Ciudad de México, 7 de marzo (SinEmbargo).– Héctor Antonio Astudillo Flores adueña un nutrido currículum que de 1981 a la fecha da cuenta de su paso por más de una decena de cargos públicos y representación popular. Esa hoja de vida arroja también que no concluyó ninguna de sus encomiendas en aras de pasar a la siguiente. De hecho, apenas se separó de la diputación en el Congreso de la Unión para convertirse en candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al Gobierno de ese estado. Él, quien hasta hace unos meses, era una antítesis en el partido dado su pasado: perdió la gubernatura en 2005 ante Zeferino Torre Blanca, postulado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El 4 de febrero pasado, el nombre de Héctor Antonio Astudillo Flores fue el corazón de uno de los rituales del PRI. En la sede nacional, el dirigente nacional, César Camacho Quiroz, se mantuvo reunido durante cinco horas con los aspirantes a esa candidatura. Cuando salió, informó que sería Héctor Astudillo Flores el priista que competiría por Guerrero. La jornada concluyó en cuanto el dirigente informó que los demás le darían “su apoyo irrestricto”.
Manuel Añorve Baños, del grupo del Diputado Manlio Fabio Beltrones; así como Héctor Apreza Patrón, Mario Moreno Arcos y Cuauhtémoc Salgado Romero eran algunos de los apuntados en la lista interna del PRI a esa candidatura. Querían ser gobernadores de Guerrero, esa entidad donde late la probabilidad de que las elecciones no se realicen.
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La batalla electoral por Guerrero pondrá a prueba al tricolor para sobreponerse a las derrotas que ya completan una década, frente al PRD. En 2005, la silla principal del Palacio de Gobierno la ocupó Zeferino Torre Blanca por la coalición del Partido de la Revolución Democrática (PRD)-Convergencia-Partido del Trabajo (PT), y luego lo sustituyó Ángel Aguirre Rivero por la misma agrupación política.
Ahora, los perredistas niegan que Torre Blanca y Aguirre Rivero hayan encarnado un gobierno del PRD. Ahí está el dicho del empresario Hipólito Hernández Benítez, quien fuera dirigente de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en Tierra Caliente del PRI y se acaba de incorporar al partido del Sol Azteca: “El PRD no es el que ha enterrado al estado de Guerrero; sino el PRI que gobernó a través de Ángel Aguirre Rivero”. Lo dijo a este medio digital poco después de que Carlos Navarrete Ruiz, dirigente nacional de ese partido anunciara que Beatriz Mojica Morga era la candidata perredista, el pasado 15 de febrero.
Palabras más, palabras menos, la misma Mojica Morga, al asumir como postulante, se desmarcó de esos dos mandatarios. Sostuvo que la entidad jamás ha sido gobernada por la izquierda. Fue como si el pasado inmediato pudiera borrarse de un tachón porque ella misma fue Secretaria de Desarrollo Social en la administración de Ángel Aguirre Rivero.
Han pasado cinco meses desde que 43 estudiantes de la Escuela Rural Normal Superior Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, tomaron camino hacia Iguala para obtener recursos. Desaparecieron. Y ello mantiene en vilo al país, pero mucho más a Guerrero donde es probable que no se efectúen las elecciones que el nuevo Instituto Nacional Electoral (INE) tiene programadas para el 7 de junio. Para el analista político José Fernández Santillán, del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de México (ITESM), el escenario es inusitado. “La violencia que ya existía se agravó por los acontecimientos de Iguala. Y la violencia criminal se traslapó a la social. La violencia criminal que ocurrió la noche del 26 de septiembre provocó sucesivamente otra violencia, la social, encabezada por la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (Ceteg)”.
El ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, llegó a esa presidencia por las filas del PRD. Fue él –según los testimonios ante una investigación de la PGR- quien esa noche del 26 de septiembre ordenó que la policía estatal disparara en contra de los estudiantes. La orden se completó cuando la policía municipal los entregó al grupo narcotraficante, Guerreros Unidos. Después, los padres de los normalistas se dieron a su búsqueda. Sumaron cinco meses de marchar por carreteras y ciudades. Su periplo los llevó a Ginebra, Suiza, para contarle a diez expertos independientes del Comité sobre Desapariciones Forzadas de la Organización de Naciones Unidas (ONU) lo que ocurrió en un páramo de Guerrero, de Iguala. En medio de su batalla, el 9 de diciembre de 2014, en el Senado de la República, estos mismos papás habían pedido la suspensión de las elecciones.
