La actriz protagoniza junto a Lisa Owen, con dirección de Enrique Singer, la reciente obra de David Mamet, La Anarquista. El texto, de enorme vigencia, pone en debate a dos mujeres inteligentes, que reflexionan sobre la libertad tras las rejas y las cárceles que habitan fuera de las prisiones convencionales, entre otros temas esenciales para la convivencia humana.
Ciudad de México, 6 de marzo (SinEmbargo).- Le preguntamos a Marina de Tavira, la prestigiosa actriz mexicana, si no le parece que sean los hombres los que en su oficio se han dedicado a involucrarse con la realidad circundante y tomar posición frente a ella.
Como Marina es una mujer inteligente y talentosa, responde a la provocación con mucha calma e incluso dulzura. Dice que los focos suelen estar mucho más centrados en el sexo masculino, pero que ella conoce a muchas colegas comprometidas con lo que pasa en México y que se manifiestan a menudo sin miedo ni ambigüedades.
Estamos en el hall del Foro Lucerna, una división del Teatro El Milán, donde De Tavira y Lisa Owen interpretan un texto reciente del dramaturgo estadounidense David Mamet (Chicago, 1947), La anarquista, con dirección de Enrique Singer.
Se trata de una obra que en Broadway estuvo a cargo de Debra Winger y Patti LuPone, con dirección del propio Mamet y que narra la circunstancia de dos mujeres, una de las cuales debe decidir si le proporciona la libertad condicional a una ex militante anarquista que ha pasado 35 años entre rejas, a causa de un robo seguido de asesinato amparado en sus ideales políticos.
La cuestión pasa por dirimir si el encarcelamiento es a causa de las ideas políticas de la prisionera o si el crimen cometido no constituye en esencia un acto que la convierte en peligrosa para la sociedad a la que aspira a reintegrarse.
Inspirada en el caso de Bill Ayers, líder en los ’70 del movimiento Weathermen, conocido por sus sabotajes, atentados con bombas y otros actos criminales, como el robo de una camión blindado en el que murieron dos personas, la obra tiene enorme vigencia y mueve a la reflexión.
¿Si los ideales justifican los actos criminales hay cabida para el arrepentimiento? ¿Puede una persona que se ha caracterizado por imponer con violencia sus ideas volverse alguien confiable para la vida pacífica entre su comunidad?
Son las preguntas que flotan en La anarquista y que han servido para una entrevista a una de sus protagonistas. Con una temporada corta, la pieza teatral se escenifica de viernes a domingos en el Foro Lucerna, hasta el 27 de marzo. Corran a verla.
LA ESGRIMA DE LA INTELIGENCIA FEMENINA
“Lo interesante de Mamet es que confronta a dos mujeres de enorme inteligencia y la relación entre ellas se vuelve una esgrima de ideas, conceptos y cosmovisiones, con una argumentación tremenda de parte de las dos”, dice Marina de Tavira en entrevista con SinEmbargo.
–¿Cuál es tu personaje?
–El de Anne, una criminóloga que está a cargo del caso de Kathy, una mujer acusada de asesinato y que pertenecía a un grupo anarquista. Ella dice que está allí por sus ideas. Lo cierto es que violó la ley. Para Anne, es el Estado el encargado de mantener el orden y la seguridad y de allí hace partir su argumentación.
–¿Hay diferencia entre el crimen político y el crimen a secas?
–Pienso que quitar la vida de alguien no tiene justificación. Salvo en el caso de defensa propia. Realmente si pensamos en la obra, no es tal cual un crimen político. El grupo saquea un departamento para juntar fondos para su accionar y ahí comete el crimen. Es cierto que esencialmente Kathy es una asesina, pero su crimen no tiene justificación.
–¿Y en el caso de la lucha armada?
–Bueno, eso es otra cosa. Aquí hablamos de un asesinato.
–Lo interesante de Mamet es precisamente poner a discutir sobre esos temas esenciales a dos mujeres inteligentes
–Sí, Kathy es un personaje apasionante, una mujer inteligente, con gran fuerza, que dice haber encontrado la fe y que se ha convertido en una especie de guía para las otras reclusas, lo que la vuelve todavía más peligrosa para el Estado. Sí se la criminaliza por sus ideas y por eso el Estado incurre en otro crimen.
–Pensé que ibas a ser la prisionera
–En los ensayos estuvimos jugando a los dos personajes, nos cambiábamos. Es cierto que en el texto de Mamet mi personaje es más grande, pero en lugar de justificar mi rol en el retiro, lo hice en un traslado. Lo cierto es que esa criminóloga vive su último día de trabajo allí y es ahí y ahora cuando debe dirimir la cuestión. Hay también un tema de homosexualidad en la obra. Kathy es una homosexual definida y Anne tiene una homosexualidad reprimida. Todo eso está siempre a flor de piel. Lo interesante es ver también como el personaje que está tras las rejas es mucho más libre al menos sexualmente hablando y en la expresión de sus ideas que el que no está en prisión.
–Ser dirigido por Enrique Singer debe de tener un peso importante para ti
–Sí, es la cuarta obra que hago con él como director. He trabajado también como actor y Lisa también. Para mí es un cómplice teatral. Tenemos juntos una casa productora que se llama Incidente Teatro, que es una de las productoras de La anarquista.
–¿Vamos a ver entonces más obras políticas por parte de ustedes?
–Bueno, es lo que me apasiona. El teatro está hecho para el compromiso, para decir cosas en las que el actor cree. Hablar en voz alta implica mucha responsabilidad en cuanto a lo que dices. Lo social y lo humano siempre deben ser atendidos.
–En cuanto a los actores, los hombres parecen estar más comprometidos en México
–No estoy segura de ello. A lo largo de mi carrera he visto a muchas colegas comprometidas y con voz propia sobre la realidad; a lo mejor a los hombres se les da más foco. Definitivamente creo que las mujeres siempre están en una situación más vulnerable en todos los planos, no está superada la cuestión de género en nuestro país. A las mujeres se les exige más cosas que a los hombres, desde la belleza, su vida personal, la maternidad o no, ser de una u otra manera.
–Has optado por el teatro, alejada de los focos mediáticos
–Me enamoró primero el teatro. Es lo que conocí de niña, evidentemente por los montajes de mi tío Luis de Tavira a los que me llevaban de pequeña. Desde ahí sentí un enamoramiento hacia el fenómeno de la escena. Siempre digo que estudié Teatro, no actuación. Se han abierto otras puertas y a algunas de ellas las dejé ir por el teatro. Sé que llega a menos gente que una telenovela, pero siempre he pensado que es lo que vas a decir y creo que el teatro es capaz de cambiar conciencias.
–¿Es un salto al vacío el teatro?
–El teatro siempre tiene público; por ejemplo La anarquista tuvo una primera temporada donde la misma cantidad de gente que entraba se quedaba afuera. No veo la crisis en el teatro, que es algo que vengo escuchando desde hace años.
