En el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago los especialistas en enfermedades infecciosas han detectado que los pacientes recuperados de cuadros de COVID-19 presentan cansancio extremo, pérdida de masa muscular, tos, trastornos del sueño, alopecia y ganas de llorar; estos síntomas no dependen de la gravedad de la infección, ni de la edad del enfermo.
Santiago de Compostela, España, 6 de julio (EFE).- Muchos de los pacientes que han sobrevivido a la infección por COVID–19 no se encuentran del todo restablecidos. Cansancio extremo, pérdida de masa muscular, tos, trastornos del sueño, alopecia y ganas de llorar son padecimientos frecuentes que controlan las unidades poscovid.
Chus Domínguez Santalla, médico internista en el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago y especialista en enfermedades infecciosas, ha podido comprobar esta situación a tenor de las nueve decenas de pacientes que han visto desde el 4 de junio y lo que más le ha llamado la atención es que no solamente se resienten los que han estado en críticos, pues también les ocurre a quienes han tenido un ingreso convencional.
“No están al cien por cien. No todos. Pero digamos que un 40 por ciento”, explica a Efe, y detalla que la astenia es habitual, “una fatiga que no se corresponde con la actividad que acaban de hacer”.
Aquellos que han pasado por cuidados intensivos normalmente presentan amiatrofia (atrofia de los músculos), prosigue, así como el síndrome tipo que sucede al paso por la UCI, que es el de la polineuropatía (desórdenes de nervios periféricos que pueden incluir pérdida sensitiva o debilidad muscular) del enfermo crítico.
Los que lo han pasado peor caminan además con mucha dificultad y precisan que se les eche una mano para la realización de tareas.
Esta facultativa remarca que lo que cuenta no entiende de edades, pues lo mismo lo percibe en pacientes jóvenes que en otros que son mayores. “Y a pesar de que en algunos casos, desde el alta, hayan transcurrido más de dos meses”.
Han comenzado por inspeccionar el estado de los que han estado ingresados, y esperan ver a trescientos en esta tanda. Sobre la población a la que se le diagnosticó el SARS–CoV–2 y no pasó por el hospital, si refieren alguna queja o molestia a su médico, también serán remitidos al Complejo Hospitalario Universitario de Santiago.
La doctora explica que un 30 por ciento de los ya despachados “muestra todavía algún síntoma respiratorio”, como tos o sensación de falta de aire, y ello aunque la radiografía ya se haya normalizado, subraya. Cuando detectan esto, lo que hacen es mandarlos además a una consulta específica de neumología para que les hagan estudios más dirigidos, pruebas funcionales, espirometrías, y, si hiciese falta, un TAC.
Cuáles de las molestias son simplemente de lenta resolución y cuáles se van a cronificar es lo que los especialistas tratan de dilucidar, con la esperanza de que lo normal sea que “se recuperen” completamente y ocurra lo primero, aunque tarden más en hacerlo, confiesa Domínguez.
“Muchos tienen trastornos del sueño y están frágiles emocionalmente. Y yo tampoco sé qué porcentaje de esto es debido a la situación que hemos vivido todos con el confinamiento, a la que hay que sumarle el estar ingresados en un hospital algunas semanas, solos en una habitación, y con dificultad para comunicarse”, expone en la conversación. Algunos, si se encontraban en condiciones, podían hablar por teléfono con sus familiares, pero otros directamente “no estaban” para tener una conversación, expone.
Pese a descansar ya en sus domicilios, muchos siguen narrando sus dificultades para conciliar el sueño, así como que se emocionan fácilmente y sollozan con frecuencia, por lo que el aspecto emocional tampoco lo tienen controlado.
La mayoría relata, asimismo, un episodio que está relacionado con cualquier proceso de tensión importante y se trata de la alopecia, se les cae el pelo. “No creo que sea directamente un efecto del SARS–CoV–2 y sí en cambio del estrés al que han estado sometidos”, afirma esta sanitaria.
Las citas van por orden. Los primeros en ingresar ocupan este mismo puesto a la hora de pasar revista. Si quedase alguna duda de su clínica neurológica, se solicitan estudios aparte, y si hay lesiones cutáneas, que es algo que ocurre, son tratados por los dermatólogos. “Independientemente de eso, y de que se encuentren bien, a todos los vamos a ver al menos dentro de seis meses”, avanza esta médico.
“El cuadro de desentrenamiento” es palpable; las consecuencias de ciertas medicaciones, como los corticoides, que producen mucha atrofia, igual. “Muchos tienen una pérdida de masa muscular considerable y necesitan volver a aprender a dar pasos. Varios de los que he visto estos días ya son capaces de hacerlo solos y otros necesitan venir acompañados por un familiar. Estos no son muchos, por suerte”.
En la nueva normalidad, pide Chus Domínguez no bajar la guardia. “Hay que ser muy cautos con los movimientos entre países, comunidades e incluso provincias que tengan distinta situación epidemiológica. Ahí tenemos que extremar la vigilancia”.
Cree importante la premura en el inicio de la campaña de vacunación de la gripe para que en otoño no se produzcan equívocos, pese a las pruebas diagnósticas para identificar la COVID–19.
“En todo caso, lo que podamos evitar, mejor. Y que no sea un factor de confusión nos puede ayudar”, zanja, antes de reivindicar la importancia de trabajar en equipo, en clave interna, dentro de las clases científica y médica, y, en general, con la necesaria colaboración ciudadana, que entiende totalmente imprescindible.
“Todos juntos” porque, de otra forma, “no se sale de esto”. “Las situaciones extremas sacan lo peor y lo mejor de las personas. Yo me quedo con lo mejor”, se despide.