Jorge Alberto Gudiño Hernández
06/08/2023 - 12:02 am
¿Y si cada quien escoge sus libros?
¿Y si le damos un voto de confianza a los maestros como se lo damos a los doctores? Que se deben tener formas de control, es claro. Que existirá un problema logístico al abrir la puerta a que cada docente escoja los libros que quiere utilizar, sin duda. Que podría prestarse a malos manejos por corruptelas y demás, también.
En sexto de prepa entré a área 1. El profesor de Cálculo nos pidió “el Granville”. Era el típico libro que usábamos, más que por sus explicaciones, para hacer ejercicios cuya respuesta venía incluida en las últimas páginas. Virgilio, nuestro profesor, alguna vez comentó que el libro no tenía errores. Más aún, la editorial en Estados Unidos ofrecía alguna cantidad por cada error que alguien encontrara. Es probable que esa historia (¿acaso mítica?) hubiera funcionado para que, en efecto, las ediciones en español ya no tuvieran errores en los resultados de los ejercicios. A fin de cuentas, un ejército de estudiantes y maestros se habían dado a la tarea de corregirlos con el paso de los años. No suena mal como estrategia editorial para un libro de texto.
Por cierto, en área 2 y área 3 llevaban otros libros de Cálculo, más orientados a lo que se pretendía que aprendieran los estudiantes de otros perfiles. Y eso, en la prepa en donde yo iba. Asumo que, en el resto de las preparatorias, la bibliografía era diferente. Supongo que cada coordinación o cada docente escogía el libro que más les convenía de acuerdo con diferentes parámetros. Si a Virgilio lo convencía la idea de que el Granville no tenía errores, estaba bien. Si a otro profesor le importaban más ciertos problemas de aplicación, también era un buen argumento. Otros podrían decantarse por el nivel, por la claridad de las explicaciones, por el número de ejercicios o, incluso, por el precio o disponibilidad del libro. Y eso en Cálculo de sexto de prepa. Habría que multiplicarlo por el resto de las materias y grados escolares.
Estas últimas semanas ha habido una gran polémica en torno a los nuevos libros de texto gratuitos. Aun sin estar del todo disponibles para su análisis, lo cierto es que han presentado errores de muchas índoles. Desde erratas casi inevitables hasta problemas de aproximación metodológica o de comprensión de ciertos conceptos básicos. Eso ha despertado una serie de indignaciones por demás comprensibles. También, significa que varias personas (especialistas y legos) están hablando de los libros que se le distribuyen a una gran mayoría de los estudiantes del país.
Yo me recuerdo en la primaria, a finales de cada ciclo escolar, rellenando los libros de la SEP. Ignoro si era sólo para entretenernos o para dejar alguna constancia de que se habían usado. Lo que ya era claro desde entonces, es que no eran buenos libros. Tan era así, que no los usábamos como era debido. Es cierto, como iba en una escuela privada, me daban otros. Elegidos éstos, por los directivos del colegio o por los maestros de cada grado. ¿Cuáles eran sus argumentos para escoger (menciono algunos nombres a los que me lleva mi memoria) el Libro Alfa, Ciencias Luis Rey o La Ortografía y tú en lugar de otros? Ni idea. Quizá las mismas razones que las de Virgilio: algo veían en esos libros que les convenía y consideraban útil para enseñarnos.
¿No sería conveniente algo similar con los libros de texto gratuitos? Parto de la idea de que los actuales son malos… como también lo fueron los anteriores. Si alguna vez llego a analizarlos con calma y método, podré emitir una opinión mejor fundada, pero ahora no puedo. Es cierto que los errores que se muestran en las redes me parecen de ridículos a indignantes, pero no puedo, de momento, ir mucho más lejos.
En realidad, lo que me interesa es que ya no existan libros obligatorios. No es posible que un mismo texto (por bien hecho que esté) sirva para todos los maestros y todos los alumnos de un país tan grande y heterogéneo como el nuestro. De ahí que se me parezca buena idea que se den a escoger. El trato con las editoriales podría ser positivo para todas las partes. Hasta regalías les tocarían a ciertos autores.
¡Vamos! Es como con las medicinas. Mis hijos tienen 10 y 12 años. En conversaciones con los papás de sus amigos, me he enterado de que hay pediatras que, ante una febrícula o fiebre, recetan Tempra, Motrin, NeoMelubrina, Febrax u otros. Supongo que la elección de estos medicamentos depende de los conocimientos y experiencia de cada doctor.
¿Y si le damos un voto de confianza a los maestros como se lo damos a los doctores? Que se deben tener formas de control, es claro. Que existirá un problema logístico al abrir la puerta a que cada docente escoja los libros que quiere utilizar, sin duda. Que podría prestarse a malos manejos por corruptelas y demás, también. Sin embargo, no son problemas insalvables. Además, me da la impresión de que cada profesor se sentiría más cómodo, que el beneficio podría ser tangible, que habría muchas opciones de aproximación pedagógica y que, con suerte, podríamos arreglar un poco el desastre educativo que acarreamos por décadas.
Si algo sabemos es que, a la hora de generar conocimientos, no existe una sola ruta válida. De hecho, es gracias a los diferentes caminos, que se consigue profundizar mucho más. No permitamos, entonces, que se siga deteriorando la educación en nuestro país.
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