o en la europea, que, aunque tengan algunas diferencias superficiales o locales, se basan en “el populismo reaccionario, que es el mismo en todas partes. Se trata de tomar el poder, no de compartirlo democráticamente”, un planteamiento al que tampoco son ajenos otros extremismos, incluso de signo diametralmente opuesto.
Este fenómeno de la mentira como mantra que se viraliza; de personajes en otro tiempo impensables al frente de la nación más poderosa de la Tierra, de repente se hace realidad. Se había doblado el arco de la historia, pero, como destaca Marantz en su libro: “el arco de la historia se dobla en la forma en que lo doblan las personas.”
En su obra, Marantz hace un análisis crítico sobre cómo los optimistas empresarios de Silicon Valley se propusieron hacer un Internet libre y democrático y, al mismo tiempo, la ultraderecha, mediante hábiles propagandistas explotó esa misma libertad en las redes para sembrarlas de mensajes extremistas que, por extraño que parezca (o tal vez no tanto) calaron en un importante porcentaje de las masas, plagadas, a su vez, de elementos “antisociales”.
Y en realidad, desde un criterio meramente semántico, el concepto “antisocial” es bastante vago, como bien señala Marantz en la entrevista: “es una especie de retruécano, no es una categoría estable ni permanente en el ámbito político”.
Marantz destaca que muchas veces ese “antisocial” (algo casi amorfo en términos políticos) se convierte en un extremista, con contornos ideológicos bien definidos que hasta entonces había permanecido aletargado en la zona de confort de un partido político convencional, hasta que despierta y termina por engullirlo, como a su juicio hizo Donald Trump con el Partido Republicano de Estados Unidos.
Según Marantz, “ya no hay una distinción tajante y clara, en la medida en que alguna vez hubo una, entre la extrema derecha y la derecha estadounidense. Trump y el trumpismo se han apoderado” del Partido Republicano.
“Trump es un extremista por definición, pero también representa -y ahí radica la paradoja- la corriente principal del Partido Republicano, que, también por definición, no es extremista”, afirma.
Quizá esa extraña paradoja que plantea Marantz se ejemplifica con nitidez en el segundo impeachment contra Trump, al que se acusaba de haber incitado el asalto al Capitolio (en el que murieron cinco personas), y del que de nuevo salió absuelto.
“Estaba claro que Trump era culpable -afirma Marantz-, pero también estaba muy claro que el Partido Republicano tuvo pocas ganas de hacer algo, de tomar alguna iniciativa”, en su contra.
Trump salió absuelto al no haberle declarado culpable al menos dos tercios de los senadores (el mínimo requerido por la Constitución de los Estados Unidos), si bien 57 (50 demócratas y siete republicanos) le consideraron culpable, frente a 43 (todos republicanos) que le consideraron inocente.
Ahora el ya expresidente avisa de que puede volver a presentarse a la reelección en los comicios presidenciales de 2024 y, quizá con el apoyo de la extrema derecha. La cuestión es saber si esta se debilitará o se reforzará durante el mandato de Biden, que acaba de comenzar.
La extrema derecha “continuará prosperando”, al menos de momento. “Si se debilita o robustece depende de cómo sea capaz de combatirla la sociedad, y por ahora no está muy claro si alguien tiene un plan en tal sentido”, señala Marantz.