Que los comicios en Guerrero se suspendan aún es una posibilidad latente porque en estos momentos, miembros de la Ceteg se encuentran en las instalaciones del INE en Acapulco, Zihuatanejo, Tlapa de Comonfort, Chilpancingo y Ayutla de los Libres. Aunque no hay nadie en Iguala, Chilapa y Pungarabato. Esa es la región que la Procuraduría General de la República ubica en su reporte “Células Delictivas con Presencia en el País” como la mayor productora de amapola de México.
Gustavo López Montiel, estudioso de los partidos políticos mexicanos en el ITESM, piensa que la elección en Guerrero tendrá una carga importante para los comicios de 2018. “Aquí se dará la prueba de oro y de fuego para los partidos políticos. La imagen del PRD está deforme por los presuntos vínculos con el narco. Todo hace ganador al PRI. Pero el tricolor tendrá que realizar una campaña muy comprometida con los problemas sociales del estado”.
Fernández Santillán exclama: “Si el PRI no aprovecha este momento, ¿cuándo recuperará Guerrero?
¿AHÍ VA EL NUEVO GOBERNADOR DE GUERRERO?
Héctor Antonio Astudillo Flores encarna el recuerdo de dos tragedias. En 1995, era Diputado en el Congreso del Estado cuando en el vado de Aguas Blancas, en Coyuca de Benítez, 17 campesinos cayeron masacrados de bala y otros 21 quedaron heridos hasta la inconsciencia. El entonces Gobernador Rubén Figuera Alcocer pidió licencia debido a esta tragedia que se convertiría en una de las heridas abiertas de México, tanto como la de Iguala. Lo sustituyó Ángel Heladio Aguirre Rivero.
De su cercanía a Ángel Aguirre Rivero da cuenta su asistencia a la fiesta en la Casa de Gobierno en la que en septiembre de 2013, el ex Gobernador ofreció una cena con motivo del bicentenario del Primer Congreso de Anáhuac y los Sentimientos de la Nación, mientras la tormenta tropical “Manuel” estrellaba su furia contra la costa de la entidad y la cola de ciclón de “Ingrid” se paseaba con vientos tan veloces que terminaron por arrancar las casas de las rancherías cercanas a Acapulco.
Y en 1998, Héctor Antonio Astudillo Flores era Presidente Municipal de Chilpancingo cuando diez personas fueron asesinados en la comunidad El Charco de Ayutla de los Libres. Cuando fueron levantados los cadáveres, los señalaron de pertenecer a la guerrilla agrupada en el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).
Una década después, Héctor Astudillo Flores, dijo de Aguas Blancas: “Fue un accidente, una psicosis colectiva. Nadie la mandó hacer. La policía estaba nerviosa, estaba desvelada, alguien disparó y dispararon todos” (La Jornada, 20 de enero, 2005).
La hechura política de Astudillo Flores se hizo bajo el amparo de dos ex priistas. En 1987 fue secretario de Florencio Salazar Adame, entonces Presidente Municipal de Chilpancingo. Luego, se convirtió en secretario del extinto José Francisco Ruiz Massieu, quien gobernó la entidad de 1987 a 1993.
Hay recuerdos que persiguen. Y si se repara en los gritos que recibió Astudillo Flores mientras recorría algunas calles de Chilpancingo, al lado del dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz, Aguas Blancas no se ha ido: “¡Ese no gana nada. La debe, la debe. La debe! ¡Aguas Blancas!” Y El Charco no se ha ido: “¡Que diga qué pasó en El Charco!”
Astudillo Flores ya perdió la candidatura en 2005, frente a Zeferino Torreblanca, el candidato del PRD.
Una fuente que asistió a la reunión del PRI Nacional refiere que el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, en su calidad de miembro del Consejo Nacional del partido hizo saber que su deseo era “saldar cuentas con la izquierda” por las fracturas en el Pacto por México. “Quiso poner a un candidato perdedor. No le importa entregar Guerrero”, dijo esa voz dentro del partido.
Sin concluir ningún cargo, este es el currículum de Héctor Astudillo Flores, candidato del PRI a la gubernatura de Guerrero: en 1981 fue secretario del Presidente Municipal de Chilpancingo; en 1991, encargado de la Presidencia de ese municipio y luego, secretario particular del Gobierno del Estado de Guerrero; en 1992, Secretario particular del Gobernador Francisco Ruiz Massieu; en 1990, síndico procurador del Ayuntamiento de Chilpancingo; en 1994, diputado local de la LIV Legislatura del Congreso del Estado; en 1996, Presidente Municipal de Chilpancingo; en 1999, Diputado presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso del Estado de Guerrero; en 2000, Senador de la República; en 2009, Presidente Municipal Constitucional de Chilpancingo, Guerrero y en 2011, diputado local plurinominal de la LV Legislatura del Estado de Guerrero, así como coordinador de la Fracción parlamentaria del PRI.
Nació en marzo de 1958 y se licenció en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1995.