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Guadalupe Correa-Cabrera

05/09/2022 - 12:02 am

Oposición y sectarismo en la 4T: El caso LitioMx

Después de cuatro años de Gobierno, las promesas de transformación siguen sin cumplirse, lo que no sorprende dados los tiempos lógicos que requiere un verdadero cambio, así como la presencia real de errores e ineficiencias que deben ser analizados en su justa medida.

Pablo Daniel Taddei Arirola será el director de la empresa LitioMx.
“Dejar a cargo la gran encomienda de crear y dirigir LitioMx en manos de un hombre preparado, pero con cuasi nula experiencia y capacidad probada en el ramo y en la política y geopolítica a los más altos niveles, podría ser un error garrafal para México”. Foto: Twitter @PD_Taddei

La crítica constructiva a los proyectos de Gobierno es siempre bienvenida y es en realidad fundamental o, mejor dicho, es indispensable para asegurar el éxito y la eficacia de los mismo. En México en la actualidad, parece permear el sectarismo en los dos lados del espectro ideológico. Según las cifras disponibles, México no está polarizado formalmente. En realidad, una mayoría importante de ciudadanos apoya al Gobierno de la Cuarta Transformación (4T) encabezado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

El Presidente mexicano pudo catalizar—con su trayectoria, persistencia y carisma—el descontento de los mexicanos para llegar al poder en el año 2018. Dicho descontento se relacionaba con los partidos que gobernaron a México en los años más recientes y con la aplicación, al pie de la letra, del modelo imperante vinculado al Consenso de Washington. Las políticas que ahora se denominan “neoliberales” se anclaron a la condicionalidad de las instituciones financieras internacionales (como el Fondo Monetario Internacional) y beneficiaron, en su gran mayoría, a una pequeña élite de empresarios y políticos mexicanos que operaba en contubernio con y para los grandes capitales transnacionales.

AMLO y su denominada 4T ofrecieron un cambio radical del sistema económico y la solución de los mayores problemas que enfrentaba el país: los niveles extremos de inseguridad y violencia, así como los elevadísimos niveles de corrupción. Dichos flagelos se coronaron durante las administraciones de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, del Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), respectivamente. Ambos partidos se aliaron después de la victoria de AMLO (y su recién formado partido Morena) para dar lugar a la actual oposición política.

Después de cuatro años de Gobierno, las promesas de transformación siguen sin cumplirse, lo que no sorprende dados los tiempos lógicos que requiere un verdadero cambio, así como la presencia real de errores e ineficiencias que deben ser analizados en su justa medida. Por el otro lado, la oposición política ha resultado ser un verdadero fiasco y no ofrece proyecto alternativo de país, además de que se encuentra respaldada simbólicamente—y quizás materialmente, en parte—por un “junior” que adolece de inteligencia y de talento: Claudio X. González.

No obstante el fracaso apabullante del bloque opositor—que reúne a los principales partidos de antaño (incluyendo a aquel al que un día perteneció AMLO), a la élite que perdió sus canonjías, así como a figuras resentidas y a los cascajos de lo que alguna vez llamaron “izquierda”—éste no parece cambiar su estrategia y se enfoca en la crítica destructiva y deshonesta, sin propuesta y protegiendo a capa y espada a sus propios simpatizantes o miembros enlodados por escándalos de corrupción, crimen o enriquecimiento ilícito; pienso en los casos de Alejandro Moreno y Francisco Javier García Cabeza de Vaca, sólo por dar dos ejemplos.

La “crítica por la crítica” del bloque opositor parece francamente irresponsable y sin sustancia, y la enarbolan figuras políticas altamente cuestionadas, impreparadas e inclusive ridículas; pienso en los casos de Gabriel Quadri, Xóchitl Gálvez, Kenia López y Lili Téllez, para citar casos extremos. Destacan también los señalamientos sin sustento por parte de grupos de élite (incluyendo “intelectuales”) que perdieron sus privilegios con la llegada del nuevo Gobierno. Por último, tenemos a las figuras rancias o resentidas que se autodenominan “de izquierda” y que no lograron obtener un hueso o la relevancia que esperaban dentro del partido Morena o el Gobierno.

No obstante las abundantes fallas conocidas por todos—y exhibidas por muchos—que caracterizan a la triste y mezquina oposición política mexicana, se puede decir que “en todos lados se cuecen habas”. El sectarismo y la falta de autocrítica parecen permear en una parte importante de los políticos, servidores públicos, grupos de simpatizantes y cuadros que conforman la 4T. El proyecto del presente Gobierno autodenominado de “izquierda” o “progresista”, sus políticas y obras públicas más importantes, así como las prácticas del partido Morena, no adolecen de limitaciones ni de problemáticas graves.

No obstante lo anterior, es difícil esbozar críticas constructivas sin estar sujetos a la desaprobación e incluso al ataque virulento por parte de los “incondicionales” del Presidente. Se comprende perfectamente la empatía y confianza que genera una figura tan carismática como AMLO dada la experiencia pasada, el elitismo de los opositores y la esperanza de un cambio verdadero en el marco de un discurso que parece más justo y más enfocado en los más pobres y los más vulnerables. Lo que no parece adecuado ni eficaz es la ausencia de autocrítica y el sectarismo que parece permear en amplios círculos de lo que podríamos llamar “el oficialismo”.

