Pasaron ya 16 días del sismo del 19 de septiembre pasado y la vida del campamento de las familias que habitaban los departamentos del multifamiliar Tlalpan transcurre entre la obligación de regresar a la normalidad con los empleos y la escuela, y la incertidumbre de la situación actual de sus hogares.
Hay movimiento en los edificios que resistieron, aunque están vacíos; hay labores de limpieza, de vigilancia y hay quienes continúan en el rescate de sus pertenencias. Abajo, en casas de campaña y techos de lona, la gente espera no palabras, sino papeles y estudios que les demuestren que regresar a sus hogares es seguro.
No saben cuánto tiempo estarán ahí; admiten que no es cómodo estar ahí afuera bajo todos los cambios de clima de los últimos días; pero si hay algo que resalta en esa zona es la organización que entre vecinos han creado para poder hacerse cargo de su situación y para la toma de decisiones frente al desasosiego.
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Ciudad de México, 5 de octubre (SinEmbargo).- La señora Angelina, rodeada de maletas y bolsas llenas al límite, espera en la acera de enfrente del edificio en el que vivió tranquila los últimos 25 años. Su hijo sube al departamento que habitó y baja con los objetos. Ella solo mira. No pueden sacar muebles, solo ropa, papeles. La indicación de los elementos de seguridad es no mover nada.
“Ya no queda nada. No quedó nada”, dice sin quitar la vista de su edificio.
Hay silencio en la zona que hasta hace unos días estuvo llena de gente que vino a ayudar en las labores de rescate que luego de que el edificio C-1 del multifamiliar de Tlalpan se derrumbara y sus cinco pisos quedaran reducidos a un solo.
Pero a pesar de eso aún llegan mujeres que buscan dónde depositar su ayuda: juguetes, dulces, ropa…
A las 10 de la mañana, en los campamentos que fueron colocados luego de que los vecinos decidieran quedarse para proteger sus hogares, se ve poco movimiento. La razón, de acuerdo con Ángel, uno de los damnificados, es porque “la vida sigue”: muchos se van a trabajar y otros se van a la escuela. Y otros, agrega, “aquí seguimos esperando”.
De la zona del campamento, un bebé de no más de dos años de edad, sale corriendo de una de las casas. Le gritan y le gritan “¡Omi, ven!”, pero no hace caso. Vive en el parque y juega sin importarle que lo que ocurre a unos cuantos donde se encuentra.
A paso de los días, la única certeza que tienen los habitantes de la zona del multifamiliar de Tlalpan es que quieren regresar a un hogar que sea 100 por ciento seguro.
Se han organizado en una asamblea que tiene encargados para asuntos especiales como prensa y jurídicos; que tiene un representante por edificio, que asiste a las juntas para después bajar la información a sus vecinos más directos.
Así se toman las decisiones.
Todos reconocen la ayuda del Gobierno de la Ciudad de México, pero también admiten que ésta llegó un poco tarde, o más bien, llegó después de toda la ayuda de miles de personas les llevaron casi de manera inmediata al sismo.
Jonathan Rodríguez, representante de la Asamblea de Vecinos de Tlalpan, explicó a SinEmbargo que actualmente están a la espera de uno de los peritajes que, se les aseguró, ni sería únicamente visual y sería más profundo.
Luego de obtener ese dictamen, que esperan se entregue de manera formal por parte de las autoridades delegacionales, buscarán también la certeza de que los edificios no requieren reparaciones, porque de ser así, seguirán en el campamento hasta que se lleven a cabo.
Los vecinos están seguros de que no quieren tener, otra vez, una experiencia como la del pasado 19 de septiembre.
DORMIR FRENTE A TU CASA
“La situación sigue siendo difícil porque, pues prácticamente estamos viviendo en la calle, viendo nuestras casas desde lejos, pero el panorama poco a poco ha ido mejorando: ya hay más respuesta de las autoridades, del gobierno”, comenta Jonathan en entrevista.
Explica que hace poco se les entregó un peritaje preliminar –que es ocular– y con el que se marcan los edificios, dependiendo su condición con verde, amarillo o rojo, sin embargo, ocurrió que en algunos casos no se estuvo de acuerdo con el peritaje, por lo que esperan el resultado de la evaluación que se realiza departamento por departamento.
“Desde el martes pasado, se empezaron a hacer peritajes con ingenieros del Instituto de la Construcción. Ese peritaje tardó como dos horas por edificio. El que nos entregaron a nosotros fue uno que se hizo en 15 minutos. El peritaje que ya se hizo en los días pasados fue departamento por departamento, un poco más a detalle. No creíamos que el edificio estaba en amarillo si se vio desde fuera”, agrega.
Es un campamento de familias completas y las imágenes lo dicen por sí solas, “sí es un poco caótica la manera en que estamos viviendo: estamos en casas de campaña, en la calle. Sí es difícil porque al fin y al cabo sales y ves ahí tu casa y no te puedes meter. Y vuelves a voltear y ves tu casa de campaña […] No hay fecha para que todo esto acabe. Todos son rumores, platicas con el personal que está haciendo la revisión de los edificios, hay algunos que dicen que si todo está bien a más tardar en dos semanas se podría regresar, pero realmente lo que nosotros queremos es que se nos entregue formalmente y por escrito si es real que el edificio está bien. Si nos dicen que está bien, pero que necesitan hacerle reparaciones, le tendrán que hacer las reparaciones y ya después nos meteremos”, agrega Jonathan.
