La “verdadera vida” de Pablo Escobar, contada y mostrada en primera persona por su hijo y su mujer, se estrenó este lunes a través de la cadena española DMAX, algo que le fue negado al hijo del capo colombiano en la serie Narcos, de Netflix. “Me dijeron que ellos ya se sabían toda la historia, mejor que yo”.
Ciudad de México, 6 de marzo (Eldiario.es/SinEmbargo).- Como Juan Sebastián Marroquín Santos pocos le conocen. Pero al escuchar que su anterior nombre era Juan Pablo Escobar Henao, todos le sitúan rápidamente como el hijo de Pablo Escobar, el narcotraficante más famoso de la historia.
La vida de su padre ha protagonizado una buena cantidad de series y películas, pero él afirma que “no hay ninguna que transmita fielmente la realidad”. Por eso ahora toma las riendas del relato, conduce el coche para llevar al equipo él mismo a los lugares donde vivía y se escondía su padre, y muestra y cuenta fotos, vídeos inéditos y anécdotas no reveladas de su propia familia.
Porque para él “a veces la ficción cambia, desenfoca o deforma la realidad”, el hijo de Pablo Escobar es el gran protagonista de Escobar al descubierto, el documental que DMAX estrenó este lunes, y que conduce y narra el propio Juan Pablo Escobar, incluyendo por primera vez el testimonio de su madre, “la Tata”.
Durante la presentación de este proyecto, que tendrá continuidad en la parrilla de la cadena con la emisión de la serie documental “Los millones de Escobar” los siguientes lunes 12, 19 y 26 de marzo, los periodistas pudimos hablar largo y tendido con Sebastián Marroquín, el nombre con el que incluso le llama su propia madre porque reconoce que “el tema del apellido no nos define mucho”.
Su participación en este documental, que consta de dos entregas que serán emitidas de forma continua en la noche del lunes, responde a su “compromiso de contar la verdad y los hechos”. Y para ello cuenta con un archivo inédito de imágenes y vídeos únicos que se compaginan con testimonios como los de su madre, el general Maza que se convirtió en uno de los grandes enemigos de su padre, o el periodista Luis Alirio Calle, que contó al mundo su entrega al gobierno colombiano en 1991.
Pero sobre todo recoge la fuerza de ver al propio hijo de Pablo Escobar visitando el barrio de Moravia que su padre edificó sobre un vertedero, en el que recibe los agradecimientos de muchos de los que gracias a ello consiguieron una casa. O recorrer junto a él la pista de aterrizaje que su padre construyó en la Hacienda Nápoles para recibir los cargamentos de droga, sin llegar a entrar en la propiedad porque “me niego a pagar por entrar en mi propia casa”.
En Escobar al descubierto, Sebastián Marroquín por fin cuenta la verdadera historia de su padre. Algo que le fue negado en Narcos de Netflix, la serie que más ha disparado el “boom” sobre Pablo Escobar, y en la que se ofreció a participar obteniendo la negativa: “Me dijeron que ellos ya se sabían toda la historia, mejor que yo”.
Ante los periodistas, no duda en demostrar su desacuerdo con esa famosa ficción. Deja claro que ha dedicado toda su vida a reconocer lo que hizo su padre y a intentar disculparse con las víctimas, ya que explica que “he elegido asumir la responsabilidad moral por los crímenes de mi padre”, y cree que Narcos fue más que contraproducente: “No sabes si es Pablo Escobar o James Bond. El glamour que le han dado hace pensar a los jóvenes que es el camino más rápido para tenerlo todo, y en realidad es el más rápido para perderlo todo”.
Para Sebastián Marroquín, Narcos ha sido en realidad “una incitación y una motivación” a que muchos glorificasen a su padre, hasta el punto de que muchos jóvenes le envían tatuajes con la cara y con frases de él, algunas de ellas falsas porque “han contado una historia que no se corresponde con la realidad”.
Lo único que le agradece a Netflix es que “nos ha ayudado a vender muchos libros”, reconociendo a los que le acusan de sacar réditos por su padre que “es verdad, pero por ser su hijo tengo unos derechos innegables a hablar de él y de mi familia, más que Netflix”, y recordándoles que “intento hacer mi vida, soy arquitecto y diseñador técnico, pero hay gente que al saber quién soy prefiere encargarle el trabajo a otro”.
Su opinión no varía mucho con otros proyectos sobre la vida de su padre. Afirma ni haber visto la película Escobar, protagonizada por Javier Bardem y Penélope Cruz, lamentando con ironía que “semejante talento español se haya desperdiciado en adaptar un libro que no me merece credibilidad. Creo que compraron los derechos del libro equivocado”.
Sobre la serie de Telemundo Escobar, el patrón del mal, bromea con que “ojalá los policías que se supone que tenían que defender la justicia hubiesen usado esas técnicas de interrogatorio, con palmaditas en la espalda, y no las desapariciones, amputaciones…”. Desde su punto de vista, esta ficción ofreció “una visión muy amañada a determinados intereses. Fue en parte producida por víctimas de mi padre, y no salió bien. Generó fans a su persona. Yo no reconocía a mi padre al verlo”.
El uso “irresponsable” de la imagen de su padre, que incurre casi en una glorificación de su figura, es para él lo más censurable: “Ahora el nombre de Pablo Escobar vale para todo. Crea negocio, atrae, genera polémica y vende”. Su intención es justo la contraria: “Debemos aprovechar esta historia para tomar conciencia de lo que está mal, debe ser ejemplo para no repetirla”.
Confiesa sentirse liberado para hablar de todos los temas después de que “muchos de los enemigos de mi padre se han terminado asesinando entre ellos y eso, por supuesto, me ha dejado a mí un poco de margen para poder hablar de cosas que claramente estaba amenazado de no poder revelar”.
Esa misma libertad muestra al incluir el factor de la política, comenzando por dejar claro que “mi padre no podría haber sido ni la mitad de lo que fue sin la ayuda de la corrupción”. Al citarle el estreno de otra serie sobre el narcotráfico de drogas como es Fariña, que el pasado miércoles lanzó Antena 3, explica que no conoce la obra, pero sí le sirve para reflexionar sobre que “la corrupción sigue, no ha cambiado. La relación entre fuerzas de seguridad y narcotraficantes se mantiene”.
Sebastián Marroquín analiza que su padre se metió en la política porque ese ámbito “le daba el reconocimiento y la impunidad” que las drogas no le permitían, y critica que toda la acción de los gobiernos contra el narcotráfico se base sólo en el prohibicionismo: “Es un acto de irresponsabilidad del estado. Al prohibir algo, les dice a los malos que ellos administren ese negocio. Es su responsabilidad hacerse cargo y no desde el prohibicionismo, sino desde la educación”.
Sin olvidar en ningún momento lo que representó e hizo su padre, como a lo largo de toda su vida intenta compaginarlo con guardar un buen recuerdo de su aspecto más privado y familiar: “Era muy amoroso conmigo y me daba muchos consejos y valores humanos de los que él paradójicamente carecía. Yo soy fruto de esa crianza con amor que me dio”.
Pese a ser el gran protagonista del documental, pone el foco en que el testimonio más valioso es el de su madre, que responde al “favor personal que le pedí”. Por primera vez, La Tata habla ante las cámaras para mostrar imágenes y compartir unos recuerdos que según su hijo son lo más importante: “Ella es la única persona con vida que ha conocido a Pablo Escobar también en la intimidad, que le ha acompañado siempre desde muy cerca”.