En cuarentena, de Bosco Sodi: La gran lección de la pandemia es reconectarnos, recuperar lo humano

05/09/2020 - 12:04 am

Las páginas de En cuarentena plasman ideas –casi aforismos muchos de ellos– que invitan al lector a pensar en su papel frente al arte; lo incitan a meditar en los procesos afectivos y sensoriales que están implicados en la contemplación y el análisis de obras artísticas.

Ciudad de México, 5 de septiembre (SinEmbargo).- El artista mexicano Bosco Sodi, conocido internacionalmente como uno de los artistas contemporáneos más cotizados, publica su primer libro En cuarentena (Dharma Books, 2020): una antología de escritos que compendia las reflexiones de Sodi sobre el arte.

El libro está conformado por breves textos que meditan sobre la obra de Sodi; sus procesos creativos; los materiales con los que trabaja; su visión sobre el arte, el deber del artista y su relación con el mercado. También abunda en pensamientos en torno a la espiritualidad y la naturaleza; y critica ciertos valores comerciales de diversas propuestas artísticas.

De igual forma, las páginas de En cuarentena plasman ideas –casi aforismos muchos de ellos– que invitan al lector a pensar en su papel frente al arte; lo incitan a meditar en los procesos afectivos y sensoriales que están implicados en la contemplación y el análisis de obras artísticas.

En cuarentena es un libro íntimo, introspectivo, sencillo y orgánico, sin pretensiones teóricas o académicas. Ideal para quienes conocen la obra de Sodi y para quienes están interesados en reflexionar sobre el arte contemporáneo y sus motivaciones.

“Ahora con el confinamiento, decidí ordenar mis textos, trabajarlos y pulirlos. Escribir resultó ser un espacio de meditación urgente en estos tiempos en los que parecía no haber orden. Este libro es un proyecto que tenía en espera desde hace mucho tiempo, pero que por estar muy ocupado no había podido hacer. En la cuarentena encontré el espacio para lograrlo”, explica Sodi, quien vivió la cuarentena en la costa oaxaqueña donde se encuentra la sede de Fundación Casa Wabi.

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No saber cómo será el final. Lo efímero, la incertidumbre dirigen estas páginas. ¿Esos conceptos son los que inspiraron este libro? ¿Cómo se combaten en una situación de crisis como la que vivimos?

—Creo que es parte de la vida en el ser humano aceptar el accidente, el no control, lo inesperado, y adaptarnos a eso. Esa ha sido la ley que ha regido a la humanidad desde el principio de los tiempos: hay cosas que no podemos cambiar y tenemos que aceptarlas como son y como vienen. En la medida en que las aceptemos como vienen, les podemos sacar más provecho.

En el caso de la pandemia es terrible obviamente, pero hay que aceptarla y sacarle el mayor provecho y aprender la lección lo mejor posible, tanto en el sentido del virus como en las cosas que no habíamos hecho antes de la pandemia, o las cosas que hemos podido mejorar.

En cuanto al libro, son principalmente reflexiones que he hecho a lo largo de mi vida los últimos 20 años, y son pensamientos que voy escribiendo generalmente cuando estoy de viaje, de ideas que se me ocurren sobre mi obra u opiniones sobre el arte y la vida. Cuando comenzó la pandemia, mi familia y yo estábamos en Nueva York y decidimos irnos a Casa Wabi, una fundación en México donde tengo un estudio y está más abierto. Lo que te decía: sacamos provecho a todo esto; hicimos proyectos que no habíamos hecho, a los niños les dimos libros que no habían leído y una lista de películas que tenían que ver. Tratar de hacer de esto lo más positivo posible.

Yo tenía arrumbados estos papeles arrugados que cada vez que voy de viaje los saco de mi mochila y voy colectando. Siempre había querido ordenarlos y pulirlos, por lo que vi en este momento la perfecta oportunidad de hacerlo. Tomé un folder que tenía lleno de diferentes papeles, servilletas, papeles cuadriculados, post it, y me lo llevé. Durante la cuarentena lo comencé a revisitar y me fui dando cuenta de que tenían mucho que ver con lo que estaba sucediendo en el mundo y con el arte contemporáneo.

Se trata de pensamientos muy personales y la verdad nunca pensé en publicarlos, hasta que se los mandé a dos o tres amigos, entre ellos a Mauricio Galguera que es mi galerista en México, y él se los presentó al equipo de Dharma Books, quienes se entusiasmaron mucho en publicarlos. Yo accedí a la idea pero bajo ciertas condiciones: tenía que ser un libro muy sencillo, cero pretensioso, con ideas dogmáticas o tratando de crear una teoría sobre el arte contemporáneo. Simplemente son pensamientos muy íntimos en los que me abro totalmente respecto a cómo concibo mi obra y el arte en general.

Tú eres artista visual, ¿por qué pasar tus ideas a palabras y no de forma plástica? Esta obra consta te cinco partes, ¿nos puedes contar brevemente de qué va cada una y si alguna en particular tiene un significado especial para ti o la destacarías? 

—Las cinco partes son muy importantes, pero destacaría la que habla sobre cómo tenemos que retomar esta conexión con la naturaleza, con los otros seres humanos, con la vida en general. Justo una de las herramientas que tenemos para hacer eso es el arte. El arte nos ayuda a entender mejor el universo, entendernos a nosotros mismos, entender a los demás; y con base en este entendimiento podemos llegar a tratar de cambiar el mundo para bien.

