Más allá de las altas dosis de grasa y colesterol que ingieren quienes consumen su carne, también son una de las principales fuentes de metano.
Ciudad de México, 5 junio (SinEmbargo/Vice).– Cuidado con las vacas. Parece que las tenemos dominadas, encerradas en granjas, obligadas a terminar sus vidas en el matadero. Pero en lo que podría significar una resistencia pasiva, puede que estén tratando de llevarnos con ellas.
Más allá de las altas dosis de grasa y colesterol que ingieren quienes consumen su carne, también son una de las principales fuentes de metano — un gas de efecto invernadero que contribuye con el calentamiento global unas 25 veces más que el dióxido de carbono en un plazo de 100 años. Y se prevé que estas emisiones aumenten a medida que los países en desarrollo se urbanicen y enriquezcan, y consigan extender los hábitos de una dieta de estilo occidental al alcance de miles de millones de personas.
Sólo en Estados Unidos, lo que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) llama eufemísticamente “fermentación entérica” — es decir, los eructos y pedos del ganado, en su mayoría vacuno — representa la segunda fuente de emisiones de metano del país. Estas emisiones sumaron el equivalente a 648 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono en 2014. Y su estiércol añadió otros 60 millones, según un informe de la EPA.
Cuando se suma la totalidad de los efectos de los piensos, fertilizantes y combustibles involucrados en la agricultura moderna, una hamburguesa cuarto de libra [de 125 gramos de carne] termina dejando la misma huella de carbono que conducir un vehículo de combustión durante casi 11 kilómetros, según afirma Dawn Undurraga, un nutricionista del Grupo de Trabajo Ambiental.
“Los estadounidenses comen una gran cantidad de carne”, expresa Undurraga. “Comemos un 60 por ciento más que los europeos y entre el 150 y el 200 por ciento de nuestras necesidades”.
Mientras que muchos consumidores tratan de reducir las grasas o los hidratos de carbono de su dieta, considerados a menudo como proteína benigna — “luego, comemos demasiada [carne] y no pensamos acerca del impacto que tiene sobre el medioambiente”, añade.
El pollo es menos intensivo en carbono que la carne. Pero una porción de 115 gramos de pollo es comparable a la conducción de un automóvil estándar durante 3 kilómetros, mientras que la misma porción de carne de cerdo añade un kilómetro y medio más. Los huevos, el yogur y los frijoles pueden proporcionar proteínas con una menor emisión de gases de efecto invernadero, explica Undurraga.
Y los números pueden ser aún mayores: un estudio de 2015 que utiliza mediciones de los satélites para rastrear el metano atmosférico concluyó que el ganado podría ser la mayor fuente emisora de este gas, que según la EPA, constituye alrededor del 10 por ciento de todas las emisiones de los Estados Unidos.
A nivel mundial, el ganado representa aproximadamente el 15 por ciento de las emisiones globales — y la reducción del consumo “será fundamental” para alcanzar los objetivos de cambio climático que los líderes mundiales fijaron en París en la cumbre de diciembre, según estimaciones del think tank británico Chatham House.
Dicho acuerdo estableció como meta limitar el calentamiento global a 2 grados centígrados por sobre las mediciones de la era preindustrial.
“Un cambio hacia patrones más saludables en la ingestión de carne podría disminuir una cuarta parte de las reducciones de emisiones que necesitamos para mantener el rumbo de los dos grados”, informó Chatham House en noviembre.
Comer demasiada carne también contribuye al aumento de la obesidad y la propagación de enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes. Sin embargo, se estima que el consumo mundial crecerá más del 75 por ciento para el 2050 — y pocas personas son conscientes de la conexión entre el cambio climático y la dieta, señala Chatham House.
Peor aún, advierte Undurraga, mucha de nuestra comida acaba en los vertederos — la principal fuente de metano según datos de la EPA. El desperdicio de alimentos es el principal componente de esas emisiones, lo que significa “una locura”.
Los animales rumiantes como el ganado tiene las tripas llenas de bacterias productoras de metano que digieren su alimento, por lo que lo arrojan continuamente, explica Don Blake, químico atmosférico que estudia el metano en la Universidad de California-Irvine. Y las industrias lácteas y granjas de cerdos, donde los animales son normalmente encerrados y sus residuos desechados en lagunas, tienden a producir más emisiones que los residuos procedentes de animales que pastan en campos abiertos.
Esas lagunas están “burbujeando por el metano”, ejemplifica Blake. “Si comparas las emisiones de 1.000 cerdos sueltos, frente a 100.000 cerdos encerrados en una granja donde se arroja todo su estiércol en una laguna, la laguna va a emitir mucho más, evidentemente”.
Las lagunas de residuos emiten alrededor de 35 veces más metano que el estiércol que se deja en el campo — y los resultados lo confirman con claridad en las lecturas satelitales, afirma Alex Turner, químico atmosférico en la Universidad de Harvard.
“Definitivamente, existen regiones con emisiones de ganado concentradas”, continúa Turner, quien realizó un estudio en 2015 sobre esta cuestión. En los lugares donde las lagunas de residuos son comunes, como las zonas productoras de lácteos del este de Carolina del Norte, Iowa y California, “observamos grandes emisiones de metano”, sentencia.
El estudio de Turner sugirió que las emisiones de metano han sido subestimadas, y que las emisiones provenientes del ganado podrían ser incluso más altas que las de la industria petrolera. Sin embargo, la EPA indica que las fugas de metano por petróleo y gas también podrían ser significativamente mayor de lo pensado.
Existen algunos indicios de que los países en desarrollo están tratando de evitar dirigirse hacia una dieta de estilo occidental a medida que se industrializan. Brasil, uno de los mayores productores de carne, ha lanzado unas directrices dietéticas “fantásticas” en los últimos años, y otros países están fomentando fuentes menos intensivas en carbono que la proteína, concluye Undurraga.
“Me resulta difícil creer que no podemos generar menos desperdicios, comer mejor y no contaminar tanto el planeta”.
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