Para estos comicios han sido convocados unos 147.3 millones de electores que tendrán la responsabilidad de elegir al sucesor de Michel Temer, quien llegó al poder tras un polémico ‘impeachment’ contra la entonces presidenta electa, Dilma Rousseff.
Las principales encuestas en Brasil ubican la disputa electoral entre Bolsonaro y Haddad, quienes tienen una intención de voto de 32 por ciento y 23 por ciento, respectivamente. El sondeo de Ibope, con un margen de error de 2 por ciento, considera que el escenario más probable es una segunda vuelta que se celebraría el 28 de octubre.
Ciudad de México, 6 de octubre (RT/SinEmbargo).– La ausencia de Luiz Inácio Lula da Silva en la carrera presidencial es el hecho sobre el que orbitan las elecciones de este domingo en Brasil: su salida le ha dado ventaja al candidato ultraderechista, Jair Bolsonaro, y pone a prueba a su delfín político, Fernando Haddad.
Para estos comicios han sido convocados unos 147.3 millones de electores que tendrán la responsabilidad de elegir al sucesor de Michel Temer, quien llegó al poder tras un polémico ‘impeachment’ contra la entonces presidenta electa, Dilma Rousseff.
El camino hasta las urnas electorales estuvo marcado por la larga batalla legal emprendida por Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) para mantener la candidatura del ex mandatario, mediante movilizaciones populares y recursos interpuestos ante el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
No obstante, la mayoría de los magistrados de esa corte decidieron finalmente vetar la postulación por la Ley de Ficha Limpia, que impide a una persona postularse a un cargo de elección popular si tiene una condena en segunda instancia, como es el caso del ex presidente, encarcelado por delitos de corrupción y lavado de dinero. La salida de Lula, gran favorito según todas las encuestas, dejó el camino libre para varios políticos que aspiran gobernar al gigante de Suramérica: ¿Quiénes son los que tienen más chance de lograr la silla presidencial para el período 2019-2013?
Aunque arrancó como tercera favorita al inicio de la carrera presidencial, la candidatura de Marina Silva ha quedado relegada a un cuarto lugar que disputa con Alckim en las encuestas. Negra, de origen humilde, con una intachable hoja de vida, sindicalista, ecologista y de religión evangélica, es la mujer que aspira por tercera vez a la Jefatura de Gobierno en Brasil.
Silva, de 60 años, es la abanderada del partido Rede Sustentabilidade (Rede) junto a Eduardo Jorge como aspirante a la Vicepresidencia. Con una carrera política que inició con el PT en 1987, cuando fue electa como concejal en Rio Branco, la candidata tiene un historial que comprende una diputación estatal, un escaño en el senado y la cartera de Ambiente, que desempañó durante el gobierno de Lula hasta que las diferencias le hicieron alejarse del ex presidente.
En 2010, Silva se lanzó al ruedo para la Presidencia, logrando un tercer puesto detrás de la ganadora, Dilma Rousseff (PT), y del aspirante del PSDB, José Serra. En 2014 se postuló a la Vicepresidencia, pero el accidente mortal del aspirante a la Jefatura de Estado, Eduardo Campos, terminó poniéndola al frente de la boleta. ¿El resultado? Otro tercer lugar, esta vez detrás Rousseff y Aécio Neves, del PSDB.
JAIR BOLSONARO, LA ULTRADERECHA MILITAR
Su apodo es ‘Mito’ y varias veces ha generado polémica por sus comentarios homofóbicos, machistas y racistas. Se mantuvo en el segundo puesto de preferencia electoral hasta que el TSE le negó a Lula la posibilidad de medirse en las presidenciales: la salida del ex presidente lo llevó al primer lugar de las encuestas y, según los sondeos más recientes de Ibope, irá seguro a la segunda vuelta.
Días después de que se descartara definitivamente la candidatura de Lula, un hombre atacó a Bolsonaro mientras este participaba en un mitin político. El presunto responsable de la agresión fue Adelio Obispo de Oliveira, quien habría confesado que agredió al político del Partido Social Liberal (PSL) con un cuchillo en la zona de su abdomen durante un acto de campaña en la ciudad de Juiz de Fora, estado de Minas Gerais. El candidato fue intervenido quirúrgicamente y superó el incidente sin complicaciones, pero algunos analistas estiman que ese hecho lo afianzó como favorito.