A él el temblor le tocó adentro de su departamento ubicado en el quinto piso y no le dio tiempo de bajar, “el estruendo que hizo el edificio 1-C cuando se cayó pensé que era mi edificio y sólo estaba esperando el momento en que se abriera el suelo y me fuera para abajo. Yo vivo en el 2-C y hasta que no me digan que mi edificio es 100 por ciento habitable, 100 por ciento seguro, yo no subo. Eso es también lo que estamos peleando. Queremos el peritaje y que nos digan que si hay que hacer reparaciones a los edificios se haga hasta la más mínima”.
QUE LA TRAGEDIA SIRVA
El señor Agustín es de los habitantes que llegó desde la inauguración del multifamiliar en 1957. Este es su tercer temblor: le tocó uno ese mismo año, luego el de 1985 y finalmente el del 7 de septiembre pasado que fue por el que decidió abandonar su departamento.
En el del 19 de septiembre, él ya no vivía ahí.
Quizá por eso el ahora llama a que se forme una conciencia de que en la Ciudad de México los temblores seguirán ocurriendo, porque nota que no la hay luego de 60 años que se han vivido con sismos.
“Al inaugurarse el multifamiliar, en 1957, ese mismo año hubo un temblor muy fuerte y resistió. Era nuevo pero además estaba hecho con un sistema que resistiría los 9 grados, estaba bien preparado. A la fecha, no he visto una preocupación por parte de nuestras instancias de ir preparando a la gente sobre cómo debe actuar y subsistir en este piso que es sísmico. El problema no es solo la pérdida, sino también qué podemos hacer, que hacer, cómo asumir la actividad sísmica para defendernos y ayudarnos. La Ciudad sigue creciendo de manera desproporcionada en lugares que no han sido estudiados. Esta cultura que no existe debería ser hoy el día para empezar a desarrollarla tanto a nivel civil como institucional”, sostiene.
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Cuenta que luego del temblor vino un total desconcierto, no sabían qué hacer, a quién recurrir y quedó la incertidumbre sobre qué es lo que pasará con la vivienda y los métodos que se deben seguir para determinar si es habitable o no. Y dice que es lo mismo que sucedió en 1957 y 1985: no hubo una metodología, algo que los ayudara a saber cómo abordar el problema.
“Estamos en un desconcierto. Esto sigue siendo parte de lo que ha sucedió en los últimos tres sismos. Debemos seguir adelante. Es buena la coordinación, tomando en cuenta que nadie esperaba este tipo de cosas y poco a poco se ha ido aprendiendo cómo estar en estas condiciones. Hay un grado de irritabilidad muy alto porque el suceso es muy inesperado y la eventualidad de la condición en la que estamos es bastante drástica. No solo por estar en la calle, sino porque algunos tuvieron pérdidas humanas. Creo que debemos seguir atentos para que en otra ocasión de inmediato se formen las mesas de trabajo, los talleres recreativos y todo lo que conlleva un evento de este tipo. Ahí es fundamental que tomemos como base este sismo y ya no permitamos que siga todo como si esto no hubiera ocurrido”, añade.
Del temblor del día 7, el señor Agustín salió a la azotea porque no le dio tiempo de bajar, ya que vive en un quinto piso. Pudo observar luego que se marcaron unas lozas en las bardas laterales de los edificios, lo que lo alarmó y dos días después dejó el departamento.
“Fue instintivo. Si hubiéramos tenido más conciencia de esto, desde entonces salimos a la calle, nos organizamos y prevemos lo que pueda suceder en una réplica. Hubieran sido evitables las muertes. Debemos estar preparados sobre todo en el ánimo para saber qué hacer”, asegura.
LA AYUDA HA SIDO CRUCIAL
La señora Norma Cortés, habitante de uno de los departamentos del 4-B, admite que la situación es difícil, pero el apoyo que han recibido de la sociedad ha sido fundamental para sobrellevar los días.
“Desafortunadamente, la reacción de las autoridades no fue tan rápida, no puedo decir que no nos han apoyado, pero llegaron después. La población civil se ha encargado de apoyarnos con comida, nos traen cobijas, sábanas. No nos falla el desayuno, comida y cena. Es un apoyo muy especial de toda la gente y los vecinos, no nos han dejado y nos apoyan”, dice.
Resalta también sobre la organización vecinal; se escogió un representante por torre y de esa forma ha habido más orden. Hay juntas a las 4 de la tarde en asamblea y luego el representante regresa a los campamentos y comparte los acuerdos, lo que hay que hacer.
Incluso se diseñó un logotipo oficial para distinguir la información real, la que sale de ellos, y las resoluciones sobre la situación de sus casas y si es posible regresar a ellas.
“Había un documento que estaba rondando, pero si no tiene sellos ni firmas, no serán válidos. Debe existir un dictamen verídico con toda la información a detalle de que los departamentos están en buen estado para ser habitados. En este momento está fluyendo más rápido la información y parece que ya está listo el dictamen”,explica.
El día de hoy hubo limpieza en los departamentos, hubo la oportunidad de sacar comida de los refrigeradores y la basura que se quedó. Más tarde seguiría la fumigación porque ya había empezado a entrar fauna nociva.
Norma ha vivido en el multifamiliar de Tlalpan por 15 o 20 años. También vivieron ahí su abuela y su padre. Por eso dice que es triste estar así, pero no pierde la esperanza de que va a regresar.
“No es caernos sino es levantarnos y es seguir adelante y aquí estamos haciendo guardias en el edificio, ahorita sube uno, luego otro. Y estamos unidos, aquí ha habido una unión y eso ha sido un parteaguas. Estamos esperando la certeza de las autoridades”, concluye.
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