El lugar sirve a unos 50 niños a diario, y las clases se imparten en horarios escalonados para evitar que el lugar se ateste de menores de diversas familias. Algunos voluntarios dan clases de inglés, matemáticas y ciencias.
Por Gerardo Carrillo
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Una tortillería ha comenzado a dar acceso gratuito a wifi y televisión a niños en una zona de la Ciudad de México si no tienen esos servicios en casa o si sus hermanos y hermanas ya los están utilizando para tomar clases a distancia debido a la pandemia.
Las escuelas públicas en México comenzaron a impartir clases por televisión el 24 de agosto debido al coronavirus, porque 94% de los hogares en México cuentan con televisores. Pero con frecuencia hay varios jóvenes en las familias mexicanas y todos necesitan hacer búsquedas en internet o mirar clases al mismo tiempo.
Ahí es donde ayuda el llamado “Rinconcito de Esperanza”. Los propietarios de la tortillería La Abuela en el distrito de Tlalpan en el sur de la capital instalaron un espacio para ofrecer asesoría, al igual que acceso a televisión e internet, todo gratuito.
El lugar abarca el interior de la tortillería, una carpa instalada en la acera y la caja de una vieja camioneta pickup estacionada allí. En un verdadero esfuerzo comunitario, las clases que necesitan más espacio o silencio se imparten en establecimientos vecinos.
Dalia Dávila y su pareja, Fernando Lozano, emprendieron el proyecto sin fines de lucro en su tortillería después de que ella escuchara las preocupaciones de sus vecinos y amigos sobre cómo iban sus hijos a mantenerse al día con las clases.
En un principio se comenzó con una sola televisión que no funcionaba bien, pero cuando el aparato se quemó durante una tormenta, los vecinos proporcionaron un televisor nuevo y otros artículos.
“Vimos la necesidad de nuestra amiga Martita, porque Martita no es sólo una persona que nos ayuda, es nuestra amiga; vimos su preocupación, sus nervios: ‘O trabajo o educo a mis hijos, y si educo a mis hijos con clases, ¿quién nos va a dar de comer’”?, dijo Dávila, que sigue preparando y vendiendo tortillas mientras supervisa el proyecto. “Entre los vecinos nos fuimos organizando para apoyar”.
Hay una caja con libros de texto, un celular, una tableta y una laptop, todo donado.
“Los vecinos nos están apoyando y traen cuadernos, plumas, colores”, afirmó Lozano.
El lugar sirve a unos 50 niños a diario, y las clases se imparten en horarios escalonados para evitar que el lugar se ateste de menores de diversas familias. Algunos voluntarios dan clases de inglés, matemáticas y ciencias.
“Vimos la desigualdad en estos momentos. Gracias a esta pandemia, muchos padres no tienen el recurso necesario para solventar, comprar un teléfono, ya sea una televisión, una computadora”, dijo Lozano. “Si pierdes un año no lo vuelves a recuperar. Y la verdad no estamos hablando de uno o dos niños, estamos hablando de millones de niños que a nivel mundial va a tener una repercusión importante”.
El Gobierno ha distribuido unos 140 millones de libros de texto gratuitos, y las casas que no tienen televisión pueden escuchar las clases por radio. Los estudiantes no regresarán a las aulas sino hasta sea seguro hacerlo, y esto lo determinará el gobierno hasta que su sistema de advertencia al que llama semáforo tenga color verde.
Sólo 44 por ciento de los hogares en México tienen una computadora. Un porcentaje mayor, 56 por ciento, tiene algún tipo de servicio de internet, aunque muchas de esas conexiones son utilizadas sólo con smartphones. Según una encuesta, 95 por ciento de las personas en México aseguran utilizar internet para teléfonos, 33 por ciento para una laptop y 29 por ciento para una computadora de escritorio.
La mayoría de los hogares tiene más de un hijo, que a menudo toman clases simultáneamente, lo que hace que la televisión y la computadora en casa sean insuficientes.
María Luis Moreno Barajas, madre de cuatro chicos y cuyo esposo está desempleado, trajo a su hijo José Mario a estudiar en una parte de esta improvisada zona de enseñanza que se extiende hasta un taller de herrería.
José María no se inmuta para nada por el ruido a su alrededor. El chico dijo sentirse como si estuviera en la escuela.
“La verdad nos sirvió mucho” la iniciativa de la tortillería, dijo la madre, María Luisa Moreno Barajas. “Porque sí tenemos internet, nos lo presta mi papá, pero como somos muchos, pues todos ocupamos el mismo internet”.
“Entonces hay ocasiones en las que no alcanza para que todos investiguemos”, agregó. “Por eso yo sí me acerqué a un Rinconcito de Esperanza, por mi niño… que si necesitamos imprimir o sacar tareas de internet, pues ya hay ahí una opción de ayudarlos y ayudarnos a nosotros como principio”.
Manuel López Pereyra, investigador del departamento de educación de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, dijo que estos esfuerzos comunitarios son magníficos, pero ponen de relieve lo que no ha hecho el gobierno.
“Una de las políticas que esperaríamos de la educación en México es poder apoyar a las familias que no tienen acceso a estos recursos tecnológicos”, afirmó. “Entonces, en estos momentos… cuando el Estado no está dándonos lo que necesitamos, la comunidad es la que sale a flote, y la comunidad es la que busca esta participación y la comunidad es la que ayuda, y eso es muy importante”.