Alejandro Páez Varela
05/07/2021 - 12:10 am
Tres deseos
Creo que el Presidente trae muchas cosas y también creo que pierde mucho tiempo en molinos de viento.
No soy quién para darle consejos a alguien, mucho menos al Presidente López Obrador. Usted, como yo, elegimos gobiernos por sus propuestas, y lo que podemos pedirles es que se apliquen en ellas. Recuerdo el mensaje del 1 de julio de 2018, donde planteaba líneas generales de una administración. Recuerdo que aquél discurso trajo esperanza incluso entre aquellos que no votaron por él. Dijo: “No les fallaré porque mantengo ideales y principios que es lo que estimo más importante en mi vida. Pero, también, confieso que tengo una ambición legítima: quiero pasar a la historia como un buen Presidente de México”. Luego citó algo que muchos recordamos: “Voy a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Como afirmó Vicente Guerrero: ‘La Patria es primero’”.
Los siguientes tres temas sobre los que ahondo son los que veo, en mi calidad de ciudadano y de periodista, como oportunidades. Oportunidades, sí, pero también emergencias. Se han cumplido tres años de que Morena ganó la Presidencia pero todavía no son los tres años del Gobierno de López Obrador. Entró el 1 de diciembre de ese año. Queda, si consideramos que termina su mandato en octubre de 2024, tres muy buenos años para apurar el paso. Aquí mis tres recomendaciones para esos tres años. Como digo, no son consejos. Son observaciones, oportunidades. Y nada más.
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El Presidente dijo, en su discurso del 1 de julio de 2018: “La corrupción no es un fenómeno cultural sino el resultado de un régimen político en decadencia. Estamos absolutamente seguros de que este mal es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la violencia que padecemos. En consecuencia, erradicar la corrupción y la impunidad será la misión principal del nuevo gobierno. Bajo ninguna circunstancia, el próximo Presidente de la República permitirá la corrupción ni la impunidad. Sobre aviso no hay engaño: sea quien sea, será castigado. Incluyo a compañeros de lucha, funcionarios, amigos y familiares”.
1. Corrupción. El Presidente fue quien se encargó de decir que la prioridad de su sexenio era acabar con el saqueo de la Nación y llevar ante la justicia a quienes lo encabezaron. La realidad no es alentadora para él, pero deje usted él: para los mexicanos. La Fiscalía ha arrojado pocos resultados; el trabajo de Irma Eréndira Sandoval en la Secretaría de la Función Pública no dejó huella; la Auditoría Superior de la Federación parece haberse atolondrado con su noticia falsa sobre el costo de cancelar el NAIM. Lo que sea: el resultado es pobre y López Obrador lo sabe.
No es una buena noticia que 19.7 por ciento diga a la Secretaría de Gobernación, que realizó la encuesta que presumió el mandatario el 1 de julio, que la corrupción hoy es mayor porque hay que sumarle el 33.3 por ciento que afirma que sigue igual. Es lo mismo. Eso suma 53 por ciento de ciudadanos, la mayoría, que no ve un avance. No es una buena noticia porque AMLO pone en riesgo la mayor promesa del sexenio, por encima de todas las demás. Dicho por él mismo.
¿Se necesita un golpe de efecto? Según yo, sí. Pero yo no tengo respuestas, apenas cuento lo que observo (en estricto rol de mi oficio). Yo creo que se necesita mandar el mensaje claro de que sí se está actuando contra la corrupción. Se necesitan uno, o varios rostros conocidos tras las rejas. Varios, de distintos calibres. No son “acciones espectaculares”, es mandar mensajes claros a tres años de que inició este Gobierno.
Sé de buena fuente que el Presidente rechazaba esa idea pero sé también que era al principio de su administración. Lo necesita él y lo necesita la 4T. Pero sobre todo, lo necesita el ciudadano: le urge saber que puso en manos de gente capaz la conducción del país. Capaz de traer justicia. Capaz de mostrar, con hechos, que la era del saqueo ha terminado.
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El Presidente dijo, en su discurso del 1 de julio de 2018: “Cambiará la estrategia fallida de combate a la inseguridad y a la violencia. Más que el uso de la fuerza, atenderemos las causas que originan la inseguridad y la violencia. Estoy convencido de que la forma más eficaz y más humana de enfrentar estos males exige, necesariamente, del combate a la desigualdad y a la pobreza”.
2. Crimen organizado. El país sabe que la estrategia es atacar las causas de la violencia, en palabras del Presidente. “Abrazos, no balazos”, pues. Abrazar a la población y llevarle bienestar, y sacar a los jóvenes de las garras del crimen organizado. Pero mientras esa estrategia surte algún efecto; mientras el rescate de jóvenes va en proceso, los grupos criminales no esperan. A la vista de todos, incluso presumiéndolo, los capitanes del Cártel Jalisco Nueva Generación están haciendo lo que no se atrevieron Amado Carrillo o Ismael Zambada: ir por Tamaulipas. El primero logró un acuerdo amplio, algunos dicen que con la bendición de Carlos Salinas, que incluía al Cártel del Golfo. Así nació La Federación.