Para mí es raro expresar mis ideas por medio de lo escrito. Soy muy disléxico, me cuesta mucho trabajo llevar mis ideas al papel; si vieras las notas originales están llenas de errores ortográficos y de sintaxis. Pero también fue un ejercicio bonito porque me ha ayudado a adentrarme en el mundo de mis ideas y expresarlas desde otro canal.

Respecto a las partes del libro, si te fijas están todas muy conectadas. Yo quería que fuera algo muy orgánico; más que capítulos, como que cada apartado pasa del uno al otro y regresan. Busqué que fueran como haikus: pequeñas frases muy concretas y sencillas. Que pudieras abrirlas en cualquier página y no marcara un ritmo de lectura concreto. Fue una de las cosas que platiqué con Dharma Books.

La paciencia, la introspección y el arte como salvación son ideas que me llevo de esta lectura. ¿Cuáles dirías que son las reflexiones más contundentes para ti a partir del confinamiento y todos los cambios a los que nos empujó la pandemia?

—Tenemos que volvernos a reconectar con los otros seres humanos. Esto es algo que menciono en varias partes del libro. Creo que ya sufrimos la reclusión, no poder convivir con familiares y amigos, no poder comprar en una librería, no poder asistir a una exposición, no poder caminar en la naturaleza. Ese es el gran mensaje de esta pandemia: hay que volver a reconectarnos. Ya la gente no platica entre sí, todo mundo está viendo sus celulares. Creo que tenemos que recuperar esta parte humana.

La conexión con la naturaleza también es fundamental. Estas catástrofes terminan pasando por pensar que somos los reyes del universo, pero tenemos que entender que vamos a estar aquí un breve momento y tenemos que hacer todo lo posible en dejar una huella mucho más positiva, no sólo en lo ecológico, también en lo humano.

¿Qué gran lección crees que le ha dejado la pandemia al mundo en general? ¿Y para la literatura y el arte? ¿Este sector tiene alguna responsabilidad social en los momentos de crisis?

—Definitivamente tenemos una responsabilidad y cada vez es más clara. No podemos pensar que estamos a parte de todo esto. Somos muy críticos de lo económico y lo político, pero no cuestionamos nuestra parte. Falta muchísimo compromiso social en el arte. Se ha ido perdiendo, en los sesentas y setentas había mucho más compromiso social. Nosotros tenemos la obligación de dar las herramientas para que la gente reflexione sobre esto.

Creo que la gran lección de la pandemia es que seguimos siendo seres muy frágiles y dependientes. Debemos ser más humildes y aprender a tratar mejor la naturaleza, relacionarnos mejor entre nosotros, ser más solidarios, no permitir las injusticias que suceden en el mundo. Si algo positivo podemos sacar de toda esta situación son estos puntos. Espero que no lo perdamos de vista; si se olvida, habrá sido en vano todo esto. Ha sido un sufrimiento terrible.

El artista o el escritor tienen un oficio muy solitario a comparación de trabajos que dependen de la interacción. ¿A partir del confinamiento ha cambiado para ti la dinámica en tu quehacer artístico? En ese sentido, ¿cuáles son los nuevos retos a los que se enfrenta tu gremio? 

—Cambió mucho. Y no solo para mí, he hablado con muchos artistas plásticos, amigos míos consagrados y noveles, y coincidimos. Hemos tenido que adaptar los materiales al lugar que tenemos para trabajar. Los artistas que antes hacían grandes formatos, ahora se han puesto a dibujar durante la cuarentena porque no había siquiera posibilidades de ir al estudio. Yo en Casa Wabi no tenía los materiales que normalmente uso para mi obra. Para ejemplificar esto, encontré unos costales preciosos en el mercado, todos manchados, con letras y nombres, y me puse a pintar sobre ellos con unos tubos de óleo que tenía de casualidad. Entonces creo que reaprendimos esto de no ser tan _snobs. Regresamos a lo esencial del artista y del escritor; esto nos recordó que el arte se puede hacer con cualquier cosa, con un lápiz y un papel. Estábamos ya muy malacostumbrados a ciertas dinámicas en las que nos llegaba todo muy fácilmente, cosas que realmente no eran tan necesarias.

¿La pequeña nota en cartulina de la página 15 se introdujo a propósito? ¿Tu editor y tú lo idearon después? ¿Cómo se acercó a ti Dharma Books?

—Fue realmente un accidente. Ya me habían mandado el libro y lo releí unas cincuenta veces. En algún momento un amigo mío a quien le había dado el texto a leer, me señaló un error en redacción donde la idea era contradictoria. Yo hace mucho tiempo ya había mandado esa nota al editor, pero se me pasó. Cuando hablé con los editores, pensamos que la manera más bonita de hacer un homenaje al libro sería agregar una notita aparte señalando el error, pues los errores ocurren. Me pareció una manera humilde y simpática de corregir esa fe de erratas.

Cuando Dharma Books me contactó, yo sinceramente no los conocía, pero me fijé en que los libros que hacían eran muy bonitos, muy sencillos en el mejor de los sentidos. Esto iba perfecto con la filosofía que yo quería aplicar a este libro y a mi obra. Como no soy escritor, no estaba acostumbrado a este ir y venir de notas, pero fue una experiencia muy interesante y de mucho aprendizaje la que me llevo.

Un mensaje final para invitar a los lectores

—Este es un libro muy personal y sencillo. Es muy bonito para leer de forma aleatoria, caer en cualquier página sin llevar un orden. Esa es la intención: dar una propuesta, unas ideas, unas herramientas para conocer mi obra, mi perspectiva sobre el arte contemporáneo y también sobre mi vida en general.

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