El estudio confirmó que las variantes de preocupación del virus son más virulentas en comparación con la cepa original del SARS-CoV-2.
Madrid, 5 de octubre (Europa Press).- Un amplio estudio realizado en Ontario (Canadá) confirma que las variantes preocupantes del SARS-CoV-2, especialmente la variante Delta, son más virulentas que la cepa original del virus, lo que aumenta el riesgo de hospitalización, ingreso en la unidad de cuidados intensivos (UCI) y muerte de las personas debido al COVID-19, según publican los investigadores en el Canadian Medical Association Journal (CMAJ).
El estudio incluyó 212 mil 326 casos de COVID-19 notificados entre el 7 de febrero y el 26 de junio de 2021 en Ontario, la mayor provincia de Canadá, con una población de casi 14.8 millones de habitantes.
Las variantes que preocupan son las que tienen la mutación N501Y, como la Alfa, la Beta y la Gamma, así como la Delta, que han sustituido a la cepa original del SARS-CoV-2. Del total de casos, el 22.4 por ciento no eran variantes preocupantes, el 76.7 por ciento eran infecciones con mutaciones N501Y y el 2.8 por ciento eran probables Delta. En abril de 2021, la variante Delta estaba presente en Ontario y era la cepa dominante en julio de 2021.
Research shows that the increasing virulence of #SARSCoV2 variants of concern, especially the Delta variant, will lead to a considerably larger and deadlier pandemic, but vaccination will protect against hospitalization and death: https://t.co/vhA6mulLvz#COVID19 #PublicHealth pic.twitter.com/we4EGNstul
— CMAJ (@CMAJ) October 5, 2021
“La aparición de nuevas variantes de SARS-CoV-2 ha ralentizado el progreso contra la pandemia de 3tres maneras distintas, a saber, aumentando la transmisibilidad y el número de reproducción del virus, aumentando el escape inmunológico y disminuyendo la eficacia de la vacuna, y aumentando la virulencia de la infección por SARS-CoV-2”, escriben los coautores, los doctores David Fisman y Ashley Tuite, de la Escuela de Salud Pública Dalla Lana de la Universidad de Toronto.
Según esta investigación, las personas infectadas con estas variantes eran significativamente más jóvenes y tenían menos probabilidades de sufrir comorbilidades que las que no tenían infecciones por estas variantes.
En el caso de las infecciones por las variantes Alfa, Beta y Gamma, el riesgo de hospitalización era un 52 por ciento mayor, el de ingreso en la UCI era un 89 por ciento mayor y el de muerte era un 51 por ciento mayor; en el caso de las infecciones Delta, el riesgo era un 108 por ciento, un 235 por ciento y un 133 por ciento mayor, respectivamente. Incluso después de ajustar por edad, sexo, comorbilidades y otros factores, el mayor riesgo de resultados adversos persistió.
Los investigadores también examinaron el efecto de la vacunación, que atenuó la gravedad de las variantes al reducir el riesgo de enfermedad grave y muerte en las personas parcial y totalmente vacunadas.
“Los efectos aquí descritos representan un grado sustancial de protección contra la muerte conferido por las vacunas (alrededor del 80 por ciento – 90 por ciento), incluso cuando no logran prevenir la infección. Tales efectos protectores directos pueden contribuir a reducir las repercusiones sanitarias de la actual transmisión del SARS-CoV-2 en Ontario, incluso si la inmunidad de rebaño resulta esquiva, dado el elevado número de reproducción de las variantes”, escriben los autores.
Los resultados de la investigación se suman a los estudios realizados en Inglaterra, Escocia y Singapur que indican que la variante Delta aumenta el riesgo de uso de los servicios de urgencias, hospitalización y resultados graves.
“La creciente virulencia de las variantes del SARS-CoV-2 conducirá a una pandemia considerablemente mayor y más mortal que la que se habría producido en ausencia de la aparición de las variantes”, escriben los autores.
En un editorial relacionado, la doctora Kirsten Patrick, redactora jefe interina del CMAJ, insta a los dirigentes a utilizar todas las herramientas disponibles para controlar la propagación del SARS-CoV-2 a medida que se acerca un segundo invierno pandémico de COVID-19.
“Estamos luchando contra una pandemia diferente a la que se enfrentó a principios de 2020 –escribe–. El virus se ha vuelto más inteligente y más peligroso, lo que significa que nosotros también tenemos que ser más inteligentes. Debemos aprender colectivamente de los errores del pasado y asegurarnos de utilizar todas las herramientas a nuestra disposición para evitar futuros cierres y prevenir una mayor devastación de nuestra infraestructura sanitaria”, concluye.