Para algunos la pandemia ha sido motivo de discusiones con sus mejores amigos y para otros ha servido de excusa para retomar el contacto con viejas amistades.
Por Hannah Smothers, traducido por Álvaro Alarcón Bermejo
Estados Unidos, 6 de diciembre (VICE).- Durante los últimos meses, Leah, estadounidense de 28 años, ha estado teniendo problemas con su mejor amiga de Florida, con la que mantiene una estrecha relación desde hace más de 10 años. Leah vive en Texas, que está en una situación parecida a Florida, pero se ha tomado la pandemia muy en serio: canceló sus planes de boda y decidió quedarse en casa y evitar los lugares públicos. Cuando se dio cuenta de que su amiga de Florida seguía yendo a los bares, restaurantes y a Disney World, tuvieron una discusión.
“Publicó en Instagram una foto donde estaba en un bar, dentro del bar y me enfadé con ella”, nos dijo Leah. “Ni siquiera le dije: ‘No deberías hacer eso’; dije: ‘No puedes publicar esto’. Si publicas algo en las redes sociales, es normal que te critiquen. Especialmente, si es algo importante. Así que me enfadé con ella y estuvimos sin hablar una semana”.
Al final, su amiga le explicó que se había hecho una prueba de anticuerpos —que sabemos que no sirve para proteger a nadie del contagio— antes de ir al bar, pero se negó a dejar de salir o publicar fotos. La única forma en que Leah podía mantener esa amistad, nos dijo, era dejando de seguir a su amiga en las redes sociales y evitando hablar de la pandemia en conversaciones futuras.
“Es una amistad muy importante para mí. No tengo muchos amigos cercanos y no puedo dejar de ser su amiga”, dijo. “Quiero a mi mejor amiga. Por eso le dije: ‘Voy a tener que dejar de seguirte en las redes sociales’. Seguimos siendo amigas, pero ahora hay un gran vacío porque no podemos hablar de la pandemia”.
Ambas tratan de evitar cualquier tema de conversación que pueda llevar a la pandemia y a los diferentes puntos de vista que tienen cada una. Por ejemplo: no hablaron del Día de Acción de Gracias para evitar cualquier discusión sobre viajes o reuniones familiares.
Antes de que el mundo nos sorprendiera con una pandemia mundial, la relación había sido muy buena y disfrutaban de todas esas cosas que hacen los que son amigos de toda la vida. Pero el coronavirus lo cambió todo.
Casi un año de aislamiento ha afectado a muchas amistades. Algunos, como Leah, han visto sus relaciones deteriorarse después de que meses de conversaciones incómodas sobre la prevención de riesgos y la necesidad de llevar mascarilla mostraran una diferencia de valores hasta entonces desconocida. Otros no vieron mucha diferencia al descubrir que las amistades tienen el mismo valor durante los tiempos de crisis. Pero también hay quienes canalizaron todos esos sentimientos de nostalgia acerca de tiempos mejores en sus amistades y aprovecharon para volver a ponerse en contacto con viejos conocidos del colegio o de la infancia. Las situaciones extremas que hemos vivido este año han tenido un impacto significativo en las amistades, distanciando a gente que creía que su relación era indestructible y uniendo de nuevo a aquellos que habían perdido el contacto.
Dan Gentile, de 36 años, cortó totalmente la relación con su compañero de casa por las diferencias de comportamiento ante la pandemia. Gentile había vivido con el mismo compañero, un amigo cercano, desde que se mudó a San Francisco hace un año. Siempre habían tenido una relación totalmente relajada hasta que llegó el covid-19.
“Todo se redujo a una diferencia en la tolerancia de riesgo y a que yo era mucho más reacio que él”, dijo Gentile. “Él es el tipo de persona que ve las normas como algo que puedes sortear, lo cual en el pasado lo hacía una persona divertida. Las consecuencias nunca eran severas si, por ejemplo, se estacionaba en un lugar prohibido o algo así”.
Pero después de que llegase la pandemia, esa visión tan divertida y despreocupada de la vida que Gentile admiraba tanto se tradujo en ir a restaurantes o ver a grupos de amigos, lo cual ahora suponían un peligro inminente para la salud y seguridad de Gentile. Al final, decidió mudarse cuando se dio cuenta de que nada iba a cambiar.
