Hace aproximadamente 4 años tuve la oportunidad de viajar por el país durante meses y visitar Querétaro por primera vez. Una de mis paradas no fue un lugar turístico, fue un lugar a la orilla de la carretera en el que nadie se detiene a observar, quizá nadie se ha preguntado qué hay detrás de ese enrejado cubierto de plantas trepadoras secas.
Detrás del enrejado se encuentran cientos de pequeñas estructuras blancas llamadas “boxes de terneras” o “casetas para terneras” tapizando el terreno. Junto a ellas hay cientos de becerras encadenadas, muchas parecían asustadas, otras agotadas y muchas otras más estaban berreando desesperadamente. Esta era la primera vez que veía algo así en persona y fue muy impactante para mí a pesar de que yo ya conocía esta realidad.
Quizá ahora te estés preguntando, ¿por qué se encuentran ahí las becerras? Una de las prácticas más comunes de la industria láctea es separar a las madres de sus crías a los pocos minutos de vida. Al igual que las humanas, las vacas producen leche solo cuando existe un embarazo y esta separación sucede para evitar que tomen la leche que producen, ya que, eventualmente, será vendida para nuestro consumo. Estas becerras son enviadas a lugares como el que se muestra en las imágenes. Serán encadenadas, alimentadas con fórmula para que sigan creciendo y cuando cumplan con la edad deseada:
-Serán inseminadas artificialmente
-Darán a luz
-Se les separará de sus crías
-Serán explotadas por su leche con crueles máquinas
El ciclo se repetirá cuantas veces los cansados cuerpos de las vacas soporten. Cuando ya no sea rentable mantenerlas con vida, serán enviadas al matadero para que sus cuerpos sean empaquetados en bandejas que se venderán en los supermercados. Estas becerras eventualmente ocuparán el lugar de sus madres y su destino será el mismo: el matadero. Para los machos la situación es distinta. Muchos de ellos son asesinados para ser vendidos como carne de ternera, mientras otros serán explotados para que sus fluidos sean extraídos y utilizados para inseminar artificialmente a las vacas.
Muchas de las becerras que vi aún tenían su cordón umbilical o restos del mismo, me partió el corazón. Otras estaban luchando por acercarse a sus compañeras, incluso vi a un par de vacas haciendo succión en las orejas de otras, similar a la acción de mamar para extraer la leche de sus madres.
Les invito a informarse y a cuestionar la manera en la que hacemos y decimos las cosas. Hace tiempo dejé de llamarles “vacas lecheras” a las vacas explotadas por su leche. Este es un título que les dimos por hacer un trabajo forzado, un cierto tipo de apellido que termina (a mi parecer) transformándolas en máquinas productoras de recursos cuyo trabajo es satisfacer nuestras “necesidades”. Las vacas “no dan leche”, se les arrebata la leche que producen para sus crías. Liberémoslas de nuestros hábitos.
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