El político de 63 años es un ex capitán retirado del ejército brasilero, que desde 1991 representa a Río de Janeiro como diputado federal. Sus frases polémicas y altisonantes le han dado centimetraje en los medios y gran popularidad en redes sociales, donde también se le apoda como el ‘Trump de Brasil’. Su ascenso como candidato ocurrió en un ambiente contaminado por las denuncias de corrupción que involucran a figuras de partidos tradicionales de su país, especialmente tras el escándalo de Lava Jato, por lo que su discurso de “mano dura” convoca a buena parte del electorado.
En 2016, cuando votó a favor de la destitución de Rousseff, Bolsonaro dijo que lo hacía en nombre del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los torturadores más sanguinarios de la dictadura militar. La declaración la hizo frente a la ex presidenta, quien fue víctima de torturas durante ese período.
Al año siguiente, el candidato fue condenado a indemnizar a la parlamentaria del PT, María do Rosario Nunes, luego de que le dijera: “No la voy a violar porque ni eso merece”. Ese mismo año también fue obligado a pagar una multa de 50.000 reales (15.900 dólares) por su “expresiones injuriosas, prejuiciosas y discriminatorias” contra la población negra en general, luego que se refiriera a ella en los siguientes términos: “no hacen nada, creo que no sirven ni para procrear”.
A pesar de sus controvertidas posiciones, se estima que 60% de su electorado potencial es menor de 30 años. El dato no es menor, si se tiene en cuenta que se trata de un segmento de la población que no padeció el horror de la dictadura militar, la misma que Bolsonaro reivindica desde una extrema derecha que se vende como “anti-establecimiento”.
Entre las propuestas más relevantes de su programa de gobierno de corte neoliberal, que corona con el lema ‘Brasil encima de todo. Dios encima de todos’, están las siguientes:
Reducir la deuda pública en 20 por ciento a través de un proceso de privatización de las empresas públicas, venta de acciones y asignación de concesiones a operadores privados.
Crear un sistema privado para la jubilación por capitalización, que existiría en paralelo a la cotización pública.
Rebajar la edad de imputabilidad de 18 a 16 años y eliminar del beneficio procesal de recorte de condena.
Crear de un Ministerio de Economía que unifique las carteras de Hacienda, Planificación e Industria para dirigir el plan de privatizaciones.
Fomentar el uso de armas entre civiles, así como el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad y de defensa.
Aplicar una política de “guerra” contra el narcotráfico, que prevé protección jurídica especial para los policías que torturen, hieran o maten a presuntos delincuentes.
FERNANDO HADDAD, EL DELFÍN DE LULA
Hasta hace menos de un mes, Haddad era el compañero de fórmula de Lula. Su nombre figuraba como aspirante a la vicepresidencia en un binomio que, de vencer la batalla legal, se auguraba victoriosa. Sin embargo, el revés en los tribunales impidió la candidatura del ex presidente y puso al ex ministro de Rousseff al frente de la boleta del Partido de los Trabajadores (PT).
Nadie duda en adosarle el mote de delfín político, que se confirmó en la carta enviada por Lula a la cúpula del PT para exigir que apoyaran la postulación de Haddad como candidato a la Jefatura de Estado, junto a Manuela D’Ávila en la vicepresidencia. “Él será mi representante en esta batalla para que retomemos el rumbo del desarrollo y de la justicia social”, escribió el ex mandatario desde la cárcel.
Haddad es un abogado de 55 años, ex alcalde de Sao Paulo durante el período 2013-2017, que en menos de un mes debió sustituir a Lula. Menos carismático que el ex mandatario, el catedrático no ha podido alcanzar el favoritismo del líder natural del PT, aunque las encuestas registran un crecimiento sostenido en la preferencia electoral. Los últimos sondeos lo ubican detrás de Bolsonaro, por lo que sería el virtual favorito para disputar la segunda vuelta.
El candidato es considerado un intelectual de clase media que, pese a su valoración positiva como burgomaestre y ex ministro, no fue reelecto el año pasado como alcalde. El fuerte rechazo al PT en Sao Paulo jugó en contra de su candidatura y favoreció al novato João Doria, un empresario que se vendía como un anti-Lula, escenario que podría repetirse a escala nacional por la fuerte polarización que hay con Bolsonaro de contraparte.
