¡Basta! ¡Queremos saber dónde están los 43!
Los insectos son comunes en todos los ambientes, y por ello pensamos que no son susceptibles a la extinción por causas antropogénicas, sin embargo no es así. Existen varias especies que por sobre utilización, como el gusano maguey, o pérdida de hábitat, como varias mariposas europeas, tienen poblaciones muy pequeñas que los ponen al borde de la extinción. En este caso les hablaré de un insecto que está en peligro pero no por sobreexplotación sino por falta de uso, pues era un insecto que se utilizaba en tiempos prehispánicos pero que en épocas recientes ya no se utiliza y ni siquiera se conoce.
Los insectos en cuestión se llaman Llaveia mexicanorum y Llaveia axin. Estos insectos son herbívoros del Orden Hemiptera que se alimentan de la savia de varios árboles de las zonas tropicales secas de México y Centroamérica y se les conoce localmente como Aje, Nim, Axin o Nij. La palabra aje proviene del náhuatl “axin” que quiere decir “cierto ungüento de la tierra”. El aje ha sido registrado principalmente sobre árboles como espinos (Acacia spp.), ciruelos (Spondias sp.) y pinzanes (Pithecellobium dulce) pero se conoce muy poco sobre su historia natural. El aje está reportado en los bosques tropicales secos de la región de Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero, pero también en Chiapas, Yucatán y Guatemala, en donde las hembras adultas aparecen a finales de la temporada de lluvia (entre septiembre y noviembre), creciendo sobre el tronco de los árboles y se agregan de tal manera que dan la apariencia de motas de algodón. Las hembras adultas llegan a medir 2.5cm. Durante esta época las hembras se aparean con los machos y producen masas de huevecillos rosados envueltos en un algodón blanquecino que posteriormente es depositado en el suelo. Las larvas se desarrollan en el suelo durante la siguiente temporada de lluvias, aunque no se conocen los detallen de esta parte del ciclo de vida. Con la llegada de los primeros días fríos, las hembras mueren y no se observa ni rastro de los insectos hasta que empiezan las lluvias nuevamente (junio-julio). Los machos son alados y mucho más pequeños que las hembras, por lo que son difíciles de encontrar y muchas veces pasan desapercibidos.
TÉCNICA DE MAQUEADO Y EXTRACCIÓN DEL AJE
Este insecto era utilizado como parte de la materia prima para la realización de la técnica artesanal conocida como Maque, la cuál consiste en el recubrimiento de objetos de madera y guajes de calabaza con colores llamativos y dibujos alusivos a temas naturales. Para pintar los objetos se emplea una mezcla que contiene la masa extraída del aje como fijador, junto con aceite de chía o de chicalote (reemplazado en la actualidad con aceite de linaza) y con tierra dolomia, conocida en Michoacán como tepeshuta (o teputchuta). A esta mezcla se le agrega el color base que es obtenido con tierra de color. Esta base se aplica en todo el objeto en varias capas, hasta obtener el grosor deseado. Posteriormente se deja secar el “maqueado” y se procede a dibujar con ayuda de un objeto punzo-cortante el diseño que llevará la pieza, raspando el color base y aplicando tierra de otros colores mezclada con la grasa del aje y los otros aceites en las cavidades formadas.
Para obtener el aje, los artesanos recolectaban una gran cantidad de hembras adultas de aje que se encuentran agregadas sobre los árboles, y una vez que se tenían varios kilos del insecto vivo, se hervían en una cazuela grande hasta que los animales desprendían una sustancia aceitosa color naranja que se acumula sobre la superficie del agua. En seguida la cocción se vierte sobre una manta de algodón donde los cuerpos de los insectos son machacados y se les agrega, poco a poco, agua fría para filtrar la sustancia aceitosa conocida como “nimácata”. La nimácata obtenida se deja reposar por varios días y posteriormente se lava con agua fría y se envuelve en hojas de maíz para su conservación.
No se conoce a ciencia cierta desde cuando se practica el maqueado, pero los primeros cronistas de la Nueva España como Fray Bernardino de Sahagún (1582) describen la utilización del aje para elaborar el maque, por lo que sabemos que desde tiempos prehispánicos se utilizaba. Los purhépechas elaboraban objetos de maque que usaban como ofrendas para jerarcas y sacerdotes. Sin embargo esta técnica no es exclusiva de la región purhépecha sino que se extiende hasta la región maya de Chiapas, Yucatán y Guatemala.
Además de su belleza, estos objetos artesanales tienen la virtud de ser muy duraderos gracias a la fijación del colorido que provee la grasa del aje. Se ha demostrado que los objetos maqueados incluso pueden resistir el agua, la abrasión y el calor extremo.
¿CONVERGENCIA O TRANSMISIÓN DEL CONOCIMIENTO?
Uno de los datos más curiosos acerca de la técnica del maque en el contexto internacional, es que guarda muchísima similitud con el proceso de laqueado artesanal de China. De hecho el marino inglés Gavin Menzies que está interesado en demostrar que hubo contacto civilizatorio entre la cultura china y las indígenas de América previo a la llegada de los españoles, habla de que la presencia de esta técnica en México es una prueba contundente de este encuentro. El autor argumenta que existen evidencias muy antiguas del proceso de laqueado en China que guardan similitudes impresionantes con el proceso de maqueado en México y Centroamérica. En ambos casos las artesanías se caracterizan por presentar colores rojos inmersos en una matriz de color negro intenso, y este color negro se obtiene en ambas tradiciones de un polvo fino de huesos de animales y maíz quemado; y se utilizan en ambas técnicas machacados de insectos para obtener una fijación del color duradera. Otra coincidencia interesante en los colorantes existe, en China el color rojo se extrae de la raíz de arbustos y árboles de la familia Rubiaceae y en México también se utilizan dos especies de Rubiaceae: Relbunium relbunium y R. nitidum.
Desgraciadamente esta técnica artesanal ancestral está en proceso de perderse por varios motivos. En primer lugar el número de artesanos ha disminuido considerablemente, y en la actualidad hay pocos jóvenes dedicados a esta actividad. Por otro lado, los artesanos que todavía practica esta técnica se encuentran en las zonas templadas de Michoacán, donde no crece el aje, y si bien históricamente existía una ruta de comercio entre Tierra caliente y la región de los lagos de Michoacán, que proveía de la materia prima del aje a los artesanos de Uruapan, esta ruta no existe más. Además en Tierra Caliente la tradición de colectar los insectos para extraerles la grasa se ha perdido, los lugareños ya no saben qué es el aje ni para que sirve y por lo tanto tampoco existe ninguna preocupación de protegerlo. Por otro lado, y de manera alarmante, el bosque tropical seco donde crece el aje, está amenazado con desaparecer debido a la deforestación.
Entonces, nos encontramos ante un caso en el cuál el desuso ha llevado al olvido de la existencia de un insecto y con ello también a la disminución fatídica de sus poblaciones que se encuentran en peligro. Ojalá podamos preservar esta técnica artesanal para que también el aje se libre de la inminente extinción.
* Una versión extendida de este artículo apareció publicada en la revista ¿Cómo Ves?