Es el autor árabe más traducido y leído en el mundo occidental. Ha escrito más de 25 libros para un público que se calcula llega a los 10 millones de lectores. Vive en París, pero cuando su hija termine sus estudios universitarios regresará a Argelia, de donde es oriundo.
Ciudad de México, 6 de enero (Sin Embargo).- Tiene el nombre de su mujer, con la que ha tenido tres hijos: Yasmina Khadra es en realidad el escritor argelino nacido Kednasa en 1955, Mohammed Moulessehoul.
Viene de la educación militar y de haber estado durante 36 años (entró a los 9) en el ejército argelino y hoy recuerda su primera novela, Houria, escrita a principios de 1973, no fue publicada hasta 1984 y es en 1997 cuando publica la que será la novela que le catapulta a la fama, Morituri.
Otra de sus novelas es El Atentado, donde el autor despliega su tradicional maestría para el trazo psicológico de los personajes, Yasmina Khadra elabora diálogos precisos y contundentes y crea un ambiente emocionante por medio de la tensión narrativa.
“El atentado es una novela de engaños y desengaños, de ilusiones y decepciones, una intervención quirúrgica en vivo sobre el amor, la incomunicación y las relaciones de pareja en la sociedad actual. Una reflexión en suma, sobre la vida y la muerte en tiempos difíciles”, ha dicho J.M.Coetzee.
Otros títulos suyos son Lo que sueñan los lobos, El escritor, Las golondrinas de Kabul y Lo que el día debe a la noche. A lo largo de su carrera ha recibido premios como el Henri Gal, el Time to Peace, el Trofeo del Sur, o el Campus de Cristal, además de ser Caballero de la Legión de Honor y Oficial de la Orden de las Artes y las Letras, algo de por sí satisfactorio para quien es escritor desde que tiene uso de razón.
Con más de 25 libros entregados a un público que se calcula es de 10 millones de lectores, ahora presenta Dios no nació en La Habana y La última noche del Rais, donde se metió en la piel del dictador libio Muamar el Gadafi, para relatar su auge y caída.
La película reciente basada en uno de sus libros es Camino a Estambul, dirigida por Rachid Bouchareb.
“Soy un escritor atado a mis personajes y los obedezco. Mis personajes quieren expresarse a través de un género literario muy específico. Por ejemplo, el coronel Gadafi era un místico, entonces quiso que escribiera para él en una lengua bíblica, coránica. Y Don Fuego, un tradicional cantante cubano, personaje principal de esta novela negra, me pidió que escribiera en una lengua musical”, dice Yasmina, apoyado por una traductora.
“Si lee Las golondrinas de Kabul se dará cuenta que no es la misma lengua que en El atentado. Me gusta crear una lengua para cada novela”, agrega.
–No es sólo la lengua, usted no escribe por escribir sino para mostrar lo que está pasando con el mundo musulmán, con el occidental, con los atentados, etc.
–Sí. Es imperativo conocer nuestra época y las verdaderas fronteras están en nuestras cabezas, hay que saber abrir los ojos para y mirar al mundo como si fuera nuestra casa. Porque cuando hay un problema en algún país musulmán, repercute en el planeta entero. Las relaciones entre los pueblos están mal por la incomprensión y esta incomprensión viene de la no curiosidad de la gente. Cada pueblo vive en una burbuja, cuando la realidad es que el peligro amenaza a todos los pueblos, se necesita solidaridad intelectual y emotiva entre las comunidades, para hacer un mundo mejor.
–¿De París a Cuba?
–Es un sentimiento mío. Sí, me impresionó muchísimo la magnificencia del pueblo cubano. Muchas cosas están prohibidas en La Habana, pero el pueblo se engrandece a través del corazón y de la música. Para mí este pueblo es una gran lección de vida. Venía de Europa, donde todo el mundo tiene todo, y siempre se está quejando y cuando llegué a Cuba, donde no tienen nada, siempre están bailando y cantando.
–¿Cuál es su planteo moral en sus libros o no tiene nada de eso?
–Sería muy pretencioso de mi parte decir algo así. La gente que nos enseña la moral no la usan, entonces yo confío en la inteligencia del ser humano. No hay que creerse el escritor más inteligente que el lector. Entre mis lectores hay desde Premio Nobel a artistas, son mil veces mejores que yo, hay que ser muy humilde cuando uno escribe. Un escritor no es más inteligente que los demás, solamente sabe traducir sus pensamientos a una pluma, pero no es un genio. Los lectores nos convierten en genios.
–¿Cuánto tiempo estuvo en La Habana?
–Pasé dos semanas en La Habana y pude escribir la novela, que cuenta la historia de Juan del Monte Jonava, quien a sus casi sesenta años, sigue cantando en el café Buena Vista: levantando la pasión del público con su voz. Por algo se le conoce como Don Fuego.
–¿Quiénes son sus maestros?
–No tengo maestros, quiero ser libre. Claro que hay escritores que adoro en el mundo entero, como a Gogol, Steinbeck, Jack London, toda esta gente es mi amiga, no mi profesor. Vivo en París pero pienso volver a Argelia definitivamente, cuando mi hija termine sus estudios universitarios. Escribir es lo único que hago desde hace 17 años y me dedico plenamente a la literatura. Escribo para escapar de la maldad del hombre. Mis libros son la respuesta.