Los “ataques” contra reconocidas obras de arte por parte de activistas han centrado el foco en estos grupos, que es precisamente su objetivo, para poner en el centro de la discusión la urgencia del cambio climático. El Fondo de Emergencia Climática, grupo fundado en 2019 por filantropistas estadounidenses, es el principal financiador de Just Stop Oil, el grupo detrás de los casos virales vistos en museos europeos.
Ciudad de México, 6 de noviembre (SinEmbargo).– Todo comenzó el viernes 14 de octubre. Un par de jóvenes se acercaron a la National Gallery de Londres y, sin anunciarlo, destaparon una lata de sopa de tomate y la arrojaron sobre una de las pinturas más icónicas del mundo: “Los Girasoles”, de Van Gogh. Así arrancó una serie de protestas “virales” de activistas ambientalistas con el mismo modus operandi. Pero, ¿quién está detrás de estos actos y quién los financia?
Las muchachas que, después de su acometida, se colocaron pegamento en la palma de una de sus manos y se adhirieron a la pared del museo portaban, como luego lo harían el resto de activistas, una camiseta blanca. Sobre ella, impreso en letras negras de gran tamaño, se podía leer: Just Stop Oil.
Se trata no sólo de un slogan sino del nombre del colectivo que reúne a varias organizaciones que han estado detrás de estos “ataques” a obras de arte, que después se revelan como performances de los activistas para alertar sobre la emergencia del cambio climático.
La organización tiene una demanda principal: que el Gobierno de Reino Unido declare que detendrá inmediatamente todas las licencias y consentimientos futuros para exploración, desarrollo y producción de combustibles fósiles en dichos países.
“Es el primer paso para asegurar nuestra supervivencia”, señalan en su sitio web. “Ya tenemos más gasolinas y gas del que nos podemos permitir quemar. Acabemos con nuestra dependencia en los combustibles fósiles inmediatamente: démosle poder a nuestras [energías] renovables y reduzcamos la demanda de energía (…). Que nadie se quede atrás y que todas las voces sean escuchadas”, demandan.
¿QUIÉN FINANCIA A JUST STOP OIL?
En su propia página web, el colectivo precisa que “la mayor parte” de sus fondos para reclutar personas, así como para capacitación y educación proviene del Climate Emergency Fund (Fondo para la Emergencia Climática), fundado en 2019 en California, Estados Unidos.
“El Fondo para la Emergencia Climática apoya a los grupos que operan detrás de escenas que permiten que el movimiento climático alcance su máximo potencial”, señala su sitio oficial. Entre los fundadores de este Fondo se encuentra Aileen Getty, nieta del titán de la industria petrolera Jean Paul Getty, fundador de la compañía Getty Oil.
El Fondo confirmó en 2019 que Aileen Getty fue la principal socia fundadora, pues en su lanzamiento aportó 500 mil dólares a la causa de los 600 mil con que el grupo fue lanzado en aquel año. La fortuna de la familia Getty era de cinco mil 400 millones de dólares en 2015, de acuerdo con Forbes, la 56 más rica del país. Aquel año es el último donde aparece entre los primeros 100.
Entre los principales nombres de la Junta Directiva del Fondo, además de la descendiente del magnate petrolero, se encuentra el director y productor de Hollywood Adam McKay, quien estrenó en diciembre de 2021 No mires arriba, una sátira para Netflix sobre el fin de la civilización humana y una crítica a la frivolidad con que los seres humanos enfrentan las emergencias más urgentes frente a ellos.
Apenas en septiembre, McKay prometió invertir hasta cuatro millones de dólares en el Fondo, para seguir con el financiamiento de grupos y activistas contra el cambio climático.
Entre los directivos también aparecen Geralyn Dreyfous y Shannon O’Leary Joy, productoras de cine, así como Rory Kennedy, una de las hijas del Senador Robert F. Kennedy, mejor conocido como Bobby Kennedy –hermano del Presidente John F. Kennedy – y quien también fue asesinado cuando buscaba la Presidencia estadounidense en 1968.
Miranda Whelehan, integrante de Just Stop Oil, reveló al New York Times que el Fondo les ha otorgado “cerca de un millón de dólares” y ha ayudado a cubrir salarios par 40 organizadores y activistas, llegando en total a los 1.1 millones de dólares. Las teorías sobre la posible intromisión de la industria petrolera inmiscuida en los performances de activistas en museos para generar una opinión negativa sobre la lucha contra el cambio climático explotó en redes sociales.
Usuarios en Twitter, Instagram o TikTok vincularon el dinero que viene directamente del Fondo hacia Just Stop Oil y calificaron los ataques virales como una “pantalla” en algunos casos. La misma Getty, en una columna publicada en el diario inglés The Guardian, respondió a las acusaciones.
