FridaGuerrera
05/05/2018 - 12:00 am
Clara, con las entrañas hechas pedazos y en carne viva, exige justicia
Karla Marisol Valencia Yañez, una mujer responsable y comprometida con la vida, con su profesión de médico cirujano partero (egresada del Instituto Politécnico Nacional), tenía 35 años cuando fue asesinada. Era de aquellas mujeres que tienen la vida resuelta: independiente, trabajadora, idealista, altruista, honesta, humana, pero también muy aguerrida. Karla nació el 9 de noviembre de 1980. […]
Karla Marisol Valencia Yañez, una mujer responsable y comprometida con la vida, con su profesión de médico cirujano partero (egresada del Instituto Politécnico Nacional), tenía 35 años cuando fue asesinada.
Era de aquellas mujeres que tienen la vida resuelta: independiente, trabajadora, idealista, altruista, honesta, humana, pero también muy aguerrida.
Karla nació el 9 de noviembre de 1980. Hija de Clara Yañez, quien la recuerda siempre alcanzando sus objetivos:
“Se partía en mil. Ella hubiera querido que el día tuviera el doble de horas para que le alcanzara el tiempo. Cubría dos horarios: por las mañanas daba consulta en la Policía de Investigación de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México a los empleados que ahí laboraban, y por las tardes, trabajaba para la Secretaria de Salud. Su horario laboral concluía a las 5 de la tarde y a penas comía algo, tomaba el rumbo a la clínica particular donde también daba consultas y hacia guardias por las noches. Su trabajo era muy pesado a mi parecer y se lo decía”.
Pese a todo, Clara recuerda que era muy feliz. Ésa era su vida. Además, no conforme con eso, Karla seguía estudiando.
El 1 de abril de 2016, luego de su acostumbrado día de trabajo, Karla quedó de verse con una amiga en la cafetería de una plaza comercial al norte de la ciudad. Ambas regularmente estudiaban juntas. Su amiga presentaría un examen para obtener su maestría y Karla se preparaba para un curso y obtener su residencia médica. Ésas eran sus citas en la cafetería, estudiar y comentar los casos clínicos que las dos profesionistas atendían.
Después del encuentro con su amiga, fue a dejarla a su casa y ella se dirigió a la suya en la colonia Narvarte.
En una cerrada entre avenida de las Torres y avenida de los Cien Metros nadie supo qué sucedió. El cuerpo de Karla ya hacía en su auto, justo a unas cuadras de la delegación Gustavo A. Madero.
“Su hija tuvo un intento de asalto”, le avisaron a Clara. Fue la primera hipótesis.
A dos años de los hechos, la madre recuerda, como el primer día, todos los detalles que le dieron al llegar a la delegación. Las supuestas líneas de investigación que le decían a Clara eran: “fue intento de robo”, “la venían persiguiendo”, “un auto se le cerró”, “fue crimen pasional”, “iba sola”, “venía acompañada”, “ella se estacionó, esa calle se presta para las parejitas”, “algo le aventaron al parabrisas para detenerla”.
Clara recuerda que una mujer le preguntó:
– ¿Dígame usted a qué se paró su hija?, ¿qué andaba haciendo allá la doctora?
– Frida, mi hija, tenía todo el derecho de circular por donde ella quisiera, era una adulta, cómo iba yo a saber – respondió Clara.
Clara narra que al inicio de la investigación existieron muchas irregularidades.
“Cuando inició está pesadilla, en el peritaje y el levantamiento del cuerpo existieron muchas irregularidades. Imagina, me decían que estaban en blanco, hechos bolas. Que parecía cosa del diablo. Frida, a mi hija la asesinó un humano o varios, y ellos no hacen nada para aclararlo”.
Clara llena de dolor aún recuerda a una mujer que le enseñó una foto de Karla. “Mi hija estaba sentada en su auto, con un hoyo en el pecho, e incisiva me preguntaba”
-¿Es su hija?
Ya le dije que sí.
-Su hija está en el Anfiteatro de la Delegación dos, aquí en la GAM. Espere a que le dé un oficio, no la dejaran pasar a reconocerla si no lo lleva.
Había cambió de turno. Fue entonces que el reloj se detuvo. “Frida, desde entonces mi vida no ha vuelto a ser la misma. Ahí estaba mi niña, asesinada, sin vida. Yo la vi muy golpeada, la policía se limitaba a decir que había sido un balazo. Pero los golpes eran demasiados. También pude percatarme es que mi hija intento ayudarse, tal vez deteniendo la hemorragia. Ahora recientemente me enteré que la chamarra que llevaba puesta estaba desgarrada. Hay muchas omisiones. Inconsistencias. Y nada más no queda claro, quién cometió este crimen”.
Clara, enferma, cansada, acompañada en ocasiones por su bastón, sigue esperando que la justicia, en la “ciudad segura”, llegue.
A dos años del feminicidio de Karla no hay respuesta de las autoridades. Las cámaras cercanas al lugar no funcionaban, sólo una en la Avenida de los Cien Metros, que tampoco arroja nada. El auto de Karla le fue entregado a su mamá. Al revisarlo, Clara encuentra un casquillo de bala, regresa el auto. Lo único que hasta la fecha no cambian es que en el auto encontraron una huella. La madre teme que como ha pasado con otras pesquisas, también se pierda esa prueba. De hecho, la desesperada madre asegura, “tal vez fueron ellos” (policía).
Había un supuesto testigo, que dijo ver a un hombre que salió corriendo rumbo a Cien Metros, el cual fue interrogado por el primer policía de investigación, que llegó a la escena del crimen. Sin embargo, al continuar la investigación, el testigo se esfumó, y ahora no lo localizan.
Clara solicitó que aquel policía que inició la investigación fuera llamado nuevamente a rendir su informe. Las autoridades responden que el oficial se encuentra suspendido por lo que hace suponer que dicho agente pudiera estar involucrado en el crimen.
Clara es una de las madres que me acompaña a nuestras ponencias, “Feminicidio, escuchar, sentir, abrazar, que damos en los diferentes CCHs, y Facultades de la Universidad Autónoma de México (UNAM). El pasado 9 de abril, con lágrimas en los ojos les expuso a las decenas de jóvenes que nos escuchaban lo siguiente.
“Esto es un calvario que todas las que hemos sido víctimas de feminicidio padecemos, de todas a las que nos han arrebatado a una hija, a una madre, a una hermana, y que con todo el dolor y la rabia sacamos fuerzas, para exigir justicia y justicia. Que con las entrañas hechas pedazos y en carne viva, exigimos conocer la verdad de estos asesinatos incomprensibles, tan violentos, llevados a cabo con tanta saña. Es una lucha diaria para que no les den carpetazo. Es entonces que nos convertimos en investigadoras, en coadyuvantes de los Ministerios Públicos. Escuchamos frases como. -Ustedes las víctimas no razonan-. Es imperante que se analicen exhaustivamente y con prontitud todas las carpetas sin resolver, no solo la de mi hija Karla Marisol, todas. Cada carpeta”.
Clara terminan ya con el rostro desencajado, y la voz entre cortada, cuestionando. “¿Por qué asesinan a la gente buena, productiva?”
Ese 9 de abril de 2018. La vida de muchos de los jóvenes y jovencitas que escucharon a Clara. Dio un giro. Solidarios, se levantaron de sus butacas en el CCH Azcapotzalco. Para otorgarle un abrazo. Y enjugar sus lágrimas, que no querrían ver en los ojos de sus madres.
Quieres contar una historia de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio búscame, ayúdame a visualizarlas.
@FridaGuerrera
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