Al igual que Gentile, Meghan O’Dea, de 34 años, se mudó a Nashville poco antes del gran desastre. Pero ella no se fue a vivir con un amigo: vivía sola y no conocía a mucha gente en la ciudad. “En los cuatro meses que estuve aquí antes de la pandemia, no conseguí formar una vida social o una red de apoyo”, dijo. “Cuando llegó la pandemia, pensé: ‘¿Cómo voy a hacer amigos en una ciudad nueva?’”.
Aunque los amigos de la infancia de O’Dea estaban repartidos por todo Estados Unidos, la repentina imposibilidad de ver a la gente en persona los unió de nuevo. “Me sorprendió que la proximidad geográfica influyera muy poco en el grado de intimidad emocional que algunos estaban dispuestos a ofrecer”, dijo. Asimismo, algunas personas que había visto un par de veces en Nashville se convirtieron en un apoyo tremendo durante el aislamiento. La pandemia le mostró que la proximidad y la longevidad de una amistad no importan tanto como ella creía.
“De alguna forma la pandemia ha hecho que todas estas relaciones no parecieran tan diferentes”, dijo. Ella cree que la gente con la que habla todo el tiempo por Zoom es tan importante como aquella con la que solo se envía mensajes de Instagram de vez en cuando.
O’Dea ha encontrado la manera de mantener la conversación fluyendo gracias a un club de lectura que comenzó una amiga. “Hemos prometido charlar todas las semanas o cada dos sobre el capítulo que hemos leído y por lo general acabamos hablando de nuestras cosas”, dijo. “Lo que creo que me ha ayudado y que encuentro especialmente bonito es que es muy difícil llamar a alguien o conectarse a Zoom después de haber estado utilizándolo todo el día para trabajar. Ella ha creado una excusa hermosa para que sigamos en contacto y veamos que estamos bien, sin presión”.
Al igual que O’Dea, Alex Lleras, de 25 años, también enfatiza la importancia de la comunicación regular para evitar las malas vibraciones asociadas a mensajes como: “¿Qué tal estás?” o “Solo quería ver cómo estabas”. Lleras y un grupo de amigos de la preparatoria son de las pocas personas que siguen videollamándose todos los jueves. Por alguna razón, mientras que el resto del mundo ha perdido la paciencia y se niega a hablar con una diminuta versión digital de sus conocidos, Lleras y compañía no han desistido.
“Antes de la pandemia, nos veíamos quizás una vez cada dos meses” nos dijo Lleras. “Siempre teníamos esa extraña necesidad de contar todo lo que había pasado en nuestras vidas. Pero ahora sabemos exactamente dónde está cada uno y qué le pasa. Nuestra amistad se ha vuelto mucho más profunda”.
La regularidad de las conversaciones es la clave. Lleras remarca que, gracias a que hablan una hora todas las semanas, no tienen que hacerse preguntas incómodas y difíciles de contestar. No hay ninguna gran novedad que contar y pueden disfrutar de una relación más íntima que los distrae del resto del mundo.
Ellen Payne y Maren McGlashen, de 29 años, me dijeron que no habían estado mucho en contacto en los últimos años. Se conocen desde el jardín de niños, pero cuando sus familias se mudaron cada una a un extremo opuesto del país, dejaron de hablar de manera constante y se veían solo una vez al año. Cuando comenzaron a hacer videollamadas con los amigos que tenían más cerca, pensaron: “¿Por qué no lo hacemos nosotras también?”.
Como muchos otros, a excepción de Lleras, dejaron de hablar por videollamada al poco tiempo y han estado hablando por mensaje todos los días desde marzo, enviándose videos que van desde temas serios como el compromiso de matrimonio de Payne a principios de año o el resultado positivo de McGlashen a una prueba de covid-19, hasta conversaciones banales como programas de televisión “estúpidos” que ambas ven. Han llorado, reído, hablado de “tonterías” y, principalmente, han forjado una amistad más cercana de la que tenían cuando eran pequeñas.
Leah no está segura de si será capaz de mantener la amistad con su amiga de Florida: “Espero que se arregle con el tiempo, pero yo suelo guardar rencor”, dijo. “Me preocupa seguir resentida, incluso después de que pase la pandemia”.
Lleras tampoco sabe qué pasará cuando todo esto acabe. “Es raro pensar que al final dejaremos de videollamarnos”, dijo. “No es seguro que podamos seguir reuniéndonos para hablar todas las semanas después de la pandemia, pero creo que todos estamos más unidos en general gracias a esto”.