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Jorge Alberto Gudiño Hernández

07/01/2023 - 12:05 am

Buenos deseos

La pausa reflexiva, empero, es positiva. Y da igual si depende de un giro de la Tierra alrededor del Sol o de una necesidad básica por pensar en torno a nosotros mismos.

“Lo mismo sucede con los propósitos. Es cierto que los abandonamos pronto”. Foto: Matías Delacroix, AP

Confieso que, durante mucho tiempo, yo he sido de los que reniegan por el significado que se les da a las celebraciones de estas fechas. Sobre todo, a la de Año nuevo. Lo he hecho porque soy consciente de que la algarabía que se detona a partir de la idea de un calendario nuevo se debe a una casi arbitraria implementación de una costumbre añeja. Costumbre que, entre otras cosas, parte de las decisiones de algunas personas. Es decir, los años (su inicio y su final) tienen más que ver con lo humano que lo cósmico. De ahí que uno de los memes que más disfruto de algunos usuarios de redes que tienden al cientificismo es el que asegura, con razón, que cada día, cada hora, cada segundo o cada instante, la Tierra termina de darle una vuelta más al Sol. Así lo es, considerando la órbita continua de la misma (o no, sumando el desplazamiento del propio sistema solar por la galaxia, pero eso ya es un exceso).

Dije que durante mucho tiempo lo he sido, aunque debí decir que lo fui. En realidad, pese a mi falta de creencias religiosas y mi ínfima capacidad de festejo, lo cierto es que, desde hace algunos años, celebro las fiestas porque le generan entusiasmo a mi familia. Eso, en sí mismo, ya vale la pena. Da igual que la Tierra complete un giro más o no si, en cambio, los que viven en esta casa están contentos. Aunque este sumarme a la celebración no sólo tiene que ver con lo que pasa en casa.

También se relaciona con lo que pasa a fuera. Es cierto que mucho se ha hablado acerca de la hipocresía de la época. Ese desearnos felices fiestas, felices años, felices deseos (el deseo sobre el deseo) y felices todos parece ser más un automatismo que un verdadero deseo. Más aún, la externación del deseo es la recompensa ante el deseo recíproco sobre nuestra persona, familia y futuro (aunque sea sólo a mediano plazo: el año que empieza). Podría ser. En realidad, lo dudo bastante.

En primer lugar, porque el escepticismo en este terreno implicaría que desconfío de todos aquéllos que me han deseado buenas cosas e, incluso, me convertiría a mi mismo en un hipócrita al contestar en el mismo tenor. Creo que, en muy buena medida, estos deseos son sinceros. ¿Automáticos y sinceros? Puede ser. Como dar los buenos días. Dudo mucho que el porcentaje de quienes dicen, cada mañana, a cuantas personas se encuentran, “buenos días”, deseando que sean lo contrario, sea muy alto. Y ese es un automatismo mucho mayor, fincado en la idea de los buenos modales. Con el Año nuevo el porcentaje debe ser menor. Y ese simple deseo ya vale algo.

Lo mismo sucede con los propósitos. Es cierto que los abandonamos pronto. Sin embargo, de algo debe servir hacer una pausa para pensar en lo que nos proponemos hacer en los siguientes meses. Es muy probable que fallemos, que las fuerzas nos falten, que la disciplina no nos alcance o cualquier otra cosa. La pausa reflexiva, empero, es positiva. Y da igual si depende de un giro de la Tierra alrededor del Sol o de una necesidad básica por pensar en torno a nosotros mismos. Me da la impresión que eso es algo que hacemos poco: pensar en torno a nosotros mismos. Así que el pretexto es bienvenido.

Ya estando en éstas, mi deseo es que alcancemos a cumplir nuestros propósitos.

Jorge Alberto Gudiño Hernández
Jorge Alberto Gudiño Hernández es escritor. Recientemente ha publicado la serie policiaca del excomandante Zuzunaga: “Tus dos muertos”, “Siete son tus razones” y “La velocidad de tu sombra”. Estas novelas se suman a “Los trenes nunca van hacia el este”, “Con amor, tu hija”, “Instrucciones para mudar un pueblo” y “Justo después del miedo”.

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