A finales del pasado año y principios de este, los diputados Nazario Sánchez y Ana Miriam Ferráez, de Morena, propusieron cada uno castrar químicamente a los abusadores o imponer un toque de queda a las mujeres ante la situación de violencia contra ellas. La subdirectora de Seguimiento a Procedimientos de Alerta a Violencia de Género en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Bertha Onofre, reitera que prohibir las salidas no mejoraría la situación del país, pues el lugar más peligroso para una mujer es su propia casa En cuanto a la castración química, el procedimiento también es erróneo porque implicaría solo atacar las consecuencias, no lo que origina la violencia sexual.
“Podemos tener a personas castradas químicamente pensando que solucionamos el problema, pero, seguramente, la persona seguirá violentando a la mujer porque no es la satisfacción sexual lo que se está buscando ahí”, expone Trujillo. Por mucho que la persona”no pueda tener una erección, no quiere decir que no vaya a buscar otro tipo de conductas adictivas que sean consideradas antisociales o difíciles para la sociedad”, opinó el psicólogo de la UNAM Ricardo Trujillo.
Por Zoilo Carrillo
México, 6 febrero (EFE).– Las mujeres en México se pueden contar de nueve en nueve. Es el número de feminicidios que se registran cada día en un país que en los últimos meses ha insinuado algunas propuestas polémicas y que, por alocadas o ineficaces, lo dejan inerme ante un fenómeno social que se recrudece año tras año.
Castrar químicamente a los abusadores o imponer un toque de queda a las mujeres son iniciativas que, lejos de ponerle fin al problema, lo enfrentan con más violaciones a los derechos humanos, tomando un camino por el que el país camina descalzo y ciego, lejos todavía de comprender qué origina la violencia contra sus mujeres.
A finales del pasado año y principios de este, los diputados Nazario Sánchez y Ana Miriam Ferráez, del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) -con mayoría en el Congreso- propusieron estas medidas con el argumento de la urgencia que, interpretan, requiere una situación como esta.
Y es que, según un informe divulgado en enero por la organización Semáforo Delictivo, el año pasado 834 mujeres fueron asesinadas en todo el país, un incremento del 13 por ciento con respecto a 2017.
Sobre las medidas propuestas, la subdirectora de Seguimiento a Procedimientos de Alerta a Violencia de Género en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Bertha Onofre, dijo a Efe que “una violación contra los derechos humanos como es la violencia a las mujeres no puede combatirse con otra”.
Tanto en la idea de oprimir sexualmente al violador como en la de encerrar a la mujer en casa se trascienden los límites de las libertades individuales.
En ningún caso se tratan de “políticas que atiendan las causas del problema” o lleven a la necesaria “comprensión del fenómeno”.
En el caso del toque de queda, Onofre opina que, de acuerdo con numerosos estudios, “el lugar más peligroso para una mujer es su propia casa”, por lo que “no es útil una propuesta que aboga por encerrar a la mujer y que además viola el derecho de libre tránsito”.
En cuanto a la castración química, el procedimiento también es erróneo, pues se busca acabar con la reincidencia del delito en lugar de impedir que este suceda en primer lugar. De nuevo, se llega tarde y se atacan las consecuencias, no lo qué la origina.
La licenciada en Ciencias Políticas llamó a entender que la violación o el feminicidio “obedecen a causas que no tienen que ver con el género o el deseo sexual”.
“Ha habido casos de hombres impotentes que han violado con objetos, lo que supone que una agresión es una cuestión de dominio frente al cuerpo de la mujer”.
En esta línea, el psicólogo Ricardo Trujillo, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), concuerda con la experta y agrega que “los condicionantes de una persona que agrede sexualmente no están dados solo por lo químico o por lo biológico”.
En muchas ocasiones, matar o violar concede un placer que tiene que ver con la transgresión de las leyes o la destrucción de ciertos conceptos sociales.
“Podemos tener a personas castradas químicamente pensando que solucionamos el problema, pero, seguramente, la persona seguirá violentando a la mujer porque no es la satisfacción sexual lo que se está buscando ahí”, expone Trujillo.
Por mucho que la persona “no pueda tener una erección, no quiere decir que no vaya a buscar otro tipo de conductas adictivas que sean consideradas antisociales o difíciles para la sociedad”.
El psicólogo opta por no generalizar los motivos que originan la necesidad de un comportamiento violento, aunque apunta al trasfondo familiar como origen.
En solo dos años, ONU Mujeres reporta que se ha pasado de 7.5 mujeres asesinadas al día a 9.5 en 2018. El número aumenta pero las razones se desconocen todavía.
“El reto es entender justamente por qué está aumentando”, comenta la maestra en Ciencias Sociales.
A nivel nacional, según cuenta Onofre, numerosos estudios buscan obtener respuestas en ese sentido analizando los distintos casos. Pero obtener un perfil de los asesinos resulta muy complicado.
Con los registros que se tienen, lo único que se ha configurado es un genérico indefinido en el que caben los rostros de incontables tipos de hombres, desde niños que abusan sexualmente de sus compañeras a ancianos que lastiman a mujeres a su alrededor.
“No existe un perfil, puede ser cualquiera, ese es el gran problema de la violencia feminicida”, asegura Onofre.
La forma en la que se perpetran estos actos también es muy variada de acuerdo a los estudios, pero se diferencia de los asesinatos a hombres por tener una ejecución más perversa, menos inmediata.
Onofre distingue que “hay una brutalidad específica que utiliza otro tipo de medios: ahorcamiento, sustancias químicas para quemar, etcétera”.
En los últimos días se propagó por redes sociales un hartazgo general por la situación que vive el país, ya no solo por la muerte de las mujeres, sino por intentos de secuestros reportados.
Esto llevó a que el pasado fin de semana se congregaran miles de mujeres en las calles de la capital del país exigiendo justicia.
“No nací mujer para morir por serlo”, se podía leer en una de las incontables pancartas rodeadas de gritos y exigencias contra una situación que no logra todavía explicar sus causas.