Mientras que millones de ciudadanos ucranianos siguen huyendo y muriendo por la invasión rusa, la historia política de la región tras la disolución de la Unión Soviética ofrece explicaciones al conflicto geopolítico entre los dos países.
Madrid, 5 de abril (EuropaPress).– El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha asegurado este lunes que las Fuerzas Armadas rusas son “responsables” de las atrocidades cometidas en la ciudad ucraniana de Bucha, que se encuentra a las afueras de la capital, Kiev, y donde se han encontrado más de 300 civiles muertos.
“Creo que es bastante obvio, no solo para nosotros, sino para el mundo, que las fuerzas rusas son responsables de las atrocidades en Bucha”, ha dicho el portavoz del Pentágono, John Kirby, en rueda de prensa.
“Ahora, exactamente quién, qué unidades, si son contratistas o chechenos, no creo que podamos decirlo en este momento, pero ciertamente no estamos refutando que ocurrieron estas atrocidades y que ocurrieron a manos de de los rusos”, ha indicado, agregando que “el Departamento de Defensa participará” en la documentación de estos crímenes.
MÁS DE CUATRO MILLONES DE REFUGIADOS
La cifra de refugiados que han huido de Ucrania para escapar del conflicto supera los cuatro millones, según la ONU, que considera esta crisis de desplazamiento el éxodo más rápido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Solo a Polonia han llegado ya más de 2.4 millones de personas que han cruzado la frontera desde Ucrania, así como Rumanía (648 mil), Moldavia (396 mil), Hungría (394 mil), Eslovaquia (301 mil), Rusia (350 mil) o Bielorrusia (15 mil) según las cifras de la ONU.
MAPAS PARA ENTENDER EL CONTEXTO EUROPEO
¿Por qué hay tantos países europeos involucrados en la guerra actual en Ucrania? Una de las claves se encuentra en la geografía política del continente. La expansión de la OTAN hacia el este o la influencia de Rusia en los conflictos internos de las antiguas repúblicas soviéticas son algunas de las situaciones a las que se ha aludido de un lado y otro mientras escalaba la tensión en el este de Europa.
En diciembre de 2021, gobernantes de once de las quince repúblicas soviéticas se reunieron en Alma Atá (Kazajistán) y firmaron la disolución de la Unión Soviética. En su lugar surgió la Comunidad de Estados Independientes (CEI), integrada por Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, junto con dos de los países del Cáucaso (Azerbaiyán y Armenia) y cinco de Asia Central (Kazajistán, Kirgüistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán).
De las cuatro restantes, Estonia, Letonia y Lituania, no firmaron el tratado y hoy forman parte de la Unión Europea, mientras que Georgia se incorporó en 1993 tras la llegada al poder tras una guerra civil de Eduard Shevardnadze, quien fue Ministro de Asuntos Exteriores durante la época soviética.
Turkmenistán salió de la CEI en 2005, Georgia en 2009 y Ucrania, que ya había reducido su participación desde 2014, anunció su salida en 2018. Estos países actualmente tampoco forman parte de otras alianzas de la región, como la Organización para el Tratado de la Seguridad Colectiva (creada en 1991) y, más recientemente, la Unión Económica Euroasiática (2015).
Por otro lado, la OTAN creció más allá del antiguo telón de acero que antes la había separado con los países del Pacto de Varsovia a partir de los años noventa. Primero se incorporó Alemania Oriental como efecto de la reunificación alemana y después, en 1999, entraron la República Checa, Hungría y Polonia. En 2004 se produjo la mayor ampliación, con Rumanía Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia y tres exrepúblicas soviéticas a orillas del Báltico: Estonia, Letonia y Lituania.
Las manifestaciones de Putin en contra de la expansión de la OTAN hacia el este han sido múltiples. Cuando declaró a principios de 2022 la independencia del Donbás, días antes de la invasión de Ucrania, declaró que se había “engañado” a Moscú con las ampliaciones. A finales de 2019, en la cumbre celebrada en Londres con motivo del 70 aniversario de la alianza, las consideró una “amenaza potencial” para Rusia. En el discurso que pronunció en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, se preguntó dónde habían quedado las “garantías” pactadas en los años noventa.
La situación en Crimea y el Donbás se remonta varios años atrás, cuando el expresidente ucraniano Viktor Yanukóvich suspendió en 2013 la firma del acuerdo comercial que había pactado su país con la UE y presentó una asociación con Rusia como contrapartida. Esto llevó a una revolución en Kiev que acabó con la destitución del Presidente.
Con la escalada de la tensión, estallaron revoluciones en la zona del Donbás, en las provincias de Donetsk y Lugansk, donde separatistas prorrusos quisieron integrar los territorios en Rusia. En Crimea tuvo lugar un referéndum sobre la adhesión de la península a Rusia, con un 97 por ciento favorable de llevarla a cabo. Rusia firmó la anexión de Crimea a Rusia, lo que condujo a sanciones por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y la OTAN.
Los conflictos de Crimea y el Donbás no son los únicos a los que se enfrentan los países de la región. Rusia también se ha implicado en los de Transnistria (Moldavia), Abjasia y Osetia del Sur (Georgia) o el del Nagorno-Karabaj, un antiguo conflicto que volvió a enfrentar a Armenia y Azerbaiyán en 2020.