Francisco Javier Pizarro
07/02/2021 - 12:01 am
El capitalismo digital y su virus cibernético
En síntesis, se abocan no sólo a extraer datos personales, sino también en influir decisivamente y moldear los comportamientos de sus lectores y, con ello, controlar las relaciones sociales en todo el planeta.
“La idea básica que atraviesa la historia moderna y el liberalismo moderno es que el público debe ser marginado. El público en general es visto no más que como excluidos ignorantes que interfieren, como ganado desorientado”, Noam Chomsky.
No cabe la menor duda que la pandemia de la COVID-19 –pese a todos los males que ha generado– ha despertado la conciencia social y abierto los ojos a millones de personas que se han dado cuenta en carne propia que la economía globalizada en crisis es también un virus letal para el ser humano y el plantea.
Para reactivarla, la oligarquía financiera y grandes empresas están promoviendo un orden social diferente: el capitalismo digital, previsto y puesto en marcha con la tecnología 5G.
La conectividad digital ahora es la nueva fuente de la acumulación del capital, la explotación del planeta y, sobre todo, el control de la sociedad, pues convierte a cualquier ciudadano en una fuente inagotable de toda información; de lo que hacemos, de nuestros gustos y preferencias, deseos, y nos ubica a través de la geolocalización, como ha quedado fehacientemente demostrado en China en el caso de la pandemia.
La personalización de los consumos de los ciudadanos conduce una economía manipulada por el deseo, no por la necesidad. El capitalismo digital en curso, es una nueva forma de operar, que incrusta las tecnologías de la información en todos los procesos económicos, sociales, culturales y políticos.
Los programas y algoritmos que dan vida a los bots y diversas plataformas del Internet aplicados secretamente están siendo utilizados en todo el mundo en beneficio en su propio interés,y en contra de quienes no se dejan manipular.
Un caso paradigmático de ello es la denuncia del Primer Ministro de Australia, el cual dio a conocer el año pasado que había sido víctima de un ciberataque muy sofisticado de un “actor estatal extranjero” que actuó en contra de los sistemas informáticos del Gobierno, administraciones y empresas (Fuente: Ámbito en Hilo Directo).
En síntesis, se abocan no solo a extraer datos personales, sino también en influir decisivamente y moldear los comportamientos de sus lectores y, con ello, controlar las relaciones sociales en todo el planeta.
El capitalismo digital ha creado una mercancía ficticia de la mano con las tecnologías cibernéticas, “fruto de la expropiación de las experiencias humanas reales cuyos cuerpos, pensamientos y sentimientos son tan vírgenes e inocentes como eran las praderas y bosque de los que rebosa la naturaleza antes de que el mercado los absorbiera”, señala la psicóloga social Shoshana Zuboff, la cual agrega:
“Siguiendo esta lógica, la experiencia humana se encuentra mercantilizada por el capitalismo de vigilancia para renacer en forma de ‘comportamientos’, que, traducidos a datos, se colocan en la interminable cola que alimenta la máquina ideada para, a partir de ellos, realizar predicciones que se compran y se venden”.
Coincido con ella. En el capitalismo digital quien controla los datos y la información, lo controla todo. Eso explica en buena medida la acre confrontación entre Estados Unidos y China, potencias mundiales que libran una ferviente disputa entre las grandes tecnologías norteamericanas (Amazon, Facebook Apple, Microsoft) y las tecnologías chinas (Alibaba, Baidu, Huawei y Tencent) por el control de los mercados de los países subdesarrollados o con bajo desarrollo, lo que está propiciando una batalla para ver cuales de las dos potencias avanza más en la innovación tecnológica cibernética y sus guerras comerciales.
China va ganando la partida. El Departamento de Comercio de EU, a fines del 2020, dio a conocer una nueva norma que permite que compañías locales trabajen con la empresa china Huawei para desarrollar la tecnología de la 5G y otras tecnologías de punta –pese a las restricciones de impuestas por Trump— para hacer negocios con el fabricante de equipos de telecomunicaciones, dio a conocer la agencia Reuters.
El mundo digital se alimenta con un gasto de energía cada vez mayor, lo que ha provocado una devastación del medio ambiente y generado ondas radiactivas que afectan la salud de la humanidad, y es también fuente de conflictos económicos y sociales globales. Como siempre, los más afectados son las naciones que cuentan con la población más pobre a nivel mundial.
El capitalismo digital acumula cada vez más poder y recursos; va a dejar sin empleo a millones de trabajadores que serán sustituidos por la tecnología robótica en las grandes actividades productivas.
Las plataformas digitales, en lo que va de la pandemia de la COVID-19, son las que han obtenido ganancias astronómicas del mercado mundial con la digitalización del sistema agroalimentario, lo que propició el despido de millones de migrantes, trabajadores informales y temporales, rurales y urbanos, como lo dio a conocer a La Jornada en junio del 2020 la investigadora del Grupo ETC, Silvia Ribeiro.
Me pregunto y les pregunto a ustedes, entrañables lectores: ¿Cuál es el antídoto para enfrentar este virus digitalizado? Desde mi modesto punto de vista, considero que es el fortalecimiento de una economía regulada que ponga freno a la desigualdad social y consolide el bienestar de toda la humanidad.
La pandemia generada por el Covid 19, cada vez más mutante, nos ha aportado grandes lecciones:
Nos ha enseñado que la vida y la salud es el capital más valioso de todo ser humano, por lo que todos los habitantes de este planeta debemos llamar a la Organización Mundial de la Salud que exija a los gobernantes de todas las naciones que garanticen a los habitantes del planeta un sistema de salud eficiente y gratuito, sobre todo a la población más pobre y vulnerable.
El confinamiento que nos impuso nos hizo ver que la familia es la base fundamental del tejido social, por lo que es obligado protegerla e incluso guardarla en la “caja fuerte” del respeto, cariño, atención, con el candado del amor, no de la violencia doméstica.
La sana distancia con amigos, compañeros de trabajo o escuelas nos dejó en claro que el individualismo ególatra es un cáncer de las relaciones sociales que norman el comportamiento de las personas de la estructura social.
Nos refrendó que la precaria situación económica e indigencia en que nos ha sumido la pandemia no es fruto de la política de austeridad del Presidente de la República —como dicen a diestra y siniestra sus adversarios–, sino de la desigualdad social que se ha exacerbado ya no sólo por el neoliberalismo sino también por el post capitalismo digital en proceso.
Espero de todo corazón que los seres humanos no dejemos que nos roboticen; que las plataformas cibernéticas controlen y vigilen a los ciudadanos como pretenden, y, a la par, evitar que la 5G usurpe el centro magnético de la Tierra, que está generando un cambio climático que afecta a la naturaleza y los seres humanos.
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