“Soy la hija de una famosa familia que construyó su fortuna gracias a los combustibles fósiles, pero ahora sabemos que la extracción y su uso están matando al planeta. Nuestra familia vendió la compañía hace cuatro décadas y yo en su lugar me comprometí a usar mis recursos para tomar todas las medidas posibles para proteger la vida en la Tierra”, escribió.
“La gente inventó teorías sobre mi motivación para comprometerme con el movimiento climático. Mi motivación es clara: estoy peleando por un planeta vivible para mi familia y las suyas. No añoro el pasado. He proveído financiamiento para el Fondo de Emergencia Climática, que financia colectivos (…) incluido Just Stop Oil. Yo no financio a estos grupos directamente, ni tengo control directo sobre las acciones específicas que los activistas climáticos toman”, aseveró
El Fondo, por su parte, asegura que, desde su creación en 2019, ha financiado a 94 organizaciones además de haber pagado el entrenamiento de 22 mil activistas y la movilización de más de un millón. En 2022, ha financiado 43 organizaciones, incluida Just Stop Oil, así como desembolsado 4.5 millones de dólares. En 2021, gastó 1.5 millones de dólares en el financiamiento de 35 grupos, la mayoría de Estados Unidos.
La directora ejecutiva del Fondo, Margaret Klein Salomon, aseguró al mismo diario británico que son “los principales financiadores” de Just Stop Oil e incluso cree que son “su financiador institucional exclusivo en este momento”.
Klein Salomon explicó su predilección por este colectivo: “Son la evolución en la campaña climática, porque operan como un ‘ejército no violento’ por el nivel de disciplina, planeación y coordinación”, elogiando además que lo han conseguido con relativamente pocos miembros y recursos escasos.
Además, la directora ejecutiva del Fondo se deslindó de las decisiones de Just Stop Oil. “El hecho de que sean cada vez más extremos en sus actos de desobediencia civil es su decisión. Los felicitamos por su bravura”, dijo. Sin embargo, aclaró que todos los grupos apoyados por el Fondo deben comprometerse a la no violencia.
Just Stop Oil añade: “También recibimos donaciones de miembros del público que apoyan la campaña y de fundaciones y grupos que están tan aterrorizados como nosotros por esta crisis climática en desarrollo”. En el apartado de preguntas, el colectivo responde que el dinero se gasta “además de en té y sandwiches, para organizarnos y pagar los costos de alojamiento y de viaje” de activistas a los sitios donde realizan sus actos.
UN CAMBIO DE RUMBO PARA LLAMAR LA ATENCIÓN
El colectivo británico presume que han crecido rápidamente desde su creación el 14 de febrero de este año. “Realizamos entre 20 y 30 reuniones públicas cada semana, en persona y online, a lo largo del Reino Unido”, aseguran, llamando a la “desobediencia civil” para conseguir sus objetivos.
El grupo realizó a lo largo de marzo varias protestas no violentas en instalaciones y centrales de producción de gasolina y combustibles fósiles en sitios como Essex, Birmingham y Southampton, en donde lograron detener momentáneamente las actividades. En estos eventos hubo más de 200 detenidos.
Sin embargo, el mismo grupo aceptó que aquellas protestas no funcionaron. “Cuando hicimos lo más obvio, con sentido común, de enfocarnos en las compañías petroleras, no generó nada, no funcionó”, le dijo Emma Brown, portavoz del colectivo, a Sky News. “Activistas alrededor del mundo han tomado acción directa contra compañías petroleras y de gas por décadas. Pero están fuera del ojo público y de los medios”, explicó.
A lo largo de junio y julio, varios activistas comenzaron a usar pegamento en las manos para adherirse a los marcos de pinturas famosas, pero tampoco les trajo la atención deseada. En octubre, comenzaron los “ataques” contra las obras de arte, una forma de representar la urgencia del cambio climático. Su postura, aseguran, es la disrupción de lo que viene: no habrá arte qué apreciar cuando el planeta no sea apto para albergar vida. Por fin, aparecieron en todas las portadas del mundo.
Después del Van Gogh cubierto de sopa, siguieron otros similares: en un museo de La Haya, sobre el marco de la famosa pintura La joven de la perla, un activista ha intentado pegarse la cabeza con pegamento, aunque la famosa obra de Johannes Vermeer no ha sufrido daños.
En el Madame Tussauds de Londres, activistas también identificados con el colectivo británico han arrojado tartas a la figura de cera del rey Carlos III.
“Desde octubre, hemos realizado actos disruptivos en todo Londres, porque lo que falta ahora mismo para lograr este cambio es voluntad política. Por eso nos centramos en acciones que consiguen atraer la atención de los medios, para que la gente hable, no sólo de lo que hicimos, sino por qué lo hicimos”, aseguró a la NPR, la radio pública de Estados Unidos, la activista Phoebe Plummer, una de las dos jóvenes que participó en el acto de “Los Girasoles”.
