Antes del tiroteo contra mexicanos en Texas, El Paso era un punto de cruce tranquilo para migrantes

06/08/2019 - 10:30 pm

Una oleada sin precedentes de familias centroamericanas ha llegado este año a la frontera con Estados Unidos, en particular a El Paso, donde se vinculó al supuesto agresor con un manifiesto publicado en internet contra la “invasión hispana” y solicitantes de asilo latinos.

El Paso, Texas, EU (AP).— Deny Martínez le pagó a un traficante 7 mil dólares para que lo llevara a él y a su hijo adolescente de Honduras al lado mexicano del Río Bravo, del otro lado de El Paso, Texas.

El destino de su traficante era Ciudad Juárez, México: una cuenca seca a la vista de las torres de oficinas del centro de El Paso. El canal atraviesa la ciudad y, en un punto, queda a menos de 5 kilómetros (3 millas) del Walmart en donde un hombre armado atacó a clientes el sábado, resultando en 22 muertes.

Una oleada sin precedentes de familias centroamericanas ha llegado este año a la frontera con Estados Unidos, en particular a El Paso, donde se vinculó al supuesto agresor con un manifiesto publicado en internet contra la “invasión hispana” y solicitantes de asilo latinos.

Se desconoce por qué el hombre armado viajó de su casa cerca de Dallas a El Paso, pero la ciudad fronteriza de 700 mil habitantes se ha convertido en un punto álgido para cruces de inmigrantes tras años de ser una de las ubicaciones más tranquilas en la frontera.

Siendo los traficantes los que deciden la ruta, los centroamericanos suelen cruzar fácilmente el Río Bravo en El Paso con niños pequeños. Luego esperan que agentes de la Patrulla Fronteriza los arresten y sean trasladados a una extensa red de albergues privados en la ciudad.

Martínez, de 34 años, fue liberado con su hijo de 14 años después de cuatro días bajo custodia estadounidense y recibió una notificación para comparecer en una corte migratoria. Llegó a Estados Unidos por motivos económicos y no tenía intención de solicitar asilo.

“Me siento muy alegre de estar en el país”, dijo un domingo de abril antes de subirse a un autobús rumbo a Dallas.

Los agentes en el sector de El Paso de la Patrulla Fronteriza hicieron la misma cantidad de arrestos durante todo el año fiscal 2012 que en una sola semana promedio en mayo. Las detenciones en el sector se septuplicaron con creces entre octubre y junio, comparado con el mismo periodo del año previo.

La Patrulla Fronteriza difundió un video de vigilancia de más de mil personas cruzando la frontera sin autorización en El Paso el 29 de mayo, el grupo más grande que ha visto la agencia. Miembros de una milicia armada comenzaron a salir al desierto en las afueras de El Paso hace unos meses, incluido un grupo que detuvo a 300 migrantes. El grupo transmitió un video en Facebook Live del encuentro que los miembros constantemente describieron como una “invasión”.

El Presidente Donald Trump planeaba visitar la ciudad el miércoles aunque algunos residentes de El Paso consideran que su dura retórica inmigratoria ha fomentado la acrimonia en línea asociada con el agresor de Walmart.

Trump tuvo ahí un evento en febrero y mencionó a El Paso durante su discurso Estado de la Unión para justificar su muro fronterizo, lo que generó críticas porque infló la tasa delictiva de la ciudad.

Con una población compuesta 80 por ciento por latinos, El Paso es una de las grandes ciudades con mayor presencia hispana en Estados Unidos, y una de las más seguras. Tiene además una profunda importancia entre los mexicano-estadounidenses.

La economía de la ciudad depende de fábricas y consumidores mexicanos que con frecuencia cruzan la frontera para comprar en El Paso, y muchos residentes tienen fuertes vínculos con la vecina Ciudad Juárez. Ocho mexicanos murieron en la masacre del sábado.

La larga relación de El Paso con México se observa en rituales diarios de educación, familia y comercio. Después de que suena la chicharra en las secundarias de El Paso, el puente internacional se convierte en un mar de mochilas, con cientos de estudiantes estadounidenses regresando a casa con sus familias en Ciudad Juárez. Pesos y dólares se aceptan en ambos lados de la frontera.

Miles de residentes tienen cercas fronterizas en su patio. La arquitectura mexicana moldea la ciudad, desde lujosas haciendas sobre los cerros hasta humildes casas de adobe.

Desde hace mucho tiempo, los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) y el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE) han sido parte de la comunidad, y muchos de ellos respondieron al tiroteo del sábado.

“Nuestra diversidad es lo que nos hace especiales”, dijo el lunes el alcalde Dee Margo.

No fue sino hasta hace poco que El Paso se convirtió en punto de entrada para miles de migrantes que huyen de la pobreza y asesinatos en Guatemala y Honduras, entre ellos muchas familias. Las personas que llegaron en familia o los menores no acompañados representaron 85 por ciento de los arrestos en el sector de El Paso entre octubre y junio, comparados con 66 por ciento para toda la frontera mexicana.

La velocidad del cambio a El Paso sorprendió a muchos agentes.

“Es como un interruptor”, dijo Aaron Hull, jefe del sector de El Paso de la Patrulla Fronteriza durante el aumento de hace unos meses.

Casa Anunciación, un grupo sin fines de lucro que lleva 40 años ayudando a migrantes en El Paso, se encargó de camas, alimentos y transportación para miles de personas hace algunos meses, encontrando espacio en iglesias, moteles y otros albergues. Las autoridades de Estados Unidos dicen que el trabajo del grupo pudiera explicar el atractivo de la ciudad para los migrantes.

“Los migrantes han aprendido, ‘Ven a El Paso. Ven a Juárez. Ahí estarás un par de días. Serás procesado y liberado. Irás a Casa Anunciación y ahí se encargarán de ti’”, dijo Corey Prices, director de campo para las operaciones de vigilancia y remoción del ICE en El Paso, quien considera que el grupo es un socio y elogia su trabajo.

Habló justo antes de que el gobierno de Trump hiciera que los centroamericanos esperaran en Ciudad Juárez para sus audiencias ante las cortes migratorias de Estados Unidos.

Un jueves por la mañana, un grupo de 23 centroamericanos, de los que alrededor de la mitad eran menores de edad, caminaron sin obstáculos por la cuenca que separa a México de Estados Unidos, hasta unos altos bolardos de acero que el gobierno de Trump colocó para reemplazar barreras menos imponentes. Caminaron a lo largo de un camino de tierra y esperaron a que los agentes los vieran.

Una mujer estaba embarazada de cuatro meses. Un guatemalteco de 36 años con su hijo de 9 años dijo que fueron por motivos económicos. Un guatemalteco con un niño de 11 años dijo que huía de un gobierno corrupto e ineficiente.

Juan Gaspar Casinto, quien trabajó como guardia de seguridad privado en Guatemala, cubrió a su hija de 6 años mientras dormía en el piso de la estación de autobuses Greyhound atiborrada con más migrantes la noche del sábado.

Casinto, de 31 años, dijo que llegar solo a Estados Unidos no era una opción. Los niños deben ser liberados a los 20 días según un fallo de la corte, un hecho que cada vez se conoce más después de que el gobierno de Trump ordenara a un juez parar la práctica general de separar familias.

“Hay que ir con niños”, dijo. “Así, sí se entra. Si no, no”.

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