Pero Nemesio Oseguera Cervantes no es un hombre de palabras ni de negociación. Es la nueva generación de líderes criminales que aprendieron a que todo se gana por la fuerza, no con abogados o con negociadores. Así entraron sus fuerzas a Michoacán: a sangre y fuego. A doblar a los locales con el poder de las armas. Esa es la estrategia del CJNG en Baja California y Baja California Sur, por ejemplo; en Chihuahua o Zacatecas o Guanajuato y, por supuesto, en Tamaulipas. Es un avance militarizado que vemos en televisión como lo vimos con el Estado Islámico en Siria e Irak.
La idea original era no mostrarle los dientes a los ejércitos privados del narco para que no respondieran con los dientes apretados. Pero eso no ha funcionado porque lo interpretaron como una debilidad. ¿Qué hacer? No soy estratega de nada pero claramente no hablo de declararle una guerra a los criminales porque eso arrastra las consecuencias que conocimos con Felipe Calderón. Hablo, sin embargo, de contenerlos. Se les tiene que contener. Los criminales aprovechan los vacíos para fortalecerse. Ese efecto se conoce como “power vacuum”, vacío de poder. Ese vacío tiene una consecuencia muy estudiada: la anarquía. Una manera de evitarlo es “extrayendo las células generadoras de violencia” en operaciones quirúrgicas. Pero no soy experto. Lo leí en un libro sobre Irak y no soy experto ni quiero serlo.
Digo lo que veo, y lo que veo es que el crimen organizado avanza por encima de los civiles en operaciones militares aterradoras. Eso no puede estar sucediendo. Simplemente no. Se da la percepción de que el Gobierno ha sido derrotado.
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El Presidente dijo, en su discurso del 1 de julio de 2018: “Agradezco a todos lo que votaron por nosotros y nos han dado su confianza para encabezar este proceso de cambio verdadero. Expreso mi respeto a quienes votaron por otros candidatos y partidos. Llamo a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general. Como afirmó Vicente Guerrero: ‘La Patria es primero’”.
3. Desarrollo. En el anuncio de 2006 aparecía un ladrillo, luego otro, luego otro. Terrorífico. “Este es el segundo piso. ¿Cómo lo pagó López Obrador? Se endeudó. ¿Las pensiones? Se endeudó. Triplicó la deuda del DF. Si llega a ser Presidente nos vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo. Estos son los grandes planes de López Obrador, un peligro para México”, afirmaba. Los ladrillos caían y aparecía una foto de AMLO con sombrero, con esa imagen que tanto aterra a los más ricos: un hombre de pueblo tomando decisiones.
Ni voy a abundar. Mejor digo lo que he dicho públicamente: que la ortodoxia económica de este Gobierno le tapó la boca a los que decían que México se iba a quebrar como esos ladrillos con la llegada de López Obrador. Ni deuda, ni devaluación. Lo que ha pasado es producto de la peor crisis global en cien años: desempleo, cierre de negocios, caída el PIB. Le pasó a las potencias y a los países en desarrollo. En fin. Ya lo saben.
La recaudación es ejemplar, las reservas están bien; hay un chipote de inflación que todos saben que es temporal; el peso está sólido, las finanzas públicas están sanas y no se contrata deuda. Con todo y crisis, así estamos. Pero urge echar a andar al país. Que la máquina bufe, que saque lumbre si es que realmente se quiere generar desarrollo. Y para eso se necesita capital privado, mucho, ríos, porque ni este ni ningún gobierno pueden ir solos, sin la iniciativa de los privados. El Presiente necesita ir por los privados, por los hombres del dinero. Aislar a los Claudios Equis, que son varios, y acercar a los otros, que son mayoría. No permitir que se le alejen más los que tienen el dinero porque conforme se acerca el fin del sexenio, si ven oportunidad de no invertir por razones ideológicas, lo harán. Se esperarán tres años más sólo para mostrar su punto. López Obrador debe sacudirse la salpullido que le dan esos señores y actuar con pragmatismo: sentarlos, cortejarlos, darles un poquito de champú de cariño, como se dice, para que le metan a nuevos proyectos. Hombre, que el país lo vale. Lo necesita por él, por el sexenio y por la gente.
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Creo que el Presidente trae muchas cosas y también creo que pierde mucho tiempo en molinos de viento. Me gustaría no verlo abriendo frentes y generando una agenda mínima de prioridades. Sé que trabaja mucho. Por lo mismo, también sé que puede –y debe– priorizar. No es mi intención darle lecciones. Tres frentes abiertos. Tres oportunidades. Corrupción, crimen organizado y desarrollo. Escribo de lo que veo. Lo dejo con el mejor de los deseos y ya no por él, sino por todos los mexicanos.
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