Gustavo De la Rosa
06/08/2019 - 12:05 am
Otra vez la muerte en Paso del Norte
Sólo podemos expresar lo que sentimos durante y después del hecho; esa primera incredulidad y sorpresa al escuchar de otras bocas lo que sucedía; la negación de lo registrado y reportado por los noticieros; la ira y coraje al saber el número de víctimas y lo que movió al tirador a cometer tal acto de terrorismo supremacista; la decepción de entender que, en el país más avanzado del norte de América, un sujeto pueda asesinar a decenas asegurando que está deteniendo una invasión y revelando así que la demencia racial se ha vuelto colectiva, justificada con mensajes de odio.
Desde Juárez sólo me atrevo a comunicar los sentimientos, las angustias, las tristezas y el golpe que representó a nuestra moral comunitaria y a la convicción de que Juárez y El Paso somos una misma ciudad, apenas dividida por un río y un muro, el ataque armado que cobró al menos 22 vidas y dejó 24 lesionados en un centro comercial de esta pequeña ciudad norteamericana, la más segura de Estados Unidos.
Todos llegamos aquí desde muy lejos y somos las mismas personas, familias, la misma cultura y los mismos idiomas, un español lleno de americanismos y un inglés lleno de mexicanismos; estamos demasiado cerca como para ser objetivos y demasiado adoloridos para poder reflexionar.
Sólo podemos expresar lo que sentimos durante y después del hecho; esa primera incredulidad y sorpresa al escuchar de otras bocas lo que sucedía; la negación de lo registrado y reportado por los noticieros; la ira y coraje al saber el número de víctimas y lo que movió al tirador a cometer tal acto de terrorismo supremacista; la decepción de entender que, en el país más avanzado del norte de América, un sujeto pueda asesinar a decenas asegurando que está deteniendo una invasión y revelando así que la demencia racial se ha vuelto colectiva, justificada con mensajes de odio.
La angustia de marcar los números, que no contestan, de familiares, que son muchos, y amigos, que son más, que viven en El Paso y la profunda tristeza y dolor cuando se van conociendo, poco a poco, los nombres de los que murieron y de los lesionados: una maestra de la universidad y esposa de un alto funcionario miembro de una familia cercana desde hace varias décadas; los hijos de dos matrimonios conocidos con los que se platicó por lo menos del clima, el dólar y la política, y la esposa de un empresario destacado.
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