Don José Álvaro #NoPuedeParar, trabaja en un panteón de Puebla. Usa cubrebocas y trae gel antibacterial en la bolsa de su pantalón, es el único sustento de su esposa, su hija y dos nietas. Lo único que pide es seguir vivo para poder llevar dinero a su casa.
Por Jessica Zenteno
Puebla, Puebla 5 de agosto (Periódico Central).- “Que dios me preste la vida, que me dé fuerzas y salud y yo veo qué hago para que no le falte nada a mi familia”, eso dice Don José Álvaro, un hombre que trabaja en un panteón de Puebla y que, ahora, sepulta a muertos por coronavirus.
Sus vecinos no creen en la COVID-19. En su colonia aún acostumbran caminar con el ataúd en hombros desde la casa del difunto hasta el campo santo, en caravana, siempre muchas personas, más de las que permite hoy el Gobierno por la pandemia del coronavirus. Don José sí cree, él ha visto a los muertos y tiene miedo de contagiarse.
Todos los días llega al panteón con una botella de gel antibacterial y un atomizador con alcohol en la bolsa trasera de su pantalón, para rociarse cada que entierra un muerto. Está consciente de que por su edad enmarca dentro de la población vulnerable y que su trabajo acrecienta el riesgo de contagio.
#NoPuedenParar “Don José”, un señor de la tercera edad, trabaja en un panteón, diariamente entierra a decenas de poblanos y aunque sus vecinos no creen en la #COVID19 él sí, pues a diario ve la muerte cerca.
¡ABRIMOS HILO ?! ?? pic.twitter.com/bkfpKLKQm4
— Periódico Central (@CentralPuebla) August 5, 2020
Él realiza diversas labores dentro del Panteón Santo Tomas: corta el pasto, pinta las capillas y sepulta a los difuntos. No sabe de qué mueren, solo los entierra.
Sin embargo, durante el periodo de la contingencia sanitaria por coronavirus ha sepultado cuerpos que están emplayados dentro del ataúd. Eso, sabe, es porque murieron por la COVID-19.
Sí nos han llegado porque están las cajas encintadas, me imagino que son esas, no como otros que la caja normal. No nos llegan a decir, pero nosotros sabemos y tomamos las precauciones”.
Asegura que en todos los entierros, las personas que trabajan en el panteón usan cubrebocas, guantes y caretas para protegerse. Además, han implementado nuevos protocolos como la sana distancia entre las personas, el uso de cubrebocas y el número controlado de ingresos al panteón, máximo 10 personas por difunto.
No dejamos entrar a mucha gente y deben entrar con cubrebocas, les ponemos el gel y todo eso, nada más entran 10, cuatro que vienen cargando la caja y seis personas extra. Cuando solo vienen a colocar sus cruces, entran por la parte de atrás, nada más de tres a cuatro personas”.
Él, Javier, Elías y su esposa, empleados del panteón, viven en incertidumbre y por ello tratan de que los familiares de los difuntos no se les acerquen cuando están trabajando. Además, realizan el entierro lo más rápido posible, máximo 30 minutos.
Tratamos de no acercarnos mucho con los familiares, evitamos tener contacto y nos apuramos lo más que se pueda”.
Dice que toma sus precauciones, se lava la cara y las manos constantemente, sobre todo antes de regresar a su hogar.
No se crea, yo tomo mis precauciones, ando con mi botella de alcohol, de gel. Me lavo la cara, las manos. Siempre ando trayendo mi botellita de alcohol; no es por nada, pero más vale prevenir que lamentar”.
Su mayor temor es que vive con dos menores de edad, sus nietas. Cada que regresa a su hogar, la más pequeña, quien apenas cursa el kínder, le grita ‘¡papi!’ y lo abraza con fuerza. Sabe que no puede dejar de trabajar porque es el único que sustenta los gastos de su esposa, su hija y sus dos nietas.
Sí me da miedo porque tengo una nietecita que me quiere bastante, y me dice ‘¡papi ya viniste!’ y respondo ‘si mija’. Pero antes de que llegue yo a la puerta, tengo mi tapetito con clarasol y todo eso. Llego, me quito la ropa, tengo mi botella de atomizador, me baño de harto alcohol. Digan lo que digan, yo sí tomo mis pequeñas precauciones, no se crea”.
Lo único que pide, en medio de la pandemia, es tener vida, fuerza y salud para seguir cuidado a su familia y que no les falte nada, ya que por la crisis económica encontrar un trabajo, principalmente en el caso de su esposa, resulta complicado.
Que dios me preste la vida, que me dé fuerzas y salud y que yo veo lo que hago para que no le falte nada a mi familia”.
Don Álvaro trabaja en el Panteón Santo Tomás, ubicado en calle prolongación 2 Norte #615 en la colonia Guadalupe Caleras, en Puebla, y requiere de apoyo alimentario. Si deseas hacer una contribución puedes contactarlo al teléfono: 2221490488.