Eusébio, La Pantera negra: fallece el hombre, se queda el legado de uno de los mejores futbolistas en la historia

06/01/2014 - 12:30 am
Foto: fifa.com
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Ciudad de México, 6 de enero (SinEmbargo).– “Para mí, Eusébio siempre será el mejor jugador de todos los tiempos”. Un espigado futbolista de tez negra dominó el futbol europeo en la década de los 60 cuando el mundo comenzaba a romper ciertas barreras ideológicas. Fue Lisboa el lugar elegido para iniciar una proeza que terminaría por convertirlo en inmortal. “La Pantera Negra”, le decían y él le hacía honores al mote con un poderío pocas veces visto. El Benfica encumbró una etapa gloriosa de su historia. Alfredo Di Stéfano, una gloria viva del futbol mundial, dejó claro su preferencia con esa tajante declaración.

A las tres de la mañana de este domingo, un paro cardiaco terminó con la etapa mortal de un ser humano que hace mucho vivía rodeado de una estela que él mismo construyó gracias al aporte cultural y deportivo de su talento atlético. Su historia tiene el misticismo de toda figura encumbrada. Su llegada a la cumbre tuvo episodios de fortaleza mental. Eusébio viajó desde la pobreza africana hasta los campos ingleses donde en 1966 maravilló a todos en el Mundial que Inglaterra organizó. Portugal se entregó a la potencia de su zancada y al furor de sus goles. A su físico notable lo contraponía un gesto relajado con una sonrisa que lo enterneció hasta su deceso.

Eusébio da Silva Ferreira nació en Lourenço Marques, actual Maputo, en Mozambique. Bajo una pobreza considerable, encontró en la pelota no solo un respiro distinto de su dura realidad, sino una forma de sobresalir. A los 15 jugaba descalzo en aquel territorio africano. Dos años más tarde, estaba apalabrado para llegar al Sporting de Portugal. Sin embargo, su madre y la astucia del Benfica, evitaron que la historia fuese distinta a la que hoy se conoce. Con el anonimato como única identidad, se subió a un avión rumbo a Lisboa. En la capital portuguesa, fue ocultado en una pequeña casa con un nombre falso para que el equipo rival no pudiese finiquitar el traspaso.

Foto: Twitter
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Afuera del Estadio da Luz, hay una estatua del portentoso atacante. El recinto del Benfica, sirvió para velar el cuerpo de su máximo ídolo, cumpliendo el deseo del astro. Tenía 71 años de vida, pero un lugar en la eternidad. Eusébio fue uno de esos constructores de una pasión que no conoce límites. El futbol tiene nombres propios desde donde se ha generado toda esa enfermedad emocional que sufren millones en todo el planeta. La única religión que no tiene límites, como definió Galeano al balompié, tiene en la Pantera Negra a uno de sus principales exponentes históricos. Al final de su carrera, visitó norteamérica para jugar en Canadá y en Monterrey, con los Rayados. En los últimos años, padeció problemas de salud. Un letargo que inició desde el verano de 2012, terminó ayer tras varias visitas al hospital durante todo este tiempo.

Inglaterra organizó la Copa del Mundo en 1966. La nación que inventó este deporte, puso sus estadios de madera tan exóticos como tradicionales. Wembley, con toda su majestuosidad, despidió a esa debutante Portugal que comandó Eusebio. Con nueve tantos, fue el goleador del campeonato y solo los anfitriones pudieron frenarlo en semifinales. La selección lusitana acabaría en tercer lugar tras vencer a la Unión Soviética. El primer Mundial que fue televisado a color, tuvo en el “9” portugués a su mayor baluarte. Se recuerda aquel partido de cuartos de final frente a Corea del Norte. Los asiáticos ganaban 3-0 al minuto 25. Después, los cuatro goles que anotaría la Pantera, son un episodio ilustre en la historia del futbol. El Balón de Oro de la competencia, le sería entregado. En 2006, 40 años después de su legendaria actuación, sería nombrado como el mejor futbolista en la historia de su país.

Ganador de dos Botas de Oro (1968 y 1973) y un Balón de Oro en 1965. Un héroe en un país donde no había a quien venerar con tal mote. Ganó 11 campeonatos con el Benfica, pero sobre todo, puso en el mapa europeo a un cuadro de segunda línea que pudo codearse con los más grandes del viejo continente. 596 goles en 557 partidos, son una marca bestial para un hombre que corría los 100 metros en 11 segundos. Humilde y de sonrisa fácil, fue víctima del nacionalismo del dictador Salazar, quien le impidió jugar fichar para el Inter de Milán. En 1961, se coronó en la Copa de Europa al vencer al Barcelona en Viena y un año después, anotó dos goles para vencer al Madrid de Di Stéfano. Cuando acabó el cotejo, corrió hasta Don Alfredo, su máximo ídolo, para pedirle su camiseta. El mundo del futbol lamenta la partida, mientras se han declarado tres días de luto nacional en Portugal. Se fue un hombre, se queda el legado.

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