En “La Tovara” habitan 16 especies diferentes como el venado cola blanca, el jaguar, el cocodrilo de pantano y de río, el guacamayo verde y varios coatís.
Ciudad de México, 6 de abril (EFE).- Los arbustos leñosos y entrelazados entre sí que forman una cueva natural son la puerta de entrada del manglar “La Tovara”, en el occidente de México y uno de los ecosistemas del Pacífico mexicano con las mayores poblaciones de fauna silvestre.
La maraña impenetrable para los propios rayos del sol, con largas ramas extendidas que descienden hasta tocar el suelo, resguardan en su interior más de 700 especies de plantas y fauna, por lo que obtuvo en 2008 el distintivo Ramsar como humedal de importancia internacional.
Las lanchas de pescadores, con turistas abordo, surcan los 18 kilómetros de angostos canales que entran como agujas en las 5 mil 733 hectáreas de “La Tovara”, ubicada en Nayarit.
“‘La Tovara’ es un santuario para los amantes de la naturaleza”, resume Evaristo Guzmán, un amplio conocedor de la zona y actual director de gestión turística de la Asociación de Hoteles y Moteles de Tepic, capital del estado.
La embarcación rebota en las aguas saladas del Pacífico y en las dulces del manantial proveniente de las serranías, que han convertido a la zona en una guarnición para 199 especies de aves, 90 mamíferos, 22 reptiles, nueve anfibios, 160 insectos, 31 peces, tres moluscos y tres crustáceos.
“Aquí, los cocodrilos son los amos, hay una población estimada de 110 ejemplares”, afirma Evaristo.
Y en lo recóndito de “La Tovara”, nomenclatura que significa “agua que nace entre piedras calizas”, sobresale el cocodrilario Kiekari, que habita junto con 16 especies diferentes como el venado cola blanca, el jaguar, el cocodrilo de pantano y de río, el guacamayo verde y varios coatís.
Por sus canales cuelgan lianas, helechos y orquídeas; y en el interior de la masa forestal se erige un estanque natural de agua dulce.
Los visitantes, protegidos por mallas que impiden la entrada de los amos cocodrilos, se dan chapuzones en las aguas cristalinas.
“Para recorrerlo son necesarias al menos tres horas, pero son tres horas donde entenderás que Dios creó la Tierra”, afirma Carlos Hernández, uno de los pescadores que conduce una lancha y que se ha convertido en guía turístico.
La región es de suma importancia para la conservación porque se presenta una alta concentración de aves acuáticas y semiacuáticas residentes y migratorias de Estados Unidos y Canadá.
Los marineros conocen cada rincón de los canales de navegación y sus más íntimos secretos, como que la leña de manglar es el ingrediente para la preparación del famoso pescado zarandeado, típico de esta región mexicana.
Carlos describe como si hubiera estado allí en el momento en que dos chozas construidas sobre el agua se utilizaron como escenario de la película mexicana “Cabeza de Vaca”, inspirada en el libro Naufragios.
No fue gratuito que se filmara la cinta en la zona, porque “La Tovara” se asienta en el municipio de San Blas, considerado uno de los dos principales puertos del océano Pacífico.
El puerto de San Blas fue fundado en el siglo XVII durante la época de la colonia española y se convirtió -según los historiadores locales- en el astillero más importante del Pacífico durante el Virreinato de la Nueva España.
Desde estas tierras zarparon las naves españolas para la exploración de Alaska, actualmente perteneciente a Estados Unidos, y la evangelización de las Californias con fray Junípero Serra por delante, el sacerdote que fundó 17 misiones.
Por su parte, Nayarit fue una región que entre 1529 y 1531 fue colonizada por el español Nuño Beltrán de Guzmán.
“La historia de México y de España desde aquí se entiende también”, agrega Evaristo Guzmán.