ECATEPEC, LA OBRA NEGRA DEL PRI

06/07/2011 - 12:00 am

Ecatepec es un municipio en obra negra: todo parece a medio hacer. Allí donde hay banquetas, no hay pavimento. Donde hay avenidas, no hay puentes. Donde hay terreno, no hay árboles. Donde hay urbanizaciones, no hay servicios. Todo aquí espera resane, remozamiento o una mano de pintura. Un color al menos que disimule el gris extendido hacia sus cuatro costados, donde la tierra suelta se hace nube de polvo o trampa de barro con la lluvia.

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De este territorio enclavado en el norte del Valle de México ha despegado el próximo gobernador mexiquense, Eruviel Ávila Villegas. Atrás deja un municipio de asfaltos rotos, comercios abandonados, calles oscuras, colonias enrejadas, bardas saturadas de grafitis, basureros a cielo abierto en riberas, ríos y cañadas y, ahora, 60 mil personas bregan entre el lodo de las aguas negras que afectaron sus viviendas, al desbordarse el río de los Remedios.

Pero que quede claro: si cada año se ahoga la vida de cientos de familias en esta entidad, la culpa es del clima voluble que trae lluvias a destiempo y de los malos hábitos ciudadanos que arrojan a la vía pública al menos 80 toneladas de basura.

Como sea, los ecatepenses no olvidarán pronto estos días de tormenta, pues hacia donde miren toparán con la propaganda electoral que aliñó su marginación, al menos por unas semanas.

 

 

Todos los rostros de la pobreza urbana

La campaña de Eruviel Ávila hacia la gubernatura del Estado de México exhibió la dimensión de la pobreza y la inseguridad en Ecatepec. Sus opositores se encargaron de destacarlo y la prensa de documentarlo.

Ahora todo el mundo sabe que es el municipio más poblado de la entidad –con un millón 655 mil 15 habitantes–, pero no del país: como territorio, Iztapalapa sigue a la cabeza con una población de un millón 815 mil 596 habitantes, de acuerdo con el Censo de Población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2010.

A sus pobladores los tiene sin cuidado su número. Sólo saben que no hay transporte que alcance ni avenida suficientemente grande para desahogar el tránsito cotidiano; que las filas de los servicios municipales son eternas; que hay departamentos de apenas 30 metros cuadrados donde viven dos familias; que en los copetes de los cerros aparecen todos los días los cimientos de nuevas nuevas construcciones; que nada allí es suficiente: ni las escuelas, ni los hospitales, ni los policías. Nada alcanza y mucho menos el agua: 80% de la población aquí no dispone de este servicio de manera regular. Siempre, dicen los vecinos, hacen falta pipas y protestas para presionar por la dotación.

Con la basura sucede igual. Ecatepec produce dos mil toneladas diarias de basura: mil 700 las recolectan mil 500 camiones concesionarios, y 300 se van al tiradero de Chiconautla en 21 camiones municipales. Sin embargo, al menos 80 toneladas terminarán en la vía pública y sus alcantarillas.

Almárcigo Norte es una de las colonias más pobres de Ecatepec. Enclavada en la Sierra de Guadalupe, de origen irregular como 40% de todo el municipio, esta zona concentra todos los rostros de la pobreza urbana. Sus habitantes forman parte de ese 60% de la población ecatepense que vive con menos de dos salarios mínimos al mes, según datos municipales, y enfrentan todas las carencias de infraestructura y servicios.

Son 173 mil personas que en Ecatepec viven en pobreza extrema, 300 mil más no tienen recursos suficientes para necesidades básicas como educación y salud y a otras 850 mil no les alcanza para ropa, zapatos, vivienda ni transporte público, según datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

 

 

Migrar para escapar

Rodrigo Aquiles es un joven de 27 años que trabaja como albañil. Su vida transcurre entre obras que busca en el Distrito Federal, su paga es por semana y al menos una tercera parte de sus ingresos se va en transporte. Como 30% de las parejas de Ecatepec, vive en unión libre con una mujer tres años más joven que él, que vende dulces en las puertas de su casa para ayudar en el gasto. Los dos comparten un sueño: emigrar a Estados Unidosy regresar para construir su casa allí mismo. A dónde más pueden ir, dice.

En todo caso, a lo mejor ni regresa. “Una vez vivió por aquí un muchacho que vino de Estados Unidos, era de El Salvador o de por allá, me contó que no está bonito allá para nosotros, pero que sí se puede trabajar y por mucho más de lo que uno gana aquí”.

En casa de Rodrigo hay un tinaco seco, que una vez a la semana, a veces cada 15 días, se alimenta por tandeo. También hay televisión, una videograbadora y un pequeño estéreo; una cama matrimonial y una litera para el niño y la niña, de 11 y nueve años, quienes dividen su día entre la escuela y “las caricaturas”, porque no hay nada más que hacer y sus padres los prefieren encerrados que en las calles, donde los únicos que transitan seguros son los perros.

Rodrigo no conoce las cifras de la delincuencia: si son cuatro los asaltos diarios a transporte, si hubo 118 asesinatos de mujeres en 2010 (Ecatepec encabeza la lista de feminicidios en el Estado de México), si suman 244 las ejecuciones en este año y mil 928 los robos de auto, si las estadísticas reportan un incidencia de 19.2 delitos por cada 100 mil habitantes, ni qué decir. Ya sabe que vive en una de las zonas más peligrosas del país, donde 85% de los asaltos se atribuyen a jóvenes de entre 16 y 20 años.

“Dicen que luego anda por acá el Ejército, pero ni lo notamos, me dicen que luego revisan y paran coches y motocicletas, pero no, no han cambiando mucho las cosas”, dice Rodrigo acerca de los operativos de patrullaje militar que comenzaron en 2009 en distintas zonas de Ecatepec.

Por eso en Almárcigo Norte, como en el resto del municipio, todos viven tras rejas, protecciones, dos o tres chapas en las puertas, perros de mal talante que lo mismo sirven para cuidar que para jugar su vida en peleas ilegales que hacen correr las apuestas. Es uno de los pasatiempos favoritos de los jóvenes de Ecatepec, donde la mayoría deja la escuela a los 16 años, apenas terminada la secundaria. De hecho, las cifras municipales advierten que poco más de 65% de la población entre cinco y 24 años estudia.

Carmen Domínguez, vecina de San Cristóbal, agradece la apertura de tiendas departamentales, que se han convertido en una salida laboral “decente” para los muchachos. “Mi hijo comenzó como cerillo y ya de plano se quedó a trabajar en el Soriana. Quiere cambiarse a la Comer, porque dice que allí les pagan un poco mejor”. Tiene otras dos hijas empleadas en tiendas de ropa y el más chico que todavía estudia. “Pero ninguno de mis hijos salió bueno para la escuela”.

Para Carmen es más que suficiente que “los muchachos” hallen un empleo que los aleje de la delincuencia, en este municipio que no tiene mucho qué repartir entre sus habitantes, porque allí se produce apenas el 0.02% de la riqueza del estado.

 

 

Todo pasa por el PRI

La Gobernadora es una calle larga que se pretende avenida. Corre desde la Avenida Hank González y al cruzar Gran Canal se convierte en México. Allí, al borde de las vías del tren que va hacia Hidalgo está don Nacho, un hombre de 67 años que tomó bajo su responsabilidad la seguridad del cruce de autos por las vías, a cambio de unas monedas. Ése es su trabajo, aunque el tren corra sólo una o dos veces al día.

Hace años que los vecinos de la zona lo miran allí parado, con su franela roja. Nadie recuerda si alguna vez ha faltado al cuidado de sus vías ni cómo iba vestido el día anterior.

En Ecatepec se miran muchos adultos mayores atrapados en la economía informal. Los hay vendiendo la vía pública, cuidando autos en estacionamientos, cargando bolsas en los mercados públicos. Son más de 200 mil, según cifras del Inegi, y para ellos Eruviel Ávila construyó dos Casa de Día, en las colonias Llano de los Báez y en Obrera Jajalpa.

Muy cerca de esta última trabaja don Nacho, pero no sabe que la casa existe. Igual no podría ir, porque “a mí quién me mantiene”.

De acuerdo con el estudio “Expansión metropolitana y demandas socioeconómicas”, de Agustín Hernández, la esperanza de vida en Ecatepec está un año por debajo de la media en la entidad: si en el Estado de México es de 74 años, en el municipio que dos veces gobernó Eruviel Ávila es de 73.

Don Nacho ignora que su ex presidente municipal ha prometido casas de atención para la tercera edad, apoyos, hospitales geriátricos, ayuda para alimentación y medicinas, y que hasta lo firmó frente a notario como uno de sus compromisos de gobierno. Pero él, que ni credencial de elector tiene, no se hace ilusiones. Mejor sigue con su franela en mano hasta caer la noche, cuando volverá a su casa, por la colonia Jajalpa, caminando al borde de una barda de al menos 50 metros que extiende el nombre de su próximo gobernador.

Como el resto del Estado de México, Ecatepec está cruzado por el PRI: hacia cualquier dirección siempre habrá modo de hallar avenidas principales, calles, colonias, plazas públicas y jardines con nombres de ilustres priistas de la entidad mexiquense: Carlos Hank González, Isidro Fabela, José López Portillo. Hasta  Carlos Salinas de Gortari, Luis Echeverría Álvarez, Gustavo Díaz Ordaz y Arturo Montiel  tuvieron su placa, lo mismo que ex alcaldes como Alfredo Torres. Todos perdieron su lugar al llegar el PRD al gobierno municipal en 2006 y modificar la nomenclatura.

Eruviel Ávila todavía no tiene calle, pero ha dejado su nombre multiplicado en cada barda de este municipio que lee por todas partes: “Piensa en Grande”.

Elia Baltazar
Elia Baltazar es periodista freelance, ha sido reportera, editora, jefa de redacción, jefa de información, maestra de periodismo, tallerista y conductora del programa de radio en internet Ponte en Medio. Escribe en blogs y está en twitter como @eliabalta- zar. Ganó el premio latinoamericano de periodismo UNIFEM ONU en la categoría de reportaje, y el Premio de Periodismo sobre Seguridad Informática en 2011. Ha colaborado en dis- tintas investigaciones y publicaciones internacionales sobre la situación de los periodistas en México, entre ellas, en la revista Nieman Reports (Universidad de Harvard) y recientemente en el libro No Woman’s Land, coordinado por INSI (Internatio- nal News Safety Institute). También ha colaborado con artí- culos y reportajes en los libros Migraciones vemos... infancias no sabemos (Ririki), 72 migrantes (Almadía, fronterapress) y 012-018: Ejes y Transición de la República (UAM Xochimil- co). Colabora en el Huffington Post Voces y forma parte de la Red de Periodistas de a Pie desde su fundación.
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