En los últimos días, Haddad se ha sumado a la campaña impulsada por el movimiento feminista en Brasil bajo el lema “Él no”, que rechaza las posturas misóginas de Bolsonaro y su propuesta económica por considerarla excluyente. Este respaldo ha sido medular en su único mes de campaña, no solo porque las mujeres representan más de la mitad del electorado en Brasil sino porque han logrado una convocatoria masiva en las calles.
El candidato petista ha prometido hacer cumplir el plan de Lula, que pone el acento en temas como la agricultura, la educación y la recuperación económica. Las principales propuestas del programa “Brasil Feliz de Nuevo” son las siguientes:
Promover la agricultura ecológica y los cultivos orgánicos libres de agrotóxicos, para que se incluyan este tipo de alimentos especialmente en la merienda escolar.
Restablecer los valores democráticos en Brasil y las libertades sociales que, a juicio del candidato petista, han sufrido un retroceso durante el gobierno de Temer.
Darle empuje al crecimiento económico sin desigualdad social.
Apoyar a las empresas que quieran impulsar la producción nacional, recuperar las empresas públicas y detener las privatizaciones.
Aplicar una reforma tributaria bajo los principios de “progresividad, simplicidad y eficiencia”.
Respetar los derechos de todos los grupos sociales, especialmente las mujeres, la comunidad LGBTI, personas con discapacidad, jóvenes, ancianos y demás sectores.
CIRO GOMES, LA IZQUIERDA MODERADA
Esta es la tercera vez en que se postula a la presidencia. La primera fue en 1998, cuando quedó en tercer lugar; y la segunda, en 2002, una elección que lo dejó en el cuarto puesto de la carrera. Sin embargo, en esa oportunidad fue llamado por Lula para formar parte del gobierno como ministro de Integración Nacional.
Con un discurso que busca cautivar a la izquierda moderada mediante un alejamiento estratégico de la figura de Lula, Gomes aspira ir a la segunda vuelta junto a su compañera de fórmula, Kátia Abreu. A Bolsonaro lo tilda de “nazi”, mientras que a Haddad lo acusa de no tener propuestas propias y de “falta de garra” para asumir las riendas del país.
Gomes es un abogado de 60 años, proveniente de una familia vinculada a la política, que se desempeñó durante la década de los 80 como profesor de derecho tributario en la Universidad Vale do Acaraú, en Sobral, y en la Universidad de Fortaleza (Unifor); y estuvo al frente de la alcaldía de Fortaleza (1989-1990). En la década de los 90 ejerció como Gobernador de Ceará (1991-1994) y fungió después como investigador de la Universidad de Harvard (1996).
Fue electo como diputado federal (2007-2011). En 2013, su hermano, el entonces gobernador de Ceará, lo designó como secretario de Salud del estado hasta 2015, año en el que asumió la presidencia de Transnordestina, subsidiaria de la Compañía Siderúrgica Nacional (CSN) responsable de las obras del ferrocarril homónimo en el Nordeste, refiere Folha. En 2016, estuvo en contra del ‘impeachment’ contra Rousseff y renunció a su cargo en la CSN para no entorpecer las obras del ferrocarril durante el gobierno interino de Temer.
Los sondeos lo ubican tercero, detrás de Bolsonaro y Haddad. En la recta final de la carrera presidencial, Gomes ha insistido en que “no es inteligente” que el electorado brasileño se incline por el aspirante del PT por agradecimiento a Lula. “La gratitud es algo que hacemos mirando hacia atrás y la política es algo que tenemos que decidir, incluso con dolor en el corazón, mirando hacia adelante”, sostuvo Gomes en un mitin.
El candidato, quien ha insistido en poner fin a la “radicalización” en Brasil pero es conocido por su verbo cáustico, tiene un plan de gobierno en el que resaltan las siguientes propuestas:
Crear una policía de frontera.
Generar dos millones de empleos en su primer año de gobierno.
Diseñar y aplicar un manual anticorrupción para el gabinete de gobierno.
Hacer una reforma tributaria para imponer mayores gravámenes a las grandes fortunas.
Recortar la inversión social para eliminar el déficit fiscal en dos años.
Transformar el sistema de pensiones.
Revocar la enmienda impulsada por el gobierno de Temer, que puso techo al gasto público por 20 años, en perjuicio de la educación, la salud pública y los programas sociales.
