Los días nublados y fríos me ponen melancólica. Bueno, en realidad, eso lo logra el clima, una canción, un comercial, mirarme al espejo, escuchar un pajarito… así que no es gran mérito. Pero no es novedad que en estos días y al inicio de un “ciclo” (los paréntesis porque es chistoso que las personas necesitemos de ciclos artificialmente impuestos para decidirnos a hacer o dejar de hacer, para reflexionar o para creer que ahora sí la cosa va a mejorar) (“la cosa” es la vida) me ponga a evaluar y pensotear (acto de pensar mezclado con pataletas de berrinche) acerca de lo perdido y de lo ganado. Y como siempre, del amor: lo que pudo ser, lo que debió ser, lo que fue. Pero hoy, que no había pajaritos ni canciones ni comerciales, sólo frío, el destello de una epifanía brilló a lo lejos como un espejismo. Esta epifanía suena como una declaración pero realmente es una pregunta, ahora verán.
EUREKA: El amor verdadero y el amor eterno no son la misma cosa.
Claro. Ahora todos leerán y dirán “pero por supuesto, es evidente. El primero habla de calidad y el segundo de cantidad”. Sin embargo, hemos crecido pensando que para ser verdadero, el amor debe ser eterno y, también, que si ha durado para siempre, es porque es verdadero. O sea, auténtico. O sea, cierto. O sea, indiscutible. (Gracias, sinónimos de Word). Igualmente damos por hecho que para que el amor sea ambas cosas, tiene que ser bilateral… otro mito. Como bien dijo Sabine en Gothic Fate: “El amor le pertenece al que ama, no al que es amado” (sí, estoy citando a uno de mis personajes… una disculpa). Ahora me estoy preguntando… ¿el amor pertenece? ¿O le pertenecemos a él? ¿O simplemente es? ¿O está? ¿Es un estado (y si sí, ¿es líquido, sólido o gaseoso?)? ¿O es, más bien, una ciudad?
A ver, vuelvo. EUREKA: El amor verdadero y el amor eterno no son la misma cosa. Un poco de disciplina, Lorena, que si no, acabarás hablando de nuevo del animé. Mis conceptos cambian cada vez que vuelvo de la feria (ya saben, por el refrán…), pero HOY, en ese día frío, puedo decir esto: el amor eterno sí existe, pero es incompatible con el verdadero. Y viceversa. Queridos amadores: malas noticias: hay que elegir uno de los dos.
-Llévelo, llévelo, el amor eterno es su mejor opción, marchanta, de veras… este amor está limpiecito, no está contaminado por la rutina, por el tiempo, por la vida. Sobrevive por que es bien mañoso: flota a centímetros de la tierra, intocado, inconsumado, sin ojeras ni arrugas. “Ire”, se va a ver bien lindo en su sala. No se oxida. Es resistente al agua. Es resistente a los martillazos. Es resistente al psicoanálisis. Lo mejor: es miope. Además, rete versátil: le puede llamar “primer amor”, “amor platónico”, “amor transatlántico”, “amor intelectual”… he visto que algunos le llaman “la-amistad-hombre-mujer-sí-existe”, seño.
-¿Y el otro?
-El otro es más feíto, pero tiene su gracia… Mire, para comenzar, tiene su fecha de caducidá. De pronto le hacen válida la garantía y le puede durar un poco más, pero así, así, como lo ve ahorita de bonito, lleno de capullos y flores abiertas y a medio abrir, sólo le va a durar un rato. Hay de todos tamaños y colores: de una noche, de meses, de unos años… furtivos, indefinibles, apasionados… violentos, asesinos, conmovedores… hay unos que vienen con su propia navaja… otro con su máquina de hacer algodón de azúcar incluida… ¿Que qué hace? Revuelve las entrañas. Enciende hogueras con leña empapada. Convierte el agua salada en agua dulce y luego esa misma agua se vuelve lluvia ácida. Abraza, calienta, congela, devuelve la fe, inventa palabras como “escalocalientes” y “reteamo”. Es cercano, calienta los pies en la noche, a veces se roba las sábanas, canta la misma canción todo el día, rompe espejos, los colorea y los convierte en vitrales, etcétera.
-Buenísimo. Quiero uno de esos, uno verdadero para llevar, por favor.
-Uuuuy, seño, fíjese que no se va a poder. Que ahorita no tengo de ese. No me ha llegado. Pero igual y el lunes me llega. Es que los traen desde allá y luego por eso no tenemos… pero llévese uno del eterno, yo se lo recomiendo, de veras. Le dura más, no le duele, no se le va a hacer feo.
-De esos ya tengo un par. Quiero del otro.
-No le conviene, mire… tiene un gran defecto.
-Voy a segur caminando a ver si en otro puesto lo venden.
-Pues hágale como quiera, marchanta. Nomás no diga luego que no le advertí.
-Bueno, dígame, ¿cuál es el gran defecto del amor verdadero?
-Que él cree que es del otro…