Maite Azuela
06/04/2016 - 8:47 am
El silencio ante el apoyo del Cártel de Juárez a la campaña de EPN
En cualquier democracia por emergente que resulte, un reportaje documentado a fondo sobre el financiamiento del narco al candidato que llegó a la Presidencia, sería un explosivo que por mínima dignidad, generaría reacciones contundentes de la oposición, movilización social, alertas económicas y adecuaciones urgentes en las estructuras institucionales. ¿Qué pasa en México que esta información tan sórdida como sustentada no causa efecto alguno?
En cualquier democracia por emergente que resulte, un reportaje documentado a fondo sobre el financiamiento del narco al candidato que llegó a la Presidencia, sería un explosivo que por mínima dignidad, generaría reacciones contundentes de la oposición, movilización social, alertas económicas y adecuaciones urgentes en las estructuras institucionales. ¿Qué pasa en México que esta información tan sórdida como sustentada no causa efecto alguno?
A esta primavera le precedió la revelación de una investigación periodística, a cargo del equipo de Aristeguí Noticias, que documenta cómo la campaña presidencial del entonces candidato del Partido Revolucionario Institucional PRI, Enrique Peña Nieto, fue financiada con recursos del Cártel de Juárez. Las actividades ilícitas de este Cártel, liderado en su momento por los hermanos Carrillo Fuentes le permitieron consagrarse como la organización criminal más poderosa en México durante la década de los noventas, en una disputa permanente con el Cártel de Sinaloa encabezado por Joaquín Loera, “El Chapo” Guzmán.
Una pequeña muestra de las vidas humanas que ha cobrado el empoderamiento de estos grupos, colocó a Ciudad Juárez, Chihuahua como la más violenta del mundo, que entre 2010 y 2013 dejó un saldo de 7 mil asesinatos. En pocas palabras, el reportaje evidencia que el Partido Revolucionario Institucional y su candidato obtuvieron el triunfo presidencial en parte, gracias al dinero que les facilitaron estos sicarios.
De este reportaje bomba solo hay una columna de opinión en El Reforma, emitida por la propia Carmen Aristegui, algunas réplicas en diarios locales y ninguna cobertura en medios audiovisuales. La falta de cobertura de esta nota en diarios nacionales, el silencio generalizado en medios audiovisuales, la reducida reproducción en redes sociales y la negligencia de la oposición, entretejen un manto de impunidad con el que se cubre un gobierno apoyado por el crimen.
Parece que nuestro territorio está blindado por una extraña atmósfera de contención, las noticias más alarmantes pasan ante nuestros ojos como envueltas en una nata contaminante que cuando mucho afecta a los más sensibles produciendo irritación ocular y quizá algún lagrimeo incontrolable, mientras que en la mayoría genera potentes anticuerpos que hasta ahora funcionan como calmantes contra la violencia descarnada y la corrupción generalizada.
Una parte de la atmósfera que nos mantiene inertes a explosivos que amenazan la legalidad y nuestra seguridad de todos los días, es la desinformación. Para mantenerla se han cerrado espacios de difusión informativa que, a pesar de no ser televisivos, permiten distribuir la información entre una masa crítica capaz de impulsar denuncias y generar cambios. Otro elemento nutriente de la desinformación es la ignorancia en sus dos formas, por un la que nos habita como consecuencia de la saturación de contenidos superfluos y hasta vulgares con la que se sustituye la educación.
Por otro lado, está la ignorancia que se asume por voluntad propia. Todos conocemos a quienes prefieren no enterarse de caos, no escuchar las narraciones de las muertes múltiples y obscenas a manos del crimen o incluso a manos de quienes tienen la obligación de protegernos. Mucho menos les interesa tener claridad de los pactos entre autoridades y criminales. Como si pudiera hacerse efectivo el dicho de que, si los ojos no ven el corazón ya no siente.
La desinformación, sin embargo, no puede ser justificación para los dirigentes de las fuerzas políticas de “oposición”. Ni la derecha, ni la izquierda, ni los partidos satélite, tampoco los recién nacidos han pronunciado una sola palabra de indignación, no se sienten ofendidos o no es nuevo para ellos. Ninguno ha preparado una estrategia jurídica que desmantele la simulación de “prerrogativas limpias” con las que el PRI llegó a la Presidencia. ¿Ricardo Anaya, Andrés Manuel López Obrador, Agustín Basave permanecerán en la ignominia? ¿Esperarán hasta el 2018 para señalar su desprecio por estas prácticas? Su silencio no se explicaría con la ignorancia por desinformación, tampoco con el miedo, sino con la complicidad por muta conveniencia.
Pensemos en los policías, marinos y soldados que han dado su vida en enfrentamientos contra sicarios del Cártel de Juárez o de otros grupos criminales, quienes arriesgan todos los días su prestigio por instrucciones de abatir criminales a quien el Ejecutivo debe su apoyo. ¿Alguno de sus líderes demandará una explicación?
Mientras sean pocos los que levanten la voz, la atmosfera de impunidad se hará más espesa. La pregunta es entonces ¿Cuánto tiempo más sobrevivirá México respirando una corrupción silenciosa con la que hemos perdido toda la dignidad?
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