Jennifer Atziri tenía cinco años cuando fue asesinada en Coacalco, Estado de México, en julio de 2015. Abril, la madre, relata que un vecino y ex compañero de trabajo aprovechó que sus hijas se encontraban solas en casa para violar y privar de la vida a una de ellas.
Hoy reclama falta justicia, pues el acusado no ha recibido sentencia a casi tres años del crimen: “¿Dónde quedó la justicia expedita?”, dice la mujer que reconoce que “aunque eso no me devolverá a mi hija al menos te quedas con un poco de tranquilidad que esa persona ya no le va hacer daño a más gente”.
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Ciudad de México, 7 de marzo (SinEmbargo).– Jennifer Atziri Barajas Chávez tenía cinco años de edad cuando fue violada y asesinada por su vecino Luis Roberto, alias “El Wicho”, detenido al día siguiente en el municipio de Coacalco, Estado de México.
Las pruebas que incriminan al imputado son contundentes: su ropa con sangre de la víctima, el arma homicida hallada en su casa, el testimonio de Abril Chávez, la madre que lo alcanzó a sorprender en la escena del crimen y su confesión. A casi tres años aún no hay castigo puesto que no se ha dictado la sentencia.
“¿Dónde quedó la justicia expedita?”, reclama la madre.
Jennifer nació 6 de octubre 2009. La pequeña recién se había graduado del kínder cuando le arrebataron la vida. Le gustaba la música y bailar. “Era muy risueña y muy ocurrente, cuando se reía se le hacían hoyuelos en los pómulos. Su juguete favorito era una Barbie con un pequeño tatuaje, ella quería uno igual para cuando fuera grande”, recuerda Abril.
Abril es madre soltera. Dos años antes del asesinato el padre de las niñas se fue de casa. La joven se hacía cargo con dos empleos: laboraba con una señora de domingo a jueves de 6 de la tarde a 12 de la noche y los fines de semana trabajaba como mesera en un antro.
“Yo tengo cinco años separada y no me quedaba de otra más que trabajar”, explica.
EL CRIMEN
El 25 de julio de 2015 fue la última vez que Abril vio a su hija con vida. Era sábado, su familia la invitó a una fiesta y llevó a sus hijas Jennifer y Joselín. Atardeció y la hora en que Abril debía ir a su trabajo llegó. Sus parientes se comprometieron a regresar a las pequeñas a casa para que pudieran seguir disfrutando de la fiesta y ella pudiera irse a su empleo.
“Mamá, que no te atropelle un burro”, son las últimas palabras que recuerda Abril de una sonriente Jennifer. “Ella era ocurrente, siempre me decía así para despedirse”.
Cerca de las 08:00 horas de día siguiente, 26 de julio de 2015, Abril regresaba al pequeño cuarto donde vivía, en Colonia Los Acuales, en Coacalco.
“Cuando iba a entrar [a la vivienda] veo a este tipo Luis Roberto encima de mi hija, y en cuanto él me ve se sale corriendo. Yo veo a mi hija [Jennifer] sin vida y en eso se viene a la mente mi otra hija, que estaba dormida. Me regresé a donde estaba Jennifer, por instinto la agarré, la apreté a mi pecho, la llevé a donde estaba la cama y empiezo a gritar, a llorar”, narra la joven madre.
La pequeña fue violada y degollada.
Los alaridos de dolor despertaron a Joselín, la hermanita menor, y alertaron a las vecinas, quienes de inmediato llegaron a la vivienda, tomaron a la pequeña Joselín y la sacaron al percatarse de la escena. “Yo le dije a Brenda, una vecina, que hablara a la ambulancia y a la policía. Fue ella quien dio aviso del asesinato”, recuerda la madre.
En el Estado se México se registraron al menos 301 asesinatos de mujeres solo en 2017. En enero del presente año se reportaron 26 homicidios dolorosos contra mujeres. El 70 por ciento del total de los asesinatos en Edomex siguen impunes, de acuerdo a cifras presentadas por los colectivos de aquella entidad.
JUZGADA Y GOLPEADA
La escena del feminicidio fue acordonada por policías municipales. Abril quedó detenida como sospechosa durante las primeras horas.
