Rubén Martín
06/10/2024 - 12:03 am
Los retos de la Presidenta Sheinbaum
“Más allá de la continuidad del proyecto de López Obrador y de los matices del Segundo Piso de la 4T, claramente Sheinbaum enfrenta varios retos complejos y difíciles de resolver y menos si no se les nombra o se les coloca entre las prioridades”.
Con un emotivo pasaje en su discurso de toma de posesión en el que recordó la lucha de millones de mujeres para exigir sus derechos en la política mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo asumió como la primera Presidenta de México el pasado 1º de octubre. Llega con una gran fuerza política que hereda de la popularidad con la que deja la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador, de la penetración del discurso y el proyecto de Morena y de la Cuarta Transformación en sectores importantes de la población y, obviamente, de sus propios talentos personales, profesionales y políticos.
La asunción de Sheinbaum como primera Presidenta rompe varios listones de primera vez. Es la primera mujer en asumir el principal cargo de poder público del país en 503 años desde la Conquista española, es la primera mujer de formación científica distinta a las carreras de militares, abogados y economistas predominantes de los anteriores presidentes y es la primera persona electa mandataria que no se formó en los dos viejos partidos mexicanos, el PRI y el PAN. Sheinbaum viene de una familia de clase media que participó en el movimiento de 1968 y la izquierda independiente, que militó en el movimiento estudiantil de finales de la década de 1980 y que no ha dependido del ejercicio de cargos públicos para su sostenimiento. Llega, además, con una gran fuerza política: casi 60 por ciento de la votación en la elección presidencial, mayoría calificada en las dos cámaras, 24 gobiernos estatales y más de 70 por ciento de aprobación al iniciar su sexenio.
En sus discursos del pasado 1º de octubre, primero ante el Congreso de la Unión y posteriormente ante sus simpatizantes en el Zócalo de la Ciudad de México, Sheinbaum delineó lo que será su proyecto político. Para nadie es un secreto que no ha planteado una ruptura o siquiera un distanciamiento con el ex presidente López Obrador. Ni lo necesita ni lo desea. Ha dicho que el suyo es la continuación de un proyecto político, el de la Cuarta Transformación al que si acaso añade que será el Segundo Piso de ese proyecto.
Y ya se nota en los mensajes referidos, especialmente en los 100 compromisos que presentó en el Zócalo la tarde del 1º de octubre. Hay un énfasis en la continuación de los programas sociales o si se quiere, en plantear el crecimiento de un incipiente Estado de bienestar, por ejemplo al plantear medicina preventiva gratuita para toda la población de la tercera edad, o la continuidad de una especie de política keynesiana al apostar por los megaproyectos que detonarán inversión pública, como la construcción de tres mil kilómetros de ferrocarriles en su sexenio.
Pero más allá de la continuidad del proyecto de López Obrador y de los matices del Segundo Piso de la 4T, claramente Sheinbaum enfrenta varios retos complejos y difíciles de resolver y menos si no se les nombra o se les coloca entre las prioridades.
El principal reto a encarar y admitir es que México atraviesa una crisis humanitaria de proporciones mundiales, dada su magnitud. En primer lugar la crisis de desaparición de personas y el compromiso que debería asumir de detener esta crisis y comprometerse encontrar a los ausentes del pasado. Junto a ello, debe admitir, detener y resolver la grave crisis forense que tiene México con más de 72 mil cuerpos sin identificar en los servicios forenses del país. Como parte de esta crisis humanitaria, Sheinbaum tiene el reto de bajar sustancialmente los homicidios dolosos, y hacerlo con medidas que no violen los derechos humanos, como las torturas, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.
López Obrador traicionó al final el compromiso de apostar por la memoria histórica y llevar verdad y justicia para las víctimas de las distintas violencias estatales, entre ellas para los padres y madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la Guerra Sucia, pero no solamente. No basta que su Gobierno sea paritario, Sheinbaum debe tener una relación distinta con la agenda el movimiento feminista mexicano. López Obrador la descalificó.
En medio ambiente, debe corregir el desastre que dejó López Obrador, tanto al desmantelar los presupuestos de las agencias estatales, como las externalidades de los megaproyectos que impulsó. El reto económico y hacendario no es menor. Debe cumplir su promesa de mantener y ampliar los programas sociales sin aumentar la carga de deuda para la sociedad, lo que implica que los ricos y las grandes corporaciones paguen más impuestos. Y en el ámbito externo existe el reto de administrar el margen de soberanía que nos deja Estados Unidos y la contienda geopolítica mundial.
A lo largo de su sexenio, López Obrador repitió una y otra vez que el modelo neoliberal se había terminado en México, pero eso no es así. La mejor prueba es que el modelo extractivista basado en el despojo de territorios y poblaciones sigue vigente en buena parte del país. Si realmente el proyecto de la Cuarta Transformación quiere terminar el modelo neoliberal debe no sólo modificar sino terminar el modelo extractivista cambiando radicalmente el sistema de concesiones de bienes públicos como agua, tierras, minerales, territorios destinados al turismo y los proyectos inmobiliarios. Debe además modificar un anquilosado sistema de justicia agrario que eterniza las luchas jurídicas de los pueblos originarios y campesinos por la restitución de sus tierras. Como se aprecia, Sheinbaum llega con enormes fortalezas, pero también con una pesada carga de retos.
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