De forma paralela, los activistas han realizado protestas durante 32 días consecutivos, es decir, todo octubre y el 1 de noviembre, incluidas bloqueos de carreteras y de puentes, así como los “ataques” en museos y recintos de Gobierno, como Scotland Yard y el Banco de Inglaterra. El colectivo contabiliza 678 arrestos durante esta etapa de desobediencia pública, con seis activistas que aún permanecen en la cárcel.
Entre el 17 y 18 de octubre, dos activistas pasaron más de 30 horas suspendidos con arneses y hamacas en el puente Isabel II en Reino Unido, que une el condado de Kent con el de Essex, suspendidos en el aire con arneses y hamacas para protestar por las nuevas licencias de combustibles fósiles.
De "activisten" zijn afgevoerd door de politie. #Mauritshuis pic.twitter.com/DXpGvylUyf
— Steven Bakker (@Kolpen) October 27, 2022
Otro caso, aunque este del grupo Last Generation, exigieron medidas contra el cambio climático más duras y le arrojaron puré de papas a una pintura de Claude Monet en un museo alemán, también sin dañar la obra. El viernes 4 de noviembre, tiraron puré de verduras sobre El sembrador, de Vincent van Gogh, expuesta en Roma.
Sin embargo, las protestas, aunque le han dado vuelta al mundo, a diferencia de otros métodos, les han traído reacciones de todo tipo. La principal ha sido desde el Gobierno al que tanto han señalado. La semana pasada, un proyecto de ley sobre el orden público se aprobó en la Casa de los Comunes en Reino Unido.
Entre otras cosas, criminaliza actividades de resistencia civil como interferir con infraestructura clave, bloquear carreteras y puentes importantes, así como “amarrarse” a sitios para realizar protestas. Todas tácticas usadas por activistas de todo tipo y no solamente aquellas practicadas por Just Stop Oil. El polémico proyecto de ley aún debe discutirse en la Cámara de los Lores antes de ser avalada.
El colectivo ha asegurado que solamente “la amenaza de la pena de muerte”, que no está considerada entre los castigos de la legislación, los haría ceder en sus protestas.
DEL “NO ES LA VÍA” AL “ESTAMOS DESESPERADOS”
Las reacciones no se han hecho esperar ante estas formas de protestas “viralizadas”. El premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales, el arqueólogo mexicano Eduardo Matos Moctezuma, ha calificado de “atentados” el vandalismo contra obras de arte efectuados por activistas contra el cambio climático.
Con todo, ha animado a protestar contra “lo que está ocurriendo con la Tierra, que es un crimen”, pero ha recordado que los ataques a obras de arte “no es la vía adecuada”. “No se puede atacar la vida, la creación, hay otras muchas maneras de protestar”, ha indicado.
Durante la rueda de prensa celebrada en Oviedo la semana pasada con motivo de su visita para recoger el Premio Princesa, el arqueólogo ha sido interrogado por los recientes ataques en museos europeos en protesta por la crisis climática. “Creo que las protestas según el carácter de estas son importantes, tienen una función dentro de la sociedad, pero cuando se ataca obras de arte se está atacando la vida, la creación, y no se puede atacar la vida”, ha señalado.
Así, ha rechazado esa manera de hacer activismo, aunque ha defendido que se pueden reclamar medidas contra el cambio climático de una manera “legítima” ya que “lo que esta pasando con el medio ambiente es terrible, estamos acabando con la Tierra”.
Sin embargo, Belén Díaz Collantes, vocera del colectivo Extinction Rebellion en España, un grupo de miembros de la comunidad científica que se dedica al activismo para concientizar sobre el cambio climático, le dijo a Europa Press que “no se debería poner el foco en la acción en sí sino que los verdaderos criminales son los gobiernos y las empresas que están poniendo en riesgo a las personas”.
“Estamos experimentando con la desobediencia civil que sabemos a nivel histórico ha funcionado en algunas épocas, como las sufragistas, que llegaron a destrozar hasta 13 obras de arte y a la vista está que las mujeres hemos conseguido derechos que si no habríamos conseguido”, reflexiona la joven que cree que las organizaciones están analizando con estas acciones cómo funciona la opinión pública.
“Estamos desesperados. Yo como científica y con la información de que dispongo estoy dispuesta a escalar mis acciones lo que haga falta porque estoy intentando que no se produzca un daño mayor. Puede que no se entienda pero conforme pase el tiempo espero que sí. Me agarro a las sufragistas a las que en su época las llamaban radicales y hoy les damos las gracias”, concluyó.
–Con información de Europa Press.