“Me tacharon como la presunta culpable, porque cuando yo vi a mi hija la cargué y mi sudadera se llenó de sangre, mis manos también, yo me toqué la cara. Estaba manchada de sangre. Pensaron que era yo”, recuerda.
Abril fue trasladada a la Fiscalía de Ecatepec, los policías le comentaron que solo podía comunicarse con un familiar, pero “nadie me contestaba”.
“En la Fiscalía me metieron a una oficina, entraron ministeriales o judiciales, me empezaron a insultar, a decirme de groserías, e interrogar. Cuando uno me estaba interrogando, entró otro, me jaló de los cabellos y me soltó una cachetada. Me reprocharon porque trabajo en un antro”, acusa.
Después de varias horas de estar retenida por las autoridades, de rendir declaración donde explicó que encontró a su vecino en el lugar y al demostrar que no fue ella quien privó de la vida a su propia hija, la dejaron salir.
Luis Roberto fue detenido al día siguiente del crimen, explica Abril. La policía encontró en su casa el cuchillo con el que le quitaron la vida a la pequeña y ropa de él manchada de sangre.
“Cuando llegamos del funeral, me dijeron que ‘El Wicho’ estaba en su casa, el papá de la niña le notificó a la Policía. Ya había una orden de aprehensión y lo arrestaron”, detalla.
De acuerdo con la activista Esther Rodríguez, en Coacalco no hay datos reales o estadísticas confiables sobre los feminicidios ni sobre la violencia de género.
“Lo dramático de Coacalco es que las mujeres no existimos”, dijo la defensora en una conferencia de prensa recientemente.
Abril también se enfrentó al escarnio de sus vecinos y de la sociedad cuando medios locales publicaron la noticia sobre el feminicidio y que consignaron una supuesta relación sentimental con el asesino confeso.
Meses antes de los hechos, “El Wicho” trabajó en el mismo bar que Abril. Ella empezó como mesera y él como garrotero. No duró mucho en el empleo. “Un día dijo que iba por hielos y ya no regresó”, platica Abril.
“Yo le hablaba como cualquier vecino, él cuidaba a sus dos sobrinos y hablamos pero jamás tuvimos una relación como dijeron algunos medios. En la prensa hasta dijeron que él era el papá y no es cierto”, aclara la mujer.
La madre lamenta que personas la culpen del crimen indirectamente por trabajar en un bar.
“Ya suficiente dolor tengo con perder a mi hija, la gente habla sin saber”, sostiene.
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ESPERA SENTENCIA
Un juez del Distrito Judicial de Ecatepec vinculó a proceso a Luis Roberto en agosto de 2015 por el delito de homicidio, y después de dos años con siete meses aún no se le ha dictado sentencia, pese a que se estableció un plazo de tres meses para el cierre de investigación.
“Me han cambiado varias veces de abogadas, en todo este proceso que ya van casi tres años, como cuatro abogados y no todavía no hay un castigo”, dice la madre.
Abril no denunció al servidor público que la agredió, ya que lo que ahora lo que quiere es justicia para su hija. “Cuando me citaban en la fiscalía me topé al que me cacheteó, pero jamás se disculpó”.
La joven madre no se explica la tardanza en la sentencia “a pesar de que están la pruebas y hay pruebas suficientes no sé cuanto tiempo más, o qué esperan. No conforme con lo que uno vive, el desgaste de buscar la justicia, y ver que el proceso no avanza”.
La mujer también solicita atención a la otra menor que vio a su hermanita muerta.
“No hay día ni hora que no deje de hablar de su hermana, para todo [recuerda a] Jenny”, dice la madre.
Abril clama por que las autoridades que realicen bien su trabajo.
“Si ya tienen todas las pruebas, qué esperan, tienen pruebas suficiente ya se declaró culpable. Lo que pido es que se haga justicia, y se dé sentencia. Aunque eso no me devolverá a mi hija al menos te quedas con un poco de tranquilidad que esa persona ya no le va hacer daño a más gente, eso es lo único que puedo decir ¡que se haga justicia!”.