GERALDO ALCKMIN, TRADICIÓN SIN ESTRIDENCIAS
Representante de la derecha más tradicional del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y reincidente en sus aspiraciones presidenciales, Geraldo Alckim se presenta por segunda vez a unas elecciones por la primera Magistratura, años de haber perdido su primer chance frente a Lula.
Alckim, de 65 años de edad, es un médico católico y conservador, que a los 19 años fue electo como el concejal más joven de la historia de Pindamonhangaba y, desde entonces, se mantuvo de manera casi ininterrumpida en cargos de elección. Aunque en 2006 fue al balotaje con Lula, en esta oportunidad las encuestas lo sitúan en un lejano cuarto lugar, eclipsado por el ultraderechista Bolsonaro.
“No soy un showman”, ha dicho con orgullo el atildado candidato, quien no ha podido captar más votos en la derecha que el estridente aspirante del PSL, lo que deja espacio a un hecho inédito desde la redemocratización en Brasil: es la primera vez que uno de los principales partidos tradicionales no se disputa la segunda vuelta presidencial.
El estancamiento de la candidatura de Alckim provocó varias deserciones de su propio partido, por lo que el mismísimo canciller Aloysio Nunes hizo un llamado de atención al PSDB para que sus militantes no manifestaran críticas a su abanderado y “mucho menos en público” porque “eso arroja agua en el molino del PT”.
Con su lema “el futuro mejor empieza ahora”, el conservador prevé mantener la línea de gobierno de Temer, quien culmina su mandato con una popularidad que apenas roza el 4%, mediante un programa de corte neoliberal que se resume en las siguientes propuestas:
Aplicar reformas para eliminar Ministerios e instituciones, con el propósito de reducir el tamaño del Estado y minimizar su participación en la economía.
Fomentar un programa de privatizaciones y otorgamiento de concesiones.
Reducir la inversión social y el gasto público, con un plan de ajuste para recuperar el “equilibrio fiscal” en dos años.
Promover una reforma política para eliminar partidos porque considera que las toldas funcionan como “pequeñas empresas”.
Convertir el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en el único tributo, tras la eliminación de los sistemas de recaudación que pechan las ganancias.
MARINA SILVA, EL TERCER INTENTO
Aunque arrancó como tercera favorita al inicio de la carrera presidencial, la candidatura de Marina Silva ha quedado relegada a un cuarto lugar que disputa con Alckim en las encuestas. Negra, de origen humilde, con una intachable hoja de vida, sindicalista, ecologista y de religión evangélica, es la mujer que aspira por tercera vez a la Jefatura de Gobierno en Brasil.
Silva, de 60 años, es la abanderada del partido Rede Sustentabilidade (Rede) junto a Eduardo Jorge como aspirante a la Vicepresidencia. Con una carrera política que inició con el PT en 1987, cuando fue electa como concejal en Rio Branco, la candidata tiene un historial que comprende una diputación estatal, un escaño en el senado y la cartera de Ambiente, que desempañó durante el gobierno de Lula hasta que las diferencias le hicieron alejarse del ex presidente.
En 2010, Silva se lanzó al ruedo para la presidencia, logrando un tercer puesto detrás de la ganadora, Dilma Rousseff (PT), y del aspirante del PSDB, José Serra. En 2014 se postuló a la Vicepresidencia, pero el accidente mortal del aspirante a la Jefatura de Estado, Eduardo Campos, terminó poniéndola al frente de la boleta. ¿El resultado? Otro tercer lugar, esta vez detrás Rousseff y Aécio Neves, del PSDB.
Aunque se ha mostrado abiertamente en contra de Bolsonaro, también ha procurado deslindarse del PT porque considera que el partido no ha hecho una crítica puertas adentro y promueve un modelo de desarrollo poco sostenible. De hecho, Silva avaló la destitución de Rousseff como mandataria en 2016, lo que se interpretó como un pase de factura por las diferencias que tuvo con ella mientras ejerció como ministra de Ambiente.
Con el lema de campaña “Un Brasil justo, ético, próspero y sostenible”, la candidata de REDE ha presentado un plan de gobierno que pone el énfasis en los siguientes aspectos.
Inversiones en infraestructura y un proceso de privatizaciones sin “dogmatismo”, del cual estarían exentos la estatal Petrobras, el Banco de Brasil y la Caixa Económica Federal.
