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Secuestraron a su hijo en 2014. Lo busca en Veracruz, y ahora la policía lo ataca y amenaza

04/11/2017 - 10:25 am

De los restos óseos encontrados por Rufino y madres del Colectivo Solecito, siguen en el interior del Servicio Médico Forense (SEMEFO) de Boca del Río, ubicado sobre la avenida Juan Pablo II.

“Ya tienen un año con los restos, no han identificado menos de un cinco por ciento. Nos lo entregan a los familiares. El señor Campa (Subsecretario de Derechos Humanos en la Secretaría de Gobernación) nos dice que está en avances, pero resultados o que nos ayuden, ninguno. Está en disposición de todo, nos dice que sí, pero nada más. Como los diputados, como los políticos”.

Por Arantxa Arcos

Veracruz/Ciudad de México, 4 de noviembre (BlogExpediente/SinEmbargo).- Hombres de negro, armados y con celulares o radios en manos merodeaban los predios de Colinas de Santa Fe, donde se ubica la fosa clandestina más grande de Latinoamérica. Estos varones, cambiaron la vigilancia del área natural por la casa de Rufino Bustamante Rodríguez.

Rufino busca a su hijo Cristo Dassaiev Bustamante Rincón, secuestrado cuando transitaba el callejón de Reforma del puerto de Veracruz. Entre las calles de Canal y Rayón. El viernes 4 de julio del 2014.

Al tercer año de desaparición, Rufino, padre de Cristo, decidió unirse al Colectivo Solecito para escarbar entre la arena. Anhelando encontrar pistas sobre el paradero de su único hijo. Los meses transcurren y no encuentra alguna prenda o hueso que perteneciera en vida a Cristo.

La tarde del miércoles primero de noviembre, un vecino de la casa de Rufino, detectó a hombres armados merodear la calle. Armas largas pendían de sus piernas que manipulaban motocicletas sin placas.

“Un vecino escuchó que decían mi nombre. Me avisó que me buscaba gente armada y me tuve que ir de ahí. No he hecho nada malo, busco a mi hijo con ayuda de otras personas que estamos en un colectivo”, exclamó en entrevista telefónica, refugiado, lejos de casa.

La tranquilidad del hogar caducó. La seguridad se convirtió en su prioridad momentánea, con tal de localizar los restos o pistas sobre el levantón que sufrió Cristo Bustamante Rincón en el municipio costero.

“No voy a regresar unos días. Ya ni mi casa es segura. Estoy solo porque mi mujer no está aquí, por la situación que se recuerda. Yo me quedé por alguna cosa que nos vengan a avisar y nada”, insistió.

Encontrar el motivo de la intimidación con gente armada y encapuchada en las inmediaciones de su hogar, ronda los pensamientos de Rufino. No comprende por qué lo intentan contactar. Él solo ocupa una pala para retirar grandes cantidades de arena, de donde emergen bolsas negras con restos óseos.

“Estoy buscando a mi hijo que desapareció el 4 de julio de 2014, eso es todo lo que he andado haciendo, soy técnico en refrigeración, no hago cosas extrañas, divido mi tiempo de trabajo para buscar a mi hijo” repitió.

La excavación lo deja exhausto. Cada visita al predio rodeado de vegetación, le acompañan mujeres, principalmente madres de personas desaparecidas en los últimos diez años. Rufino evita que ellas caben por ser un trabajo pesado físico y mental al detectar que la punta de la pala pica con huesos humanos.

Las primeras ocasiones en el predio de Colinas de Santa Fe, al norte del puerto de Veracruz, Rufino y madres del Colectivo Solecito observaban a varones tripular motocicletas sin placas. Un bulto en la pierna generaba sospechas de armas.

Elementos de la Policía Científica y de la Fiscalía General del Estado (FGE), dependencias coadyuvantes en la exploración del predio identificado como de mayor sepultura clandestina, también los detectaron.

“Algunas veces, cuando comenzamos a llegar, había motos, supuesta gente trabajando. Cuando vieron que encontramos restos, se retiraron las personas que vigilaban el área. Rondaban cerca del predio, en la entrada y traían radios, celulares, siempre estaban llamando. Se retiraron, nunca nos hicieron nada”, recordó Rufino.

De los tres años que transcurren sin saber sobre el paradero de Cristo Bustamante, Rufino fue notificado que la testigo del secuestro de su hijo está en calidad de desaparecida.

Una vez fue citada a declarar en el Ministerio Público de Córdoba. Única ocasión que supieron de ella. Se esfumó su rastro con las pistas del joven.

Las inconsistencias del caso lo motivaron a interponer dos demandas; una en la Procuraduría General de la República (PGR) y otra en la Fiscalía General del Estado (FGE). La instancia federal, PGR, detectó pistas. La FGE ha sido omisa en sus funciones.

“En la federal ha habido un poco más de avance que en la del estado. Ya nos dieron una sábana de llamadas, se dio con una señora que nos vino avisar, de ahí, no ha sucedido nada más”.

La FGE, dirigida por Jorge Wínckler Ortiz, le informó a Rufino que no tienen dinero para profundizar la investigación sobre la desaparición forzada de Cristo. En los dos años que mantuvo el caso, el entonces procurador, Luis Ángel Bravo Contreras, le comunicaba promesas.

“Hemos tratado que el señor Wínckler nos ayude y se ponga a trabajar con las investigaciones, pero no, nada, está peor que el otro fiscal que estaba. Bravo nos daba larga y ahorita no hay nada, ni resultados, ni esperanzas de que digan”, criticó.

La dependencia estatal ocupa dos empleados para manejar al menos, mil casos de desaparición en Veracruz. El abasto es insuficiente. No es el primer caso que menciona las anomalías en la Fiscalía General del Estado.

De los restos óseos encontrados por Rufino y madres del Colectivo Solecito, siguen en el interior del Servicio Médico Forense (SEMEFO) de Boca del Río, ubicado sobre la avenida Juan Pablo II.

“Ya tienen un año con los restos, no han identificado menos de un cinco por ciento. Nos lo entregan a los familiares. El señor Campa (Subsecretario de Derechos Humanos en la Secretaría de Gobernación) nos dice que está en avances, pero resultados o que nos ayuden, ninguno. Está en disposición de todo, nos dice que sí, pero nada más. Como los diputados, como los políticos”.

Por el momento Rufino paralizará la búsqueda de su hijo en la fosa clandestina de Colinas de Santa Fe. Teme por su vida y no regresará a la casa que habita los últimos tres años.

“Busco a mi hijo, es todo lo que quiero. Que haga su trabajo la fiscalía, somos víctimas, no delincuentes. Buscamos a nuestros familiares, de buscar culpables se encarga la policía”.

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