La relocalización de empresas a nivel global producto de los efectos económicos de la pandemia y de la guerra en Ucrania, podrían beneficiar a México.

Uno de los grandes problemas es que nuestro país no cuenta con la infraestructura necesaria para poder enfrentar el desafío de albergar las empresas que quieran aprovechar nuestra situación geográfica privilegiada.

Ninguna otra nación en el mundo están conectadas a Europa, por el Atlántico, a Asia, por el Pacífico, a Estados Unidos, por una de las fronteras más grandes del mundo, al Caribe, en lo que se ha denominado nuestra tercera frontera y, a Centroamérica, que es también nuestra ruta al cono sur del Hemisferio Occidental.

Es quizás un cliché decir que no hemos aprovechado al máximo esta condición geopolítica.

Para hacerlo, necesitamos tener una política industrial deliberada que tenga como uno de sus objetivos estratégicos el desarrollo de una infraestructura industrial, de comunicaciones y transportes que nos permita ser competitivos.

La situación actual es más bien caótica. Existe una dispersión de actividades y responsabilidades de varios órganos de la administración pública que promueven la redundancia administrativa y la hipertrofia burocrática que impiden la eficiencia en la puesta en marcha de proyectos. Otro problema conectado con este es que, por una serie de razones de índole política, no se pueden establecer planes de largo plazo.

Una fórmula que se ha propuesto y que puede resolver estos problemas gemelos es la de cambiar la Ley de Planeación para que se pueda implementar un Plan Estratégico de Infraestructura que sea transexenal y que esté sujeto a evaluaciones anuales o bianuales.

Siguiendo paradigmas de países exitosos como Japón, Chile o el Reino Unido, sería buena idea que este Plan fuera ejecutado por una agencia federal de planeación, con el concurso tripartita del gobierno, empresas y trabajadores. Aquí es necesario hacer algunas distinciones. De ninguna manera se podría concebir esto cómo una planificación central, cuyas decisiones tengan que cumplirse al pie de la letra. Si algo hemos aprendido de la experiencia soviética es que este tipo de planificación que no toma en cuenta las señales del mercado siempre va a fracasar. Pensemos la propuesta como una que promueva la planeación democrática indicativa, que sea definida por los sectores que intervendrán y que sea suficientemente flexible para ajustarse a las circunstancias.

Quizás la rectoría de este proceso deba descansar en la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), que necesitará reestructurarse como respuesta al nuevo paradigma de la relocalización o nearshoring.

Aunque las relaciones de México con todas las regiones del mundo deberán ampliarse de manera significativa, lo cierto es que nuestra prioridad tendrá que orientarse hacia una mayor integración con América del Norte. Así, el centro de gravitación de los nuevos esfuerzos consistirá en consolidar una infraestructura que apunte a los Estados de California y Texas, fundamentalmente. Estos dos Estados de la Unión Americana son los que crecerán con mayor rapidez en todo el mundo en los próximos diez años.

Hacia allá hay que apuntar.

Gustavo de Hoyos Walther

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Abogado y empresario. Ha encabezado diversas organizaciones empresariales, comunitarias, educativas y filantrópicas. Concentra su agenda pública en el desarrollo de líderes sociales (Alternativas por México), la participación ciudadana en política (Sí por México) y el fortalecimiento del estado de derecho (Consejo Nacional de Litigio Estratégico).

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