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Adela Navarro Bello

05/07/2023 - 12:04 am

La aspirante a candidata emergente en el peor momento político

"Xóchitl Gálvez se convirtió, ante la falta de liderazgos sociales en los partidos de la alianza, en la aspirante a candidata emergente".

La Senadora Xóchitl Gálvez.
"En bicicleta Gálvez le va tomando delantera". Foto: Twitter @XochitlGalvez

A los políticos mexicanos se les está olvidando que la política es el arte de comer agrio sin hacer gestos (por ponerlo decentemente). No solo les aflora el gesto en la cara, sino que actúan en consecuencia. Lo mismo dejan de ser institucionales y renuncian al partido que les ha dado todo, riqueza, notoriedad, cargos, erario, curules, como también se bajan de contiendas internas que, aun cuando posaron para la foto y aceptaron participar, califican de desiguales cuando ya no les son convenientes.

Eso en el lado de la “oposición”. Mientras, en el oficialismo morenista el escenario tampoco es halagüeño. De la sonrisa de vivir y hacer campaña a cargo del erario por los cargos que titulaban, a tres de los aspirantes a suceder en la silla del águila al presidente Andrés Manuel López Obrador ya se les ve el gesto de cansancio. Es más, lucen abotagados. Con tan solo dos semanas de precampaña interna, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán López, por más producción para entrarle a la comedia y la “naturalidad” en medios y redes digitales, en entrevistas se les ve incómodos, molestos, apagados.

No es para menos. Con una sucesión adelantadísima por quien es su jefe de campaña (y al parecer de la oposición también), el presidente Andrés Manuel López Obrador, no solo libran actos proselitistas para responderse y mostrarse el músculo entre ellos, también han de librar la batalla hacia el exterior, el cuestionamiento público, el de la oposición, y el de los propios aspirantes en el otro frente político. La lucha es a dos fuegos y a veces a más.

Con la desesperanza de muchos que consideran difícil que este 2024 la maquinaria oficial de Morena pierda la elección, la política mexicana vive uno de sus peores momentos (atrás queda aquel año cuando José López Portillo fue candidato único a la presidencia de la República).

Hay quienes desde la oposición le abonan con la división y la traición, al proyecto oficialista, ponderando los intereses personales, sean políticos, de futuro, económicos, de posiciones. Luego están los que vieron la coyuntura de participación y se bajan del barco anticipando el naufragio político electoral, o apostando a lograr algo de dignidad para que otro partido, otra organización o grupo, los vea como el salvavidas político ante la sequía de liderazgos. En Morena mismo, los calores internos van subiendo de tono y los favoritos ya no se ven como tales, mientras quienes en el oportunismo de un cargo gubernamental se animaron, se topan de frente con la realidad de la apatía ante los no favorecidos con la gracia presidencial.

El panorama ya venía descompuesto, desde que tres partidos de la oposición unieron sus desdichas electorales en un intento por ganarle a la aplanadora oficial, la misma que cada uno de ellos, al menos el PRI y el PAN, exceptuando al PRD, utilizaron en el pasado con suma soberbia. Unidos fueron de más a menos y no lograron frenar la llegada de Morena a los Estados. Actualmente el partido en el gobierno administra los destinos en 22 entidades federativas, dejando migajas (por lo pronto) a la llamada oposición.

La falta de credibilidad, confiabilidad y liderazgo entre quienes encabezan esos tres institutos políticos, ha desgajado más la base política sobre la que solían sostenerse en sus años de triunfo, y fracturado por igual a sectores populares o grupos internos. La tozudez de Alejandro Moreno para ampliar el periodo de su mandato al frente del PRI con el claro afán de negociar la política nacional para conservar representaciones legislativas, o la obstinación de Marko Cortez para pactar acuerdos cupulares unilaterales, los ha llevado a ambos a observar a la distancia, como los votos para sus partidos, PRI y PAN, van disminuyendo, y en alianzas electorales, no se suman; ahí están los ejemplos de las elecciones en el Estado de México y Coahuila este 2023. Y otras del 2021, cuando fue claro que siendo priísta el candidato de la alianza opositora, los del PAN no lo apoyaron, y viceversa.

De hecho, en muchos de los estados hoy gobernados por Morena, y Baja California es ejemplo de ello, muchos panistas que crecieron en la alternancia política, hoy trabajan en el gobierno y por los intereses de la gobernadora morenista; así como en el pasado inmediato (actualmente también), varios priístas se encumbraron de nueva cuenta en la administración estatal del de Morena, Jaime Bonilla. No hay pues ideología, ni oposición. Hay cargos de representación, hay nómina, erario y posiciones que intercambiar. Y ante el centralismo de las dirigencias nacionales del PAN y del PRI, en los estados Morena cosecha.

En esta promiscuidad política donde prevalecen los intereses por encima de los proyectos, que la oposición le gane a Morena está un tanto cuanto difícil, aunque algunos quieran pensar que no imposible.

Se dejaron llevar por las políticas del Presidente de la República, y como el partido oficial, también adelantaron sus procesos de selección interna. Con los mismos vicios, aprovechándose de las mismas ventajas que dan las lagunas legales e incluso con similar retórica. Y tan los lleva el presidente, que no solo ha destapado a sus aspirantes sino a los de oposición.

En este contexto de descomposición política, llegó a los reflectores nacionales, también por una acción del presidente López Obrador, Xóchitl Gálvez, y se convirtió, ante la falta de liderazgos sociales en los partidos de la alianza, en la aspirante a candidata emergente. En los últimos días, aun cuando aun no ha sido medida en las encuestas sin considerar a Lilly Téllez, la senadora que se salió del proceso interno en la oposición, por lo menos en redes sociales y menciones mediáticas, ha subido considerablemente para crear olas en la escena político electoral.

Con lo que también les mueve el tapete a quienes, como Santiago Creel (por cierto, apoyado por la mayoría de los mapaches electorales del albiazul), sentían que la candidatura ya era una bola en su cancha. Y nada. En bicicleta Gálvez le va tomando delantera.

Las próximas semanas los mexicanos serán testigos de cómo se van moviendo los escenarios en un ambiente político que, sin duda, vive su peor momento. Sin liderazgos, sin confianza, con una inseguridad desbordada y aterradora, donde la única esperanza para la oposición es una aspirante a candidata emergente, ya ni al Presidente se le ve tranquilo con sus fichas morenistas rumbo a una elección que parece trascender más por lo negativa que resultará para el país, sea cual sea su desenlace.

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