Una reforma al sistema de jubilaciones, en vista de que el gasto de pensiones representa actualmente 13 por ciento del PIB.
Refuerzo de la política de control de armas, un sistema de penas alternativas y reducción de las prisiones provisorias.
Propuesta de referendo para la despenalización de las drogas.
Despliegue de las Fuerzas Armadas para la protección del territorio, el combate al narcotráfico y la preservación del ambiente.
Ampliación de la inversión en energías renovables.
Mantenimiento de los programas de inversión social, especialmente los dirigidos a las poblaciones más vulnerables para combatir la pobreza.
CONTEXTO DE LA ELECCIÓN
Las principales encuestas en Brasil ubican la disputa electoral entre Bolsonaro y Haddad, quienes tienen una intención de voto de 32 por ciento y 23 por ciento, respectivamente. El sondeo de Ibope, con un margen de error de 2 por ciento, considera que el escenario más probable es una segunda vuelta que se celebraría el 28 de octubre.
Gomes se posiciona como tercero, con 10 por ciento de los votos potenciales, seguido de Gomes con 7 por ciento y Silva con un 5 por ciento. La noticia es que, en caso de balotaje, los números favorecen a Haddad por encima de Bolsonaro con un estrecho margen de 2 puntos porcentuales, lo que a juicio de los analistas demuestra la extrema polarización que vive Brasil.
No obstante, el la víspera de la elección una decisión del TSE puso en alerta a los votantes del PT: la eliminación del derecho al voto a 3.4 millones de brasileños, en las zonas donde históricamente ha arrasado el partido de Lula. La razón que argumentó el Tribunal fue que esos ciudadanos no habían acudido a actualizar el registro biométrico en los plazos establecidos, por lo cual no podrán sufragar.
De los 147 millones de votantes que tiene Brasil, solo 69 por ciento (87 millones) hicieron el registro biométrico. Por esa razón, la penalidad fue aplicada a poco más de tres millones de habitantes de las zonas más pobres del país fue considerado por el PT y por el Partido Comunista de Brasil como un castigo excesivo que vulnera los derechos de los sufragantes.
Otro de los puntos medulares en este comicio tiene que ver con el peso del voto de las mujeres. El movimiento feminista ha tomado las calles en importantes manifestaciones para expresar su rechazo al discurso de Bolsonaro, lo que ha afianzado las posibilidades de Haddad de asegurarse una estrecha victoria pese a no contar con el mismo respaldo de Lula.
Según una encuesta de Datafolha, 44 por ciento de las féminas no votaría por Bolsonaro bajo ninguna circunstancia, aunque un 18% de ellas ha respaldado a ultraderechista, frente al 13 por ciento que daría su apoyo a Haddad o Gomes, empatados en el segundo lugar de preferencia en la medición realizada a mediados de septiembre.
Las mujeres representan 52.5 por ciento del electorado brasileño y se han convertido en un segmento clave en las campañas de los presidenciables, un hecho que ha estado marcado por la presencia de mujeres en los binomios que tiene mayor intención de voto, salvo el del PSL.
En el escenario actual de profunda desconfianza del electorado por los escándalos de corrupción que salpican a políticos de distinto signo, las denuncias sobre la supuesta utilización de la justicia como herramienta de persecución, el amplio rechazo al gobierno de Temer y el crecimiento marginal de una economía que no ha podido recuperar el ritmo de crecimiento de la era Lula, los mercados también han dejado asentada su opinión.
En la última semana, tras los sondeos que le daban ventaja a Bolsonaro en la primera vuelta, la Bolsa de Sao Paulo reaccionó positivamente con una suba de 3 por ciento y la apreciación del real frente al dólar. Wellington Ramos, de la consultora Austin Rating, dijo a EFE que el candidato del PSL es con quien “más se identifica el mercado financiero, principalmente por su futuro ministro de Hacienda”, en referencia a Paulo Guedes, considerado un ferviente partidario de las privatizaciones y las medidas de ajuste fiscal.
Pero más allá de las apetencias del mercado, lo que parece quedar claro es que los electores brasileños, en medio de la crispación y la ausencia del principal favorito, aplicarán el voto en contra: Unos para defenestrar a todo lo que represente al petismo y otros para evitar la llegada de la ultraderecha más radical. Será la batalla de los ‘anti’.