Algunos ejemplos claros que vale la pena resaltar son: i) la propuesta para dirigir la empresa paraestatal LitioMx que será la encargada de “la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento del litio ubicado en territorio nacional, así como la administración y control de las cadenas de valor económico de dicho mineral”; ii) el estado de la seguridad en México; y iii) las acciones que se han tomado para extender la capacidad de las Fuerzas Armadas mucho más allá de su misión y sus tareas convencionales (lo que la oposición, con su crítica hipócrita, cataloga como “militarización”.

Sobre estos tres puntos únicamente—pues hay bastantes más—hay mucho qué decir y mucho qué criticar o cuestionar, no sin acompañar la crítica con algunas propuestas que abonen al diálogo y a la búsqueda de soluciones. Sobre los puntos dos y tres escribiremos en espacios posteriores, pero no sobra decir que extender las funciones de las Fuerzas Armadas en un país como México no augura nada bueno en el mediano plazo. La historia de Latinoamérica lo demuestra. De nada sirve comparar a la Guardia Nacional mexicana con la Gendarmería Nacional en Francia o el Arma de Carabineros en Italia. Dicha comparación es estéril dadas las condiciones de esos países en comparación con México, su historia, los problemas que enfrentan y ha enfrentado y el estado de sus instituciones. Quien compare esos casos, estaría intentando justificar una acción que en la práctica se ha probado por demás peligrosa y que se antoja injustificable.

No obstante lo anterior, el debate sobre el tema es bastante complejo y no es tan sencillo posicionarse al respecto. La postura de la oposición es simplista y malintencionada. Quienes aseguran que se debe apoyar la #SeguridadSinGuerra y critican sin miramientos lo que denominan la “militarización del país” esbozan un argumento limitado y vacío, al tiempo que demuestran una férrea ignorancia sobre la realidad nacional y el paramilitarismo criminal que impera en algunas regiones de la República Mexicana. Esto se debe quizás a su falta de contacto con la realidad y su desconocimiento del terreno y la situación que enfrentan diversas comunidades en México, las cuales se enfrentan al acecho y la extorsión por parte de grupos armados hasta los dientes con almas de altísimo calibre. Ese es un tema que requiere de una discusión amplia que iría más allá de los escritorios y de los buenos deseos o más bien de la instrumentalización de un tema para fines políticos.

El tema más sencillo de tratar en el presente texto es el relacionado con las recientes declaraciones del Presidente en la “mañanera” sobre su propuesta de colocar al frente de los trabajos para crear la empresa paraestatal LitioMx a Pablo Daniel Taddei Arriola, quien es hijo del superdelegado del Bienestar en Sonora (y también amigo y aliado de López Obrador y su partido), Jorge Luis Taddei Bringas. Pablo Daniel es doctorante en la prestigiosa Universidad de Harvard y supuestamente defenderá (ojalá exitosamente) su tesis en los siguientes meses.

Al mismo tiempo, sus credenciales ostentan una especialización en los temas ambientales y un enfoque en la generación de energías renovables. Taddei Arriola estudió también una maestría en la Universidad de Michigan y trabajó en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el programa de “Desarrollo Sostenible del Planeta”. El joven parece ser toda una promesa para los grupos que avanzan la agenda global de energía y seguramente, en su última encomienda, ha podido cultivar relaciones de primer nivel en el ramo y en el extranjero. Sin embargo, Pablo Daniel no cuenta con experiencia ni capacidad probada como administrador en el campo de la minería o el litio, lo que preocupa a muchos sobremanera.

Al margen de las críticas—con razón—por parte de los opositores, esta decisión también levantó cejas entre simpatizantes del Gobierno de la 4T. Lo anterior hace sentido por varias cuestiones de peso entre las que destacan la falta de experiencia del hijo de Taddei Bringas, así como el influyentismo—que algunos consideran “nepotismo”—derivado de la supuesta cercanía de la familia del superdelegado con el Presidente. Preocupan también los reportes sobre la influencia de diversos miembros de la familia Taddei Bringas en la política sonorense.

Lo anterior no es menor y las críticas al respecto no carecen de fundamento. Por otro lado, sorprende que el destape de Taddei Arriola se realice después de que el actual Gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, presumiera de la coordinación que supuestamente le fue encargada en las labores para la creación de LitioMx. Recordemos que Durazo se desempeñó como un pésimo Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, y que parecía estar más interesado en su candidatura a la gubernatura que en su encomienda para reducir el crimen y la violencia en México. Tanto López Obrador como Durazo parecen estar orgullosos y defienden esta nominación de una joven promesa que supuestamente cumple los requisitos para dirigir la paraestatal potencialmente más importante en la era contemporánea de transición hacia las energías renovables. Así, el Gobierno de la 4T sellaría, al mismo tiempo, su compromiso con la Agenda 2030 de Naciones Unidas.

Con esta decisión, el Presidente de México parece traicionar sus propios principios de evitar el nepotismo y el influyentismo en la administración pública federal. Asimismo, da preferencia y el beneficio de la duda a un estudiante de una escuela de élite en el extranjero que no ha liderado la creación de ninguna empresa de peso en su vida—quizás apelando al patriotismo, la amistad y la lealtad que le ha mostrado su familia. Todo suena mal con respecto al nombramiento, no obstante las disculpas de los incondicionales del Presidente, quienes prefieren dar una oportunidad a los jóvenes y darle a Taddei Arriola el beneficio de la duda.

No dudamos de la capacidad de Pablo Daniel, ni de su talento o su inteligencia, pero para una labor de la envergadura que requiere construir y operar LitioMx en este momento, quizás sea indispensable contar con la dirección de un actor más apto y experimentado en la administración de una empresa con altos requerimientos técnicos y de pericia extrema para el manejo político en un sector tan estratégico como el del litio. Recordemos que una de las principales batallas que libran las grandes potencias mundiales actualmente a nivel geopolítico tiene que ver con este mineral.

Recordemos también la potencial entrega del nuevo “oro blanco” al sector privado que hubiera sido facilitada por el mismísimo Gobernador Durazo y apoyado por la Secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, según diversos informes y reportes de prensa. Recuerdo haber leído en algunos reportes y en una columna del medio ruso Sputnik, un historia sobre el supuesto contubernio entre Durazo, Albright Stonebridge Group (a través de la exembajadora Roberta Jacobson) y poderosos intereses financieros, cuyos objetivos no se llegaron a concretar en ese entonces (véase https://sputniknews.lat/20210806/albright-stonebridge-group-rothschild-soros-al-asalto-del-litio-de-sonora-1114826040.html).

Así, nos damos cuenta de los grandes intereses detrás de la explotación del litio a nivel mundial y si hacemos un análisis de los graves conflictos en zonas ricas en este mineral (de Bolivia, Argentina, Chile y México), nos daremos cuentas de la importancia estratégica del mismo. Según datos recientes, América Latina posee el 60 por ciento de todos los recursos de litio identificados en el mundo (https://www.undp.org/es/latin-america/blog/graph-for-thought/lithium-latin-america-new-quest-el-dorado). Dejar a cargo la gran encomienda de crear y dirigir LitioMx en manos de un hombre preparado, pero con cuasi nula experiencia y capacidad probada en el ramo y en la política y geopolítica a los más altos niveles, podría ser un error garrafal para México.

Aunque López Obrador confíe en el padre de Pablo Daniel, parece que ninguno de los dos (ni el padre, ni el hijo) se encuentran a la altura para liderar las labores en un sector tan estratégico y especializado en el que navegan tiburones de dentadura demasiado afilada; pienso en los casos de Albright Stonebridge Group y Elon Musk. Un grandísimo numero de mexicanos han apoyado el arrojo del Presidente al defender los intereses y recursos de la Nación en materia energética, pero también muchos miran con desconfianza una decisión que parece haber sido tomada a la ligera, sin cuidar las formas y favoreciendo el influyentismo. Si Pablo Daniel Taddei Arriola—contando con las mismas credenciales y nivel de experiencia que muestra ahora—no fuera hijo de Jorge Luis Taddei Bringas, ¿sería aún considerado para encabezar una de las obras más importantes del sexenio en el sector potencialmente más estratégico de todos? Yo creo que no. Ustedes ¿qué piensan?

Invito a una crítica constructiva, menos arrogancia y más coherencia por parte de los incondicionales y seguidores más leales del Presidente. Todo Gobierno en el mundo—hasta el más funcional y exitoso—tiene fallas y problemas mayores que es necesario identificar, abrir a la discusión y solucionar. La popularidad de Andrés Manuel López Obrador al momento, y un cierto sentido de superioridad moral por parte de algunos que se dicen de “izquierda” o “progresistas”, parecen nublar la razón de muchos—incluso la del mismo Presidente—en ciertos temas estratégicos.

Las críticas de la oposición son ciertamente mal intencionadas y mezquinas en su gran mayoría. Sin embargo, algunos de los cuestionamientos que vienen desde dentro del movimiento se hacen aparentemente con buena intención. Criticar las decisiones del presidente no es posicionarse abiertamente en contra de un proyecto de país que promueve la justicia social y mayor igualdad entre los mexicanos. Tampoco significa convertirse en “facho”, “calderonista” o en virulento e irracional opositor. Si no se reconocen los errores y no se recula en algunas decisiones, no será posible avanzar hacia un país más justo y hacia una verdadera transformación de México. Finalmente, es preciso que los puestos políticos o administrativos clave los ocupen los más aptos y que ello sea por mérito. Quizás los que deben ser elegidos no son los más leales, o los que estudiaron en una Ivy League de los Estados Unidos, y no son los hijos de aliados o amigos del Presidente.

Guadalupe Correa-Cabrera
Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora de Los Zetas Inc.

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