Author image

Francisco Ortiz Pinchetti

04/10/2024 - 12:03 am

Oposición invisible

“Durante su alocución de 43 minutos de duración no hizo alusión alguna a esas ciudadanas y ciudadanos que no votaron por ella”.

“Sin embargo, para la  Presidenta de la República parecen simplemente no existir”. Foto: Presidencia.

Si Pitágoras no era peluquero, (como dijera mi inolvidable colega y maestro Leopoldo Gutiérrez),  59.75 por ciento de votos a favor equivale forzosamente  a 40.25 por ciento de votos en contra. Esto, en números, significa que si 35 millones 924 mil 519 mexicanos eligieron a la candidata morenista el 2 de junio, hubo otros 22 millones 706 mil 407 que acudieron a las urnas para expresar su decisión electoral a favor de una opción distinta a la representada por ella.

Y si hacemos una extrapolación de ese resultado, tenemos que seis de cada diez mexicanos están a favor de Claudia y cuatro en contra, políticamente hablando.  Y todos son ciudadanos, con iguales derechos.

El Congreso de la Unión –ante el cual nuestra flamante Presidenta juró cumplir y hacer cumplir la Constitución–, está integrado (ya consumado el agandalle de la sobre representación)  por 364 diputados federales  y 83 senadores de Morena y sus cómplices; pero también  por 136 diputados y 45 senadores de los partidos de oposición. Y estos 181 señoras y señores, como ahora se dice, representan a los ciudadanos que votaron directa o indirectamente por ellos: un 46 por ciento del total de electores. Y por lo tanto me parece que como tales merecen respeto.

Sin embargo, para la  Presidenta de la República parecen simplemente no existir.

Según su propia lógica, “sólo lo que se nombra existe”, como dijo en referencia a las mujeres durante su discurso de toma de posesión. Es decir, para ella, al no nombrarla, no hay la oposición en México. No existe. Ni los legisladores ahí presentes. Ni sus partidos. Ni los más de 27 millones que votaron por ellos.

Durante su alocución de 43 minutos de duración no hizo alusión alguna a esas ciudadanas y ciudadanos que no votaron por ella. Vamos, hasta pidió excluir de la comitiva que la recibió y la despidió en el recinto de San Lázaro de cualquier legisladora de oposición: puras camaradas del oficialismo.

Me parece que además de la falta de respeto que ello implica, cometió un lamentabilísimo error político del cual debería estar arrepentida. Perdió una gran oportunidad de iniciar su mandato con grandeza. Nadie esperaba un deslinde de su mentor y guía ni que se desmarcara de sus barrabasadas,  por supuesto; pero sí una actitud republicana, digna y además tan necesaria en estos momentos.

Aunque aseguró que gobernará “para todas y todos”, no mencionó siquiera las palabras “diálogo” o “pluralidad”, ni mucho menos “reconciliación”. Eso resulta decepcionante de arranque en un país tan polarizado, urgido de acuerdos políticos y al menos convivencia pacífica, democrática. Hubiera bastado un saludo general, un guiño de buena voluntad a las bancadas opositoras, que por cierto se comportaron con sorprendente compostura.

Hay que reconocerle a Claudia que cuando menos tuvo la sensibilidad (en contraste con el patán de su antecesor) de saludar a su llegada,  hasta de beso,  a la ministra Presidenta de la Suprema Corte de la Nación, Norma Piña Hernández. Sin embargo, desdibujó su buen gesto al evitar, evidentemente adrede, mencionarla por su nombre, como es costumbre, al inicio de su perorata. “Buenos días a todas y todos –dijo. “Licenciado Andrés Manuel López Obrador, Honorable Congreso de la Unión, Suprema Corte de Justicia de la Nación, gobernadoras y gobernadores, jefe de gobierno, invitadas e invitados especiales, familia y pueblo de México…”, completó haciendo extraños malabares, supongo que para no molestar a su patrón. Porque a sus invitados extranjeros los llamó  uno por uno  por su nombre, apellido y país.

Si esa actitud displicente y hasta grosera de la primera-Presidenta-de-la-historia-de-México frente a los disidentes marcó negativamente su por lo demás lucida ceremonia de toma de posesión, el comportamiento de la oposición en su conjunto completó el fiasco: una cosa es ser respetuosos, digo yo, y otra quedarse callados como momias, como diría el afortunadamente ya expresidente.

Ellos también pudieron y debieron aprovechar la ocasión para fijar una posición fuerte y critica, contundente,  frente al oficialismo triunfalista… y excluyente. No se trataba por supuesto de boicotear la ceremonia ni batirse en un duelo de denuestos y gritos con la mayoría aplastante; pero sí dejar algún testimonio claro de que cerca de la mitad de los ciudadanos del país no están de acuerdo con las políticas, el autoritarismo, la militarización, las mentiras, las aberraciones de la autollamada Cuarta Transformación que parecen tener en Sheinbaum Pardo una preocupante continuidad.

Sus intervenciones previas al acto, obvias,  pasaron desapercibidas y ni siquiera fueron recogidas por la mayoría de los medios. De esos posicionamientos habría que rescatar si acaso –en contrastante con la actitud intolerante de la jefa del Ejecutivo entrante–, la disposición al diálogo y al entendimiento que manifestaron varios de los oradores.

Y nada más. Lo demás fue silencio y compostura. Como niños buenos. Optaron, ni modo, por ser invisibles. Válgame.

DE LA LIBRE-TA

NO SE OLVIDA. Además de oportunista y demagógica, la “disculpa pública” pedida a nombre del Estado Mexicano por los hechos del 2 de octubre de 1968 –que califica como “masacre” y “crimen de lesa humanidad”–, resulta contradictoria con la militarización del país promovida por Andrés  Manuel y todo indica que continuada por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Y no sólo eso: el  decreto respectivo se basa en hechos falsos o al menos no comprobados que configuran ahora, a 56 años de distancia, el mito del 2 de octubre. En la Plaza de las Tres Culturas no hubo aquella tarde una masacre perpetrada por el Ejército Mexicano. Eso es falso. Los soldados no dispararon contra los estudiantes reunidos en la explanada, que por cierto no eran más de seis mil. Llegaron a dispersar con su presencia a los concurrentes al mitin convocado por el Consejo Nacional de Huelga (CNH), lo cual desde luego constituye un acto de represión, pero no una carnicería. Yo estuve ahí.

@fopinchetti

 